“Un apellido no viene solo”: Sobrino nieto de Héctor Abad Gómez

Carol Salazar // carol_salazar@javeriana.edu.co

El 25 de agosto de 1987 fue asesinado en Medellín, el médico y defensor de los Derechos Humanos, Héctor Abad Gómez. Su sobrino nieto, Mateo Medina Abad, habla sobre su legado en la familia.

FOTO: Héctor Abad Gómez. Tomada de Twitter de la cuenta @VidaSilenciadas

“Él defendía a la gente que nadie más defendía y a alguien no le gustó eso”, dijo Mateo Medina Abad refiriéndose al asesinato de su tío abuelo Héctor Abad Gómez hace 32 años; crimen que hasta hoy sigue en la impunidad, a pesar de ser un caso de Lesa Humanidad. Sin embargo, sigue vivo su legado.

Ese 25 de agosto de 1987 murieron, junto con el médico y profesor de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, Héctor Abad Gómez, Luis Felipe Vélez, presidente en ese entonces de la Asociación de Institutores de Antioquia (Adida), y Leonardo Betancur Taborda, sindicalista de esa misma asociación y miembro del Comité por la Defensa de los Derechos Humanos de Antioquia, de la cual fue fundador y presidente Abad Gómez. Todos fueron asesinados en el edificio Adida, pero Vélez fue el primero en caer ese día; cuando Gómez y Betancur se dirigían a su funeral, fueron acribillados por unos sicarios. También, dos meses después de la muerte de los tres, fue asesinado Jaime Pardo Leal, candidato a elecciones presidenciales de 1986 por el partido de la Unión Patriótica (UP) –en las que ocupó el tercer lugar–, y junto el candidato, fueron acribillados más de 3000 miembros de la UP entre los 80 y los 90.

Por toda esta ola de homicidios, Mateo Medina Abad aseguró que “Colombia es un círculo vicioso de olvido”, frase que concordó con el nombre del libro El olvido que seremos (2006), escrito por Héctor Abad Faciolince, hijo de Héctor Abad Gómez, en el que narra la vida y muerte de su padre. Allí se revela toda la labor social que por medio de la medicina realizaba su papá y la lucha que tuvo que llevar durante muchos años y hasta la muerte, contra los que no querían que velara por los más desfavorecidos de Medellín. Su interés por lo social ha sido un legado para la familia, pues “un apellido como el Abad tiene una fuerza en luchar por los Derechos Humanos, en contar historias, en narrar (…), el apellido carga una búsqueda por eso que nos hace humanos”, reconoció Mateo Medina.

FOTO: Mateo Medina Abad
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El hijo de Gómez, Abad Faciolince, se dedicó a la narración de historias y a la construcción de memoria, en lo que claramente se incluye la obra dedicada a su padre y que nunca leerá, El olvido que seremos. Daniela Abad Lombana, hija de Faciolince –directora, guionista y productora– hace su vida en torno a la narración de historias, pero en el mundo audiovisual. Hizo el documental Carta a una sombra (2015) basado en el libro de su padre. También la tía de Mateo Medina, Ana Cristina Abad, comunicadora y gerente de la Corporación Orquesta Filarmónica de Medellín desde 2016, ha aportado a la búsqueda de lo humano que menciona Medina.

Por esa misma rama de su prima y su tía, Mateo Medina Abad hace periodismo cultural desde lo audiovisual porque según él “el periodismo también se debe involucrar en el por qué la gente vive de una manera determinada y cómo puede la cultura transformar a la gente que vive de esta forma. Como por ejemplo el graffiti, que ha sido una forma de salir de espacios de droga”, recalcó. Además realizó un documental sobre su madre, en forma de homenaje hacia ella y como eliminación del estigma “que la sociedad tiene con respecto a que una persona con depresión clínica no puede ser parte activa de la sociedad”, dijo.

Su tío abuelo visitaba las zonas más pobres de la ciudad, llevaba a sus estudiantes de medicina hasta allá para que supieran por qué se enfermaba la gente y, de esta forma, hacía denuncias sobre la falta de agua potable para esas poblaciones, sus condiciones de vida y la carencia de hábitos básicos de higiene. “Su medicina no se reducía a la atención, sino que llegaba a preguntarse cómo vivía la gente”, resaltó Medina.

Después pasó a la defensa de los Derechos Humanos, que estaban siendo violados con el asesinato de estudiantes y profesores, tildados de izquierdistas, muchos de la Universidad de Antioquia en donde él enseñaba. Esas denuncias, junto con otras contra grupos paramilitares, de los que presuntamente fue víctima en 1987, fueron el tope para que estuviera en una lista del Ejército Nacional (encontrada en su chaqueta el día de su muerte), en donde se nombraban personas señaladas como miembros de grupos subversivos. En ese sentido, sus denuncias fueron el detonante para que Carlos Castaño (1965-2004), exjefe paramilitar, mandara a matarlo según confesiones dadas por Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, en el 2012 pero que aún no han sido confirmadas.

Para el 2014 los tres casos ocurridos ese 25 de agosto fueron reconocidos por la Fiscalía General de la Nación como de Lesa Humanidad, lo que los hace imprescriptibles en la medida en que las víctimas podrán ejercer cualquier acción para reclamar su derecho al esclarecimiento de la verdad sin temor a un vencimiento de términos. Esto permitió que en el caso de Héctor Abad Gómez se abriera una investigación contra el paramilitar Manuel Salvador Ospina Cifuentes, alias ‘Móvil 5’, pero este personaje murió en el 2018 y no se pudo concretar su juzgamiento. Hasta hoy no hay condenados. Por eso Mateo Medina Abad dijo que “eso (el reconocimiento como caso de Lesa Humanidad) permite tener la oportunidad de que de pronto pase algo, pero no ha pasado nada. Eso es como abrirle falsas aspiraciones a la gente. Hay casos que no se cierran y vas a mantener la esperanza o desesperanza abierta toda una vida (…), esto es un tema que se murió casi que con él”.

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