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Bocanadas de victoria
Por: Manuela Alzate Riaño // Crónica y Reportaje
No somos conscientes de la importancia de respirar hasta que no podemos hacerlo. Para muchos el parar la respiración implica morir. Para Sofía Gómez Uribe significa comenzar a vivir.
La superficie
Superficie. Ver el agua, sentir el agua, descubrir que dentro del mar es posible observar una amplia gama de tonos azules. Comenzar, de pronto, con un azul bondi y recorrer esa paleta hasta el prusia. La orilla es el fin, el comienzo del mar. Con un viento lleno de sal marina se espera la llegada de la ola, fría y rápida, y así llega por primera vez, cuando aún tienes los pies secos. Al irse no solo se lleva el agua, se lleva consigo un pedazo de arena que se encuentra bajo la planta del pie como si nos fuera a devorar y transportar hasta lo más profundo de la tierra, luego se va con la misma fuerza con la que llegó.
Así nos volvemos parte del mar, húmedos, con arena pegada en el pie y una diminuta escarchada dorada en el empeine. Así llegó Sofía Gómez Uribe al agua, solo que a diferencia de los demás a ella la ola no la dejó en orilla sino que la succionó hasta el fondo del océano. Para algunos el agua significa vida, para ella se resume en paz, tranquilidad y libertad.
“Cuando mi hermana y yo éramos chiquitas nos gustaba inflar un pequeña piscina rosada y jugar a quién aguantaba más las respiración bajo el agua”, recordó Sofía como si revelara parte de los secretos de su oficio y pasión. Ella no solo ganó la competencia ese día, sino que encontró una conexión con el agua. Comenzó practicando nado sincronizado. No le duró mucho. En 2002 su hermana la introdujo a la natación con aletas, ese deporte de piscina en el que el nadador se desplaza en el agua con un par de bialetas caladas a los pies, que le dan cierto aire de pez.
Un año después quedó campeona nacional de su categoría ganando todas las pruebas en las que había competido, recordó su madre Mónica Uribe, “Desde entonces ha querido ser la mejor nadadora con aletas”.
Una inhalación fuerte y profunda. Solo una. Con la suficiente potencia para llenar por completo los pulmones de aire. Mirar fijamente al juez. Oír el inconfundible sonido del pito, detectar hasta el click del cronómetro y el tiempo corriendo a toda marcha. Sofía se introduce en el agua con un medio giro del cuerpo tipo delfín y se empuja hacia el fondo del océano con una patada. Hoy, treinta de septiembre de 2018, ha comenzado la prueba para superar el récord mundial de apnea.
“Estar debajo del agua es como estar en el espacio, pero más bonito”,
Sofía Gómez Uribe