Una noche en el teatro Petra: una experiencia como ninguna otra

Por Daniela Villamarín y Juanita Correa

La experiencia en el Teatro Petra no se asemeja a ninguna otra. Por esa razón y por la excelente acogida del público en los últimos meses decidieron extender la temporada de su obra 25 cosas. Escrita y dirigida por Fabio Rubiano, esta comedia dramática cuenta con las actuaciones de Marcela Valencia, Jacques Toukhmanian, Julián Román y Liliana Escobar.

La obra 25 Cosas del Teatro Petra fue escrita y dirigida por Fabio Rubiano y cuenta con las actuaciones de Marcela Valencia, Jacques Toukhmanian, Julián Román y  Liliana Escobar.

“¿Habrá algún estúpido que me crea?”, preguntó con cinismo Elián Farías, la protagonista de la obra. Aunque ella se refería a un plan que había orquestado para engañar a quienes la conocían, me tomaré el atrevimiento de usar esa línea de diálogo para hablar sobre el teatro. ¿Habrá algún estúpido que me crea cuando le diga que el Teatro Petra esconde todo un universo entre sus paredes? ¿Que es un concepto en sí mismo? ¿Que no tiene nada de convencional? ¿Y que al asistir a su escenario se tiene una experiencia que trasciende sus obras?

Fundada hace 38 años por Fabio Rubiano y Marcela Valencia, esta es una de las compañías más representativas del teatro contemporáneo en Colombia. Ubicado en el barrio Teusaquillo, en Bogotá, el teatro Petra es un lugar cercano, íntimo y acogedor. Usualmente presenta solo una obra por temporada, de elencos más bien reducidos y donde casi siempre, por regla general, actúan sus dueños. No lo hacen víctimas del autoelogio o para hacerse famosos. Nada de eso parece ser relevante. En este teatro en particular no importan la fama, ni el enriquecimiento, ni la producción en masa de obras dramáticas que durante el proceso pasan del arte a la producción industrial.

Para la obra de teatro se dispusieron en las sillas 25 cosas que el público incluía en la historia durante la función.

El Petra es un teatro pequeño, de aforo modesto y con un ambiente escénico que desde su sencillez busca recuperar a un espectador que ha ido perdiendo la costumbre de encontrarse entre tablas. De eso se trata, de que la distancia entre el público y el escenario sea mínima, tanto, que a los actores no les hacen falta los micrófonos y rara vez tienen que gritar. También es normal verlos interpretar más de un papel. En 25 cosas, por ejemplo, Jacques Toukhmanian es el primo de la protagonista, el detective y su amante, todos al mismo tiempo y sin confundir a ninguno. Porque de eso también se trata, del realismo mágico que les permite cambiarse el acento con solo cambiarse la camisa.

La escenografía está cargada de un gran componente simbólico, es minimalista y precisa y los personajes son quienes la alteran para convertir los espacios en otros sin la necesidad de hacer pausas o bajar el telón. En esta obra, por ejemplo, Elián Farias amanece en la cama de un hospital y a medida que se desplazan los personajes dentro del espacio, estos van alterando las cosas; mueven una cama aquí, corren una cortina allá, se sientan alrededor de una mesa, giran las sillas, toman un timón entre las manos y el hospital ya es casa, y la mesa es carro y nosotros les creímos todo.

Puesta en escena de la obra 25 cosas, una comedia que narra la historia de una mujer que pierde la memoria.

En este teatro las obras se caracterizan por ser divertidas dentro su complejidad. No son sencillas, mucho menos ligeras, pero resultan ser una experiencia donde el trasfondo emana por las pequeñas grietas que deja el placer culposo de reírse de la realidad. En 25 cosas, Elián Farías es una socióloga racista, clasista y homofóbica. Ella encarna todo lo que no se debe ser en el mundo actual, pero al mismo tiempo este personaje es todo lo que un colombiano promedio intenta ser: tramposo, o mejor, ‘vivo’. Por eso finge perder la memoria, para despertar un día como la mujer incluyente y respetuosa de los derechos humanos que esperan que sea, pero no por convicción, sino para abrazar la tan anhelada aceptación social.

Hay mucho de la realidad en las obras dramáticas de Fabio Rubiano. Asistir a ellas en el Teatro Petra significa ser emboscado constantemente. Te lanzan la realidad vestida de chiste, de hipérbole, de símbolo, de personaje, de divertimento, pero a todo eso le subyace un contenido que dice mucho de la sociedad que habitamos, de las contradicciones que somos y de las problemáticas que entre la rutina apremiante nos volvimos incapaces de ver. Te entretienen, sí, pero también te exigen, te estremecen, te sacuden y por eso mismo, te atrapan. Hay una suerte de agudeza en los ojos, un sentido de exploración que te asalta cuando termina la función y sales al mundo volátil y tempestivo, donde resulta tan difícil mirar, creyendo que puedes ver algo.

Labio de Liebre, escrita, dirigida y protagonizada por Fabio Rubiano se convirtió en una obra insignia del teatro colombiano.

La experiencia de asistir al Teatro Petra es inmersiva, desde el comienzo todo parece ser muy personal, desde la forma en la que se es recibido en la reja blanca de la entrada, hasta el encuentro con el escenario que es tan próximo, tan cercano y familiar, que uno se siente parte de la obra, parte de algo. Interactuar a través de las 25 cosas puestas en las sillas del teatro se siente un poco intimidante, pero termina uniendo al público, tan diverso, y a los mismos actores, dentro de una experiencia única y unificadora. Las cosas que los asistentes van introduciendo en la historia acercan tanto al público con la obra, que terminan, de alguna forma, acercándolos también al teatro.

Acaba la obra, bajas las escaleras y encuentras con un café que parece estar hecho para desentonar. La lógica es la combinación de elementos totalmente disímiles que se yuxtaponen unos con otros y terminan embelleciéndose juntos. En sofás rosados, azules, rojos, de flores; en sillas amarillas, blancas, de plástico y madera; en mesas largas, cuadradas, redondas y a la luz de lámparas cálidas, frías, de sobremesa y de piso, los asistentes comparten café, rememoran su semana, se cuentan sus sueños, vociferan regaños, piden explicaciones, despliegan la colección de chismes atrasados que apilaron desde la última vez que se vieron y enumeran las preocupaciones del día. Pero cuando la mujer parada al pie de la escalera los llama para subir, todos tiran el telón sobre sus vidas y no vuelven a hablar hasta que bajan.

La sala de espera del Teatro, ubicada en el primer piso, junto a la cafetería.

“¿Habrá algún estúpido que me crea?”, preguntó Elián Farías, durante la obra en el teatro Petra. ¿Lo habrá? ¿Habrá algún estúpido que les crea? ¿Algún estúpido que piense que lo que ocurre frente al telón es medianamente real? ¿Algún estúpido que vea como natural la exhibición de sonidos guturales y expresiones exageradas? ¿Algún estúpido que pueda ver el vacío como casa? ¿El solo timón como un carro entero? ¿Un par de luces móviles como la luz del sol al mediodía? ¿Un agujero como ventana? ¿Un escenario como el mundo? Sí. Les creemos. Lo hacemos porque, aunque sabemos que lo que ocurre no es otra cosa que una quimera bien pensada para sorprendernos, queremos mantener, como niños, la ilusión de ser sorprendidos.

El vientre de la ballena es el nombre del café ubicado dentro del teatro.

Del Teatro Petra podría decir que es una casa blanca en pleno Teusaquillo. Podría hablar del árbol en el patio lleno de flores amarillas. Del sofá blanco bajo la escalera. De los premios en el estante junto a una rosa marchita. De su café. De que les hacen descuento a estudiantes. De que en sus obras actúan famosos. De que han ido a Bosnia, España, Francia o México. De que los baños son bonitos. O las sillas de la audiencia duras. De Mosca, una de sus imperdibles. O de Labio de Liebre, su obra maestra. De que en esta última los campesinos vomitaban tierra y flores porque estaban llenos de injusticia. De que la temporada de 25 cosas se extiende. De que en ella Elián Farias y su familia me hicieron reír. De que sacaron en pleno escenario un consolador. De que te quieren tan cerca de la historia que te piden favores durante la función. De que al terminar la venia los actores te miran a los ojos. De que eso resulta intimidante. De que tienen una tienda de ropa de segunda. O hacen talleres. O hay que llegar con una hora de anticipación. De que es pequeño y por eso es difícil encontrar boletas. De que su arte es ingenioso. De que ya voy 24 cosas y todavía no les he dicho la última: que vayan.

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Es un proyecto de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, dedicado al periodismo digital, la producción audiovisual y las narrativas interactivas y transmedia