Texto por Laura Barrera Lascano

Colombia es el primer país del mundo en variedad de aves y anfibios, el tercero en especies de animales y una de las doce naciones más megadiversas. En medio de tanta riqueza, hay una región que parece estar condenada al olvido: Chocó. Este departamento, ubicado en el Pacífico, delimita con Panamá, Antioquia, Risaralda y Valle del Cauca. Lo atraviesan las selvas del Darién, donde habitan 95 especies endémicas, y varios ríos, entre los cuales sobresalen el Atrato y el San Juan. Además, es la única región de Colombia que tiene salida a los océanos Atlántico y Pacífico. Gran parte de su economía depende del turismo. En la última década lo han visitado cerca de 19.000 personas. Podrían ser muchas más, pero la corrupción (diez gobernantes en diez años), la violencia y el olvido sin pausa del Estado han condenado al Chocó a la pobreza. Aun así, esta región resiste, y una nueva generación está empeñada en que su voz se escuche más allá del Atrato y de las tupidas selvas donde la lluvia se amaña.

Su riqueza cultural convive con una historia de violencia, como consecuencia de la guerra que ha afectado al país por más de sesenta años. A esto se suma el mal uso de los recursos públicos, que tiene a Chocó con una gran brecha de salud, desigualdad y educación. El departamento refleja las fallas del sistema de salud en general. Según el Informe Nacional de Competitividad (2020), “existe un rezago en materia de personal médico: hay 2,2 médicos por cada 1.000 habitantes (3,5 en los países OCDE) y 1,3 enfermeros por 1.000 habitantes (9,6 en los países OCDE)”. La pandemia de COVID-19 aumentó esta brecha evidenciando el gran déficit de recursos de los hospitales públicos. La inversión de 7.2 billones de pesos del gobierno destinada en 2020 para la Amazonía y el Pacífico no fue suficiente. La situación está llegando a un punto crítico tanto para los pacientes como para los médicos de los hospitales públicos. A muchos no les pagan desde agosto de 2021.

En términos de desigualdad para 2021 el Chocó fue uno de los dos departamentos con mayor tasa de pobreza monetaria con 63,4% y de pobreza monetaria extrema, con 33,3%. Estas cifras son la realidad de la mayoría de sus habitantes. Según el medio Caracol, en 2019 había “medio millón de habitantes, 80% de los cuales no tenían las necesidades básicas satisfechas, ni agua potable, ni electricidad, ni servicios de salud”. Es evidente que la brecha de pobreza se extiende hasta el punto de no satisfacer las condiciones mínimas para tener calidad de vida digna. Solo en la capital, Quibdó, cerca de la mitad de su población vive en condición de pobreza. La pandemia aumentó esta brecha, como lo indican datos del DANE sobre “Hogares por opinión del jefe de hogar respecto a si se consideran pobres”. Para 2019 era del 68,7% y para 2021 del 79,5%, posicionándola en el tercer lugar después del Vichada y La Guajira.

En tercer lugar, la educación del departamento es de baja calidad. Según los resultados de las pruebas Saber 11, que son un indicador que comprueba “el grado de desarrollo de las competencias de los estudiantes que están por finalizar el grado undécimo de la educación media”, en el periodo 2019-2 Chocó ocupó el último puesto entre los 32 departamentos del país, con un resultado promedio de 200.73 puntos de 500 posibles. 

Además, debido a la pandemia, la educación se vio afectada, pues los estudiantes tuvieron que adaptarse a la modalidad virtual en una región con baja conectividad. En el 2020, solo el 13,2% de los hogares del Chocó tenían acceso a internet (según el total de departamentos, DANE). Esto generó una mayor inasistencia escolar durante el confinamiento. A pesar de los bajos índices de educación el periodista Camilo Álzate, de El Espectador, dice que hay proyectos como Educapaz, financiados por ONG’s y entidades internacionales que trabajan con los adolescentes, “esto es importante porque algunos de estos jóvenes logran salir de la espiral de violencia gracias a estos proyectos que suplen lo que debería hacer el Estado”. 

En términos de desigualdad para 2021 el Chocó fue uno de los dos departamentos con mayor tasa de pobreza monetaria con 63,4% y de pobreza monetaria extrema, con 33,3%.

En los últimos años, y como consecuencia de estas brechas, los grupos al margen de la ley las disidencias de las FARC, ELN, Clan del Golfo y Los Mexicanos se han posicionado en el Chocó. Estos grupos se disputan el territorio y el negocio del narcotráfico en una región, estratégica para transportar estupefacientes y armas hacia el exterior y hacia otros departamentos. A esto se suma la minería ilegal y la explotación maderera. Según un estudio del Observatorio de Crimen Organizado de la Universidad del Rosario, “los niños, niñas y adolescentes que viven en las comunidades más pobres y marginadas de Colombia están siendo explotados para alimentar la expansión criminal de los actores armados del país”. 

Sus resultados muestran que el departamento es el tercero con más reclutamiento forzado en jóvenes. Muchos jóvenes acaban uniéndose a estos grupos armados, que en una tierra donde escasean las oportunidades, se convierten en una opción de ganar dinero. Según la Mesa Departamental de los Pueblos Indígenas “a nivel Chocó, 138 jóvenes se quitaron la vida desde 2015 hasta marzo de 2022, y en lo corrido de este año van al menos 20” y hubo 18 que lo intentaron, pero sobrevivieron. Esto prende alarmas de preocupación porque demuestra que los jóvenes quieren salir y romper con el ciclo de violencia en el que viven, pero por la falta de oportunidades y al no ver otra alternativa prefieren quitarse la vida antes de unirse a un grupo ilegal.

Como señal de resistencia los jóvenes chocoanos están alzando su voz. Día a día luchan por sus sueños en contra de las injusticias y dolores que genera la violencia, como en la marcha de “Galería de sueños apagados” de 2021, que homenajeó a 585 jóvenes asesinados por la criminalidad que vivió el departamento en los últimos seis años. Este especial cuenta la historia de cuatro jóvenes de Quibdó que, lejos de escapar, han echado raíces en una tierra que no merece ser relegada al olvido.