Mariana Saldarriaga
Entre la ética y una buena historia, hay una finísima línea que pone en aprietos a medios de comunicación. Esto quedó en evidencia gracias al debate suscitado en la prensa del mundo, por la aparición de un columnista anónimo en el New York Times. Esta publicación, se da en medio de múltiples escándalos que revolucionan y maquinan con la cabeza de Trump.
Las reacciones fueron variadas, Margaret Sullivan del Washington Post dijo que no se podía comprobar que el contenido de lo allí expuesto fuera cierto. Masha Gessen del New Yorker dijo que la columna no aportaba gran cosa en términos de información y que “al publicarla de manera anónima el diario renunciaba a responsabilizar a quienes están en el poder”. Y Soledad Gallego, directora de El País quien contrario a sus colegas norteamericanas, dijo que también lo habría publicado en caso de haber contrastado la información, y de saber el autor del escrito.
Lo que sí es cierto, es que las decisiones diarias de los periodistas van marcadas por dilemas éticos y morales, por la repercusión que tiene el oficio en la vida de miles de personas; en este caso hasta se estaba cuestionando el efecto sobre la seguridad nacional por parte de las afirmaciones del opinador fantasma. La sociedad de periodistas profesionales dice que “las fuentes anónimas son a veces la única llave de acceso a una gran historia, pero las fuentes anónimas también pueden ser el camino hacia un pantano ético”. Es por eso, que este tipo de decisiones tomadas por los jefes de opinión del Times afecta no solo la credibilidad del periodismo sino también abre un nuevo cuestionamiento preocupante y es el de si los principios del oficio también se están volviendo tan flexibles, como en algunos otros sectores de la sociedad.
La deontología periodística no puede volverse un saludo a la bandera, los medios no deberían aprovecharse de su prestigio para doblar y desdoblar lo que se llamarían las “buenas prácticas”. Dejando a un lado el tema de la subjetividad inexistente, es peligroso que los medios caigan en esa lucha por querer demostrar un punto a toda costa. Sí, definitivamente los medios son llevados por seres humanos y por eso no son perfectos, pero aquí lo que se debe tener en cuenta es que la impulsividad, las decisiones a medias, imprudentes o mal informadas, no deberían además estar atadas a los intereses o en este caso a la causa de la defensa de la prensa norteamericana frente al presidente.
Parte del cumplimiento de esta profesión es ponerle rostros a las historias, pues abrirle la puerta al pantano del anonimato, algunas veces es librar culpas, dejar que se diga y se haga, y lavar las manos en las aguas sucias de la irresponsabilidad.