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Delicias que emanan de los cerros

 

Texto y fotos: Nathalia Guerrero

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Cuando en mayo de 2013 Gustavo Petro se reunió con más de 50 personas en la calle 63 con carrera 1ª para lanzar la campaña por la protección de quebradas del Distrito y formalizar la red de protección ciudadana de la quebrada Las Delicias, con universidades, vecinos de la quebrada y entidades gubernamentales, los que se remangaron el pantalón fueron los vecinos.

Hace más de 20 años, al darse cuenta de que vivía al lado de una alcantarilla, Josefina Castro, vecina de Rosales, convocó a la comunidad para salvar las quebradas de los Cerros Orientales, empezando por la quebrada La Vieja. Desde ese entonces el trabajo no ha parado y han surgido comunidades como los Amigos de la Montaña, que promueven el uso público de la quebrada y el encuentro respetuoso con la naturaleza.

Antes de 2010, el Distrito se había ocupado de los cuerpos de agua de la ciudad, y a partir de este año priorizó la recuperación de las quebradas locales. En 2013, la Alcaldía Local firmó el convenio 797 con Conservación Internacional, una organización ambiental sin ánimo de lucro que se encuentra en varios países. “Esta administración ha querido ser verde en su pensar y actuar. Esta es la primera administración verde de la ciudad”, aseguró el alcalde Petro el 23 de mayo pasado, desde uno de los quioscos que tiene el sendero de la quebrada Las Delicias.

Y es que la quebrada no solo se ha vuelto punto de recuperación; se ha vuelto punto de desarrollo cultural, punto de encuentro entre las personas, punto ambiental. Desde que el recorrido comienza se puede observar la ruptura de los cerros con la ciudad que está debajo de la avenida Circunvalar. En la calle 63 con carrera 5ª se empiezan a divisar los grafitis realizados por jóvenes de la comunidad, a lo largo de los muros de la quebrada canalizada. El camino sigue hasta que el barrio Bosque Calderón aparece entre las montañas y los andenes se transforman en tapetes de hierba; el cemento, en terruños, y los carros, en grupos de vacas o de gallinas que cacarean alrededor de un montón de papas pastusas esparcidas por el suelo.

En este antiguo barrio de invasión se observan las casitas con techos de zinc, los perros gruñones, la ropa tendida al aire libre y los niños correteando por el camino, en medio del estruendo de los vallenatos un domingo por la mañana. En todo el frente de la entrada al sendero hay una enorme cancha de tejo, templo profano del barrio, diagonal a la estatua de Jesucristo, que lo protege.

Apenas se llega al primer quiosco ambiental del camino, el paisaje cambia. Lo verde se pone más verde, el aire huele más a aire, el agua se escucha rodar. La quebradita baña débilmente el suelo con un hilo, que aunque es pequeño, deja correr agua limpia, transparente. A medida que se va subiendo, el hilito se va tornando más grande, pasando por entre escalinatas de madera, troncos y piedras enormes.

Cerca de dos horas y media dura la caminata hasta el nacimiento de la quebrada y los pozos de agua transparente, el mismo tiempo que se demoró Ismael para llegar con Ron, Guaro y Melón, sus tres perros labradores, a quienes suele llevar los domingos a bañar en la quebrada. A los tres perros se les nota la emoción de este paseo, pues apenas ven el pozo, saltan al agua y comienzan a jugar con los palos que encuentran. Así duran un buen rato, hasta que las correas vuelven a sus cuellos y bajan con su amo por el mismo sendero.

 

El sendero de moda

Tras su aparente recuperación, esta quebrada se convirtió en el segundo sendero peatonal más visitado en la capital. Entre el año 2012 y 2013, más de 4.500 personas han visitado la quebrada Las Delicias, y gracias a la unión entre líderes comunitarios y el Distrito, se adecuaron cerca de 120 metros de senderos ecológicos, dos puentes peatonales que se mezclan con la bajada de la quebrada y tres quioscos que funcionan como puntos ambientales; todo esto con una inversión cercana a los $1.500 millones. Además, el Instituto Distrital de Turismo y la Fundación Clorofila Urbana, convocó a los ciudadanos para escoger los siete tesoros naturales de Bogotá; de 25 lugares, se preseleccionaron 14 a comienzos de este año, y entre ellos está la quebrada Las Delicias.

Después de las dos horas de caminata, el paso por el barrio pueblerino y la llegada a lo alto de la quebrada, se puede decir que vale la pena salvar una de las delicias de Bogotá para meter los pies en el agua helada y aspirar el olor a bosque.

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