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Dejuepuchas: una cucharadita de Colombia…

Texto y fotos: Natalia Guerrero

En un cuarto de su apartamento en el barrio Chicó, Diego Maldonado le dio vida a este proyecto en el 2009, y en estos últimos años ha recopilado la suficiente cantidad de samples de voces, comerciales, rondas infantiles, personajes y ruidos como para calcar impecablemente en papel mantequilla y lápiz Mirado #2 el croquis de nuestro país.

Allí, dos figuras armables de Lego se sostienen sobre los bafles de su mini estudio. Soltando una risa dice que los tiene desde pequeñito, mientras el apartamento se inunda con el olor de las tajadas para el almuerzo. Ahora, con 28 años, y un diploma de economista, Diego tiene otros juguetes sobre la mesa: Un sintetizador, una consola de sonido, un teclado pequeño, varios Cds, y un computador repleto de lo que él más ama: Pura música.

¿Que por qué De Juepuchas? A Diego le quedó sonando el nombre: “Eso fue más de una locurilla ahí con unos amigos”, locurilla que le quedó guardada en la cabeza hasta que llegó la hora de nombrar todo eso que estaba saliendo de su estudio, casi con vida propia. Aunque Diego Maldonado es el líder de este collage sonoro, le gusta usar la palabra colectivo. Y no sólo porque siempre ha estado acompañado, sino porque, como él dice, en un país tan diverso “toca pensar esto como un proyecto colectivo, como un proyecto de nación”. Los compañeros se han ido o han cambiado con el tiempo. El primero fue Andrés, que después de un tiempo se fue a Londres, y después de él estuvo otro compañero, que tomó su rumbo. “Ahora estoy trabajando con Santiago Uribe, el que me ha acompañado en este último año, un año de evolución”.

De Juepuchas surgió en un momento coyuntural cuando él estudiaba composición y tecnología media en Estados Unidos, intentando comprender la música ya no como una melodía sino como toda una experiencia sonora: “Después de mucha búsqueda empezó a consolidarse una base de sonidos, y me volví un investigador del recurso sonoro. Entonces empecé a buscar conexiones de loops, colecciones de sonidos, fueran de la naturaleza, de la ciudad, o canciones particulares”. Esto coincide con el boom de Youtube, un “repositorio de memoria mundial”, como lo llama Diego. La base de sonidos se tornó más seria, la línea artística se fue definiendo, y el primer álbum de los Juepuchas salió de la nada. Álbum que nunca va a poder ser cidi debido a los derechos de autor: “Tiene unas implicaciones si yo hago la fabricación de un cidi porque ahí sí estaría vulnerando los derechos de autor”.

Lanzamiento en el Septimazo
Con este trabajo en las manos, los Juepuchas ni siquiera quisieron llevarlo al escenario, sino a la calle. Diego todavía recuerda esa primera presentación de los Juepuchas, en el Septimazo, en septiembre de 2009. Y es que desde esa primera presentación, el país, y el mundo, se han convertido en una tarima constante. Lo fue así en los bares alternativos de Bogotá, y las calles de Valledupar y Cali. Lo fue así en Nemcatacoa, en los festivales de música en Canadá, y lo fue así en esa famosa presentación de los premios Shock, donde los Juepuchas salieron en tarima con Natalia París, disfrazada de banana: “Conceptualmente encajaba buenísimo. ¡En lugar de samplearla, estábamos en el escenario con ella!”. Diego no le para bolas a las críticas y comentarios de los fans en esos videos de Youtube, pues sabe que esa presentación sólo tenía intención de “mamar gallo”.

“Es que la música es súper esnob, y el ejercicio del Septimazo era eso: llevémosle la música a todo el mundo, abramos el abanico”. Y precisamente eso era “Ser de Juepuchas varios años”, el primer y único álbum de De Juepuchas con 19 temas. Una hora de música con títulos como El Ritmo de la Cocina el Teléfono el Radio, Música para Ejecutivos y La Internacionalización del Helado, que atienden y despachan los oídos como cualquier miscelánea de barrio colombiano. La patadita de la buena suerte, ¡Entusiasmoo! Uno de estos animales no es como los otros, un besito tuyo de ti, Very felicing in cartagening, el pájaro carpintero, Macarena tiene un novio que se llama, si lo veo le doy en la cara… cerca de cien fragmentos sonoros se van hilando con sonidos diarios: Un radio, las bocinas de los buses, un teléfono que no contestan, comerciales de pomadas, radioteléfonos de taxis, cortinillas de televisión, e imperceptiblemente se le va metiendo el drum and bass, las gaitas, el electro, los acordeones, los sintetizadores a todo volumen y las guacharacas.

Un caldo de cultivo musical, pero de los trasnochados porque así son más ricos. La propia fusión que llaman, palabra con la que se llenan la boca cientos de grupos en nuestro país, sólo que en este caso la fusión sucede sin saber cómo cuándo ni dónde, la fusión sucede en un cuarto, en un estudio, en la calle, en la memoria de cada colombiano: “El valor de la memoria es el poder repensar el presente. En ese sentido, yo creo que el oído sirve para sensibilizar mucho. Te permite llegar a lugares tanto para atrás como para adelante, porque el sonido también te permite reimaginarte”.

La MiniTK del Miedo y Armadillo

Si bien el primer álbum de los Juepuchas reunía toda esa “parafernalia colombiana”, llamó mucho la atención del público y estuvo muy bien reseñado en varios países del mundo, Diego anda buscando desde entonces la forma de no caer en el cliché de los samples y la ironía. Después de varios mixes (mezclas) y uno que otro trabajo conjunto, era mejor que De Juepuchas quedara en una especie de stand by, y redefinir su sonido, redefinir su evolución técnica, redefinirse en general.

A Diego le encanta la palabra redefinición. Y a eso es que se dedica constantemente, desde que se levanta y va a su trabajo en el Ministerio de Cultura porque “de la música viven todos menos el músico”, hasta que llega a su casa a seguir sacando sus “popós creativos”, como los llama entre risas. Existen dos popós creativos con forma y carátula: La MiniTK del Miedo y Armadillo, dos proyectos que para Diego fueron la profundización de dos puntos específicos en la línea recta que son De Juepuchas: “La MiniTK nace de un encuentro con un amigo que tenía ideas muy concretas, y el ejercicio creativo fue tan positivo que llegué al punto de producirle el álbum entero. La MiniTK es como este lado oscuro de Dejuepuchas, volver a esta época de la primera fiesta de los 15 años, pero déle la vuelta conceptual de que vivimos en un país oscuro y hagámonos amigos de eso”. Bautizados como los “inventores de la Cumbia”, la MNTKDLMD muestra desde sus presentaciones hasta los títulos de sus canciones, el lado dark del folclor colombiano, cosa que parecía inexistente hasta hoy. Y aunque no abandonan esas bases juepucheras, con la MiniTK se apaga la luz, y se deja un sabor como de danza ritual industrial, como de pueblo fantasma en los oídos.

“Armadillo sí refleja un poco más lo que yo estaba pensando en ese momento, que es cómo uno interviene el folclor colombiano a través de las tecnologías”. En octubre del año pasado, Diego y un equipo de ocho personas viajaron a Valledupar para la realización del disco, que de cierta manera plasma los dos amores de Diego, la electrónica y el trópico, a pesar de que se debate entre todos los géneros existentes: “Armadillo lo que quiere mostrar es la riqueza que tenemos, la riqueza sonora de Valledupar, recuperar historias, símbolos, memorias”.

Respecto a las obras, ambas tienen nombre propio, ambas caminan por sí mismas, sin un Diego Maldonado marcado por ninguna parte: “El artista cae en una trampa, de que siempre es un nombre. ¡Pero es que uno tiene es obras! Puede que no sea Juepuchas, pero es una obra y sale”. Y precisamente así salieron la MiniTK del Miedo y Armadillo, ambas obras opuestas a las lógicas de mercado, de sellos y artistas que nos han inculcado toda la vida. Eso sí, cada uno a la venta, a diferencia del álbum de De Juepuchas, que fue miles de veces descargado en todo el mundo, pero no significó ninguna ganancia para el creador, quién dice haber evolucionado en ese aspecto, al “pasar de la ingenuidad a la realidad”.

La identidad como una estera

Quizá una de las cosas más valiosas que le ha enseñado este viaje musical a Diego Maldonado es que somos una mezcla. Desde hace rato él sabe que somos un colchón, o quizá una estera de retazos y que la fórmula de la identidad nunca ha pisado este territorio, ni le interesa pisarlo: “La identidad del colombiano es precisamente no tenerla. Es tener múltiples identidades. Pero a mí me gusta, me parece que es un valor chévere, por lo menos desde la música es una verraquera. Tenemos muchos recursos, una paleta de colores fascinante en todo sentido”. La pregunta que se hace cada tanto Diego es ¿Por qué no lo valoramos? La respuesta que él mismo se da es que como colombianos siempre hemos tenido una mentalidad de colonizados, y aspiramos a ser una cosa diferente de lo que somos.

Pero lo que ya tenemos acá tampoco es intocable para Diego: “Yo creo que el folclor es esa visión arribista de decir que han desvirtuado la música, y lo que hay que entender es que la cultura es una vaina totalmente orgánica, que no se puede parar o la mato”. Quizá esto último es lo que ha intentado Diego con De Juepuchas y con sus otros dos trabajos: dejar que lo de allá se filtre con lo de acá, dejar que le salga musgo y orquídeas a la consola, redefinir, una vez más, el concepto de folclor, mientras crea música que más que conservar o acompañar, comunique: “Proteger el folclor es simplemente condenar las cosas a un museo”.

Para Diego este paseo casi mochileado con la música lo ha hecho recorrer lugares bonitos y lugares feos. Lugares de su propia persona que no conocía, y lugares imperecederos en la memoria, de los cuales se sentirá parte siempre. Los oídos se le han llenado de arena, de agua de charco, de madera blanda, de plumas, de agua salada, de fique, de melaza, de concreto. Ahora, con 28 años, Diego puede permitirse decir que los deseos se cumplen, siempre y cuando uno no intente atinar en un blanco. Con De Juepuchas, más que las enseñanzas musicales, Diego ha aprendido a pensar, pero como él dice: “Pensar diferente sobre el hecho, no sobre la lora”.

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