Los veteranos del hockey
Aunque es un deporte que se conoce más por las películas americanas que por su práctica en canchas locales, el hockey tiene su tradición en Bogotá. La reportera habló con los más antiguos jugadores, entre ellos su papá, que hace cuatro décadas sellaron su amistad con palos y patines. En esta entrevista a varias voces, cuentan cómo jóvenes de clase media se las arreglaron para practicar un deporte de élite.
Texto y fotos: Juanita Rodríguez
Un domingo, mientras patinaba en la carrera 7ª, Andrés Rodríguez, arquero de hockey retirado hace más de 10 años, tuvo un encuentro inesperado: Luis Martínez cruzaba la vía rumbo al colegio San Bartolomé con un palo de hockey que se asomaba por su espalda. Los veteranos del hockey esperaban a Lucho para otro partido en el polideportivo del colegio.
Hernando Moya se vinculó al hockey en 1968, influenciado por su padre, que en los años sesenta participó en una escuela de árbitros y se convirtió luego en uno de los más reconocidos deportistas de la capital en esta disciplina.
?Yo iba a ver a mi papá todos los domingos. El castigo más grande que había era no poder ir al Parque Nacional para ver partidos y patinar en los intermedios. Mi papá se pitaba cinco o seis partidos los fines de semana. Su experiencia con el arbitraje en el fútbol le ayudó mucho. Mejor dicho, ¡el hombre podía arbitrar por teléfono!
Al ver a su padre entusiasmado con el deporte, Hernando Moya, más conocido entre sus amigos como ‘Nacho’, entró a un equipo patrocinado por Teletigre, programadora de televisión de la época que pertenecía a Consuelo Salgar de Montejo. En Teletigre tapaba Álvaro Zúñiga, atrás jugaba Carlos Ortiz, en el medio jugaba ‘Nacho’, adelante jugaban Hugo Moya (primo de Hernando y Enrique Rodríguez). El equipo era manejado por Luis Rodríguez, apodado ‘Mimbre’.
?Era una recocha, no eran partidos muy serios. Recuerdo que nos dieron unas camisetas rayadas de color negro y amarillo.
Después de jugar el Teletigre, ‘Nacho’ ingresó al equipo Calarcá en donde compartió cancha con algunos compañeros del colegio José Acevedo y Gómez, en el barrio Restrepo. Andrés Rodríguez, uno de sus amigos, se interesó por el hockey al ver a Hernando Moya llevar sus patines para jugar durante el recreo.
?Hernando era un ‘picado’ y nos prestaba de a un patín… así fuimos aprendiendo.
Los equipos más reconocidos para la década de los 60 eran Dorado, Calarcá, Cauchosol, Huracán y Cataluña. Todos eran equipos de mayores, no había juvenil y mucho menos infantil.
Para 1970 ya había tres equipos infantiles: Calarcá, manejado por el odontólogo Francisco Mantilla, gran jugador de la época. Bartolinos, conformado por estudiantes de San Bartolomé de la Merced y Luxemburgo, dirigido por Alberto Escobar. Los otros equipos eran de mayores, en los que jugaban ingenieros, abogados, arquitectos, entre otros profesionales.
Directo Bogotá (DB): ¿Qué implementos necesitaban y qué tan accesibles eran?
Hernando Moya (HM): En Teletigre yo jugaba con unos patines número 42 y yo calzaba 37. Mis tenis cabían dentro de la bota y me los amarraba mi papá. Yo terminaba muerto porque era muy pesado, y yo era el más enano del combo…En esa época era un deporte 100% elitista. Había muy poca gente que se compraba unos buenos patines.
Andrés Rodríguez (AR): Los patines los prestaban los jugadores de las categorías mayores durante el partido. Y algunos patines los empezamos a armar nosotros, en los talleres. A unos patines de esos de uña, que llamábamos, les pegábamos unos guayos de fútbol con balineras.
Antes de los setenta, la cancha de hockey era en pavimento. Entonces uno jugaba con ruedas de hierro, esos patines eran pesadísimos.
HM: Eso fue a finales de 1969, pero a raíz del campeonato suramericano no nos dejaron montar más con ruedas de aluminio ni de hierro, pasamos a las ruedas plásticas.
D.B. ¿En Bogotá había algún sitio para conseguir los implementos?
HM: Sí, se llamaba Almacén Bustamente. Todavía existe en la calle 17 arribita de la 7ª.
AR: Hay otro en la carrera 15 con calle 9ª. Era un almacén de deportes, que vendía remates de aduana, contrabando que cogían, y yo creo que lo que menos se movía eran los implementos de hockey, que eran costosos.
HM: Las industrias fuertes estaban en Argentina y en España. A mí me trajeron unos patines Chicago de los Estados Unidos pero ¡esa vaina no servía para nada! Mis implementos los conseguía a través de mi padre, hincha furibundo del hockey y a pesar de ser tan escasos y costosos, nos dábamos mañas para poder jugar los domingos.
AR: Una parte se conseguía en Casa Olímpica y para poder conseguir el resto de implementos había que ser seleccionado por el Distrito, que los importaba.
D.B. ¿Los partidos eran noticia en los medios?
AR: Sí, en varios medios: El Espacio, El Tiempo, La República y en sala de cine en los noticieros. Como en 1975 apareció nuestra foto como campeones de un torneo distrital en el ya desaparecido El Vespertino. Por ahí conservo ese recorte. Luego, cuando viajamos a Venezuela en 1976 a jugar un torneo Suramericano Interclubes salimos en diarios de Caracas.
HM: Como no era un deporte masivo, eran muy escasas las noticias en los periódicos capitalinos, pero El Tiempo sacaba un comentario los lunes.
D.B. ¿Había equipo femenino?
HM: No había equipo de mujeres, era un deporte machista. En carrera y en patinaje artístico sí había mucha mujer. Estaba manejado por Consuelo, esposa de Pablo Mora.
AR: Y por una morenita…
HM: Sí, ellos alcanzaron a estar en suramericano con Alberto Escobar, patinador artístico. Los que mejor patinaban eran Pablo Mora, Alberto Escobar y Jorge Rubiano.
DB: ¿Dónde entrenaban?
HM: Frecuentábamos las calles bogotanas montando patín. En esa época se hizo la tercera vuelta a Bogotá en patines, participé en categoría infantil y obtuve la segunda casilla a nivel infantil y sexta en la general, algo inolvidable. Entrenábamos en el Parque Nacional por lo menos un día a la semana. Después de los partidos me reunía con mi familia o con mis amigos para seguir jugando en el barrio, o nos íbamos a patinar a la Circunvalar.
AR: Al principio íbamos en el carro del papá de nuestro amigo, Nacho Moya, y después en bus urbano # 8 hacia el Parque Nacional – Ruta Gaitán; con devuelta a casa en la Ruta Delicias que nos servía a todos, ya que vivíamos en el mismo barrio, Restrepo.
AR: Nosotros íbamos a ver partidos de mayores y nos metíamos en la cancha un rato. Hijo o primos. Era mucha familia la que jugaba allí.
D.B. ¿Por qué abandonaron el deporte?
HM: Me cansé. Lo que más me marcó fue mi papá, estar ahí, reprochándome en cada partido, regañándome porque hice o porque no hice. Traté de volver más o menos en 1974, pero ya fue demasiado tarde, me llevaban una ventaja impresionante.
Realmente duré muy poco, unos dos años; me vinculé a las carreras de patinaje, ahí duré unos cuatro años. Traté de volver a jugar hockey, pero mis compañeros me llevaban mucha ventaja técnica, lo cual me hizo pensar en otro deporte.
A raíz de la muerte de mi padre, quedé desvinculado, y me enteré de que ya casi no hay campeonatos; sólo me resta decir que vi grandes figuras, porteros como Luis Rodríguez, Jaime Fresneda, Pacho Gaitán, Andrés Rodríguez; defensas como Hugo Moya, Luis Chardón, un Horacio que medía metro y medio y jugadores rápidos como Gustavo Carlos y su hermano Hernando, Ricardo Gaitán, Eduardo Mantilla, Alberto Baquero, Enrique Rodríguez; todos de la época en que jugué.
AR: Me desmotivaba mucho que los domingos, único día que se programaban partidos se perdía o se ganaba por ‘w’ o nuestro equipo no llegaba completo o el equipo contra el que jugábamos tampoco, entonces, devuelta sin mucho ejercicio.
D.B. ¿Qué anécdotas curiosas recuerdan de esa época?
AR: Cuando estaba aprendiendo a patinar una vez estaba por el Restrepo y tenía una botella de leche San Luis en la mano. Mi cuñada me dijo que se la llevara a la mamá a la tienda de la esquita y me fui al piso. Tenía puestos los primeros patines que había armado con unos guayos. Nadie supo en mi familia.
HM: Había un asesino por completo. Se llamaba Pablo Mora, que me rompió la cabeza de un palazo. Entonces mi misión era marcarlo y cualquier momentico que yo veía que podía pum, un palazo. Íbamos perdiendo como 7-0 o 7-1. Entonces Pablo, que era un jugador espectacular, hizo un tiro y salió Andrés a remacharlo y levantó el palo y, pum, lo rompió y qué gresca se formó.
AR: El tipo salió roto de la cancha.
HM: En esa época yo tenía una novia, que era terrible. Pero ella era hija de un esmeraldero y andaba armada porque en cualquier momento llegaban y la mataban. Su viejo era llave de Carranza y manejaba lo que era Chivor (Carranza manejaba Coscuez). Y esta china iba a sacar la pistola cuando ocurrió el incidente! Y yo a frenarla.
HM: Recuerdo una vez que nos íbamos para el Restrepo y todos se subieron al carro de mi papá y él me dijo: No, usted váyase en patines… del Parque Nacional hasta el Restrepo. Pero eso era mamey.
Jockey en el San Bartolo
Actualmente, cada domingo en el colegio San Bartolomé un grupo de jugadores de hockey, cuyas edades oscilan entre los 18 y los 70 años, se reúne desde temprano.
?Nosotros jugamos de manera informal o recreativa más bien. Venimos cada domingo en promedio unas 10 personas. Algunos venimos con nuestros hijos. El que nos consiguió el espacio fue Germán –dice señalando a su compañero de cancha– que trabaja en el Colegio Mayor de Cundinamarca, comenta Luis Martínez.
?Sí, claro. Resulta que como esa universidad queda muy cerca y hace un tiempo las instituciones del sector hicieron un convenio para préstamo de espacios, entonces pudimos acceder a este escenario. Llevamos dos años y medio viniendo acá a jugar, cuenta Germán Toro.
D.B. ¿Cómo retomaron el juego? ¿Hace cuánto se reúnen?
Germán Toro (GM): Yo regresé al hockey después de unos ocho años de receso. Volví por mi hijo, que le dio por jugarlo. Entonces regresé al Parque Nacional y me encontré con Luis y otros veteranos, y me contaron que venían jugando desde hacía un par de años. En vista de que era tan complicado el espacio porque allá toca pagar, yo conseguí esta cancha y nos vemos los domingos.
Luis Martínez (LM): Yo siempre he estado vinculado el hockey, no he tenido recesos como Germán. Empecé a jugar como en 1976. Recuerdo que trabajaba por la 7ª con calle 45 y a la hora de almuerzo salía a caminar y jugaba banquitas con un grupo de mecánicos y obreros. Una vez, cuando llegué los equipos ya estaban completos y ese día me fui a la pista del Parque Nacional y le pedí prestados los patines a un muchacho; eran de esos patines de correa y de extensión. El sábado siguiente compré mis patines en la Casa Olímpica. Y ahí empezó la fiebre, yo iba y jugaba futbol en patines, a la lleva, bailaba música disco, me invitaban a inaugurar almacenes y hacer piruetas… luego me metí en el patinaje artístico y aprendí bastante.
D.B. ¿Pertenecen a la Liga de Jockey?
Nosotros estamos inscritos en la Liga, pero no como jugadores activos, porque no pagamos una anualidad. Pero participamos en torneos que se llaman Open. Los organiza la Liga cada dos o tres meses y dentro de esos torneos abrieron la categoría Open para darnos la oportunidad a nosotros.
D.B. Hoy en día ¿en dónde encuentran implementos para jugar hockey?
LM: En Santa Isabel. Allá se encuentra de todo, de buena calidad y a precios muy económicos: pecheras, coderas, defensas…
El muerto al hoyo…
Alberto Baquero, uno de los veteranos que cada domingo juega en el San Bartolomé comparte algunas anécdotas.
AB: Nosotros siempre jugábamos en el Parque Nacional de día, y una vez jugamos en el Coliseo de Ferias, por Corferias –eso fue como en el 68– y de repente me pasaron la pelota y yo quieto, y me volvieron a hacer pase ¡y yo no la veía porque me había quitado las gafas! Una vez en Girardot me puse anteojos y me los amarré con un cauchito en la parte de atrás para que no se me cayeran. Pero no contaba con el clima. Con el sudor, los lentes se me empañaban ¡y tampoco veía un carajo!
LM: ¡Oiga! Recuerdo que había un jugador que venía en su carro fúnebre, ¡dejaba el muerto por ahí mientras jugaba!
AB: ¡Molano! ¡Molano! Yo a él le compré mis primeros patines de hockey. Hernando Molano era propietario de una funeraria y una vez tenía un partido de hockey.. y él tenía la duda ¿o voy al partido o voy a la funeraria? Finalmente, parqueó el carro fúnebre en el parque y jugó su partido (risas).