Un negociador inesperado

Por Paola Catalina Morales Buitrago

El 17 de noviembre del 2022, José Félix Lafaurie emprendió su camino como parte del equipo negociador del gobierno en la mesa de diálogos de paz con el ELN. Como presidente de Fedegan y esposo de la senadora María Fernanda Cabal, quien pertenece al Centro Democrático, su inesperada participación en las negociaciones ha suscitado todo tipo de reacciones. Hoy, con un cese al fuego acordado por las partes, Lafaurie habla sobre las lecciones que ha dejado el proceso y las expectativas de un nuevo ciclo de negociaciones que inicia.

Foto: Paola Morales.

Duerme poco. Dice que es noctámbulo. Se acuesta tarde, y aunque escucha noticias desde temprano, no se levanta de la cama antes de las ocho de la mañana. Quizá por eso usa edredones separados a los de su esposa, la senadora María Fernanda Cabal. Duermen en camas individuales, aunque juntas. Y, por eso, como alguna vez dijo entre risas en una entrevista, “cuando la cosa se pone más complicada podemos separar las camas un poquito y ya está”.

Pero desde hace algunos meses su rutina se ha complicado y su vida cambió hasta en esos detalles: las jornadas de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que ahora se desarrollan en Caracas, comienzan alrededor de las ocho de la mañana, por lo que debe despertarse a las 6:30 para cumplir con un extenso día de compromisos.

La posición de José Félix Lafaurie no es nada fácil. Reconocido por una larga trayectoria que lo situaba en una orilla distinta a la del actual gobierno y por ser el esposo de una de las figuras más prominentes de la derecha colombiana, se convirtió en integrante del equipo negociador del primer gobierno de izquierda del país. Además, en medio de esa posición difícil, también ha debido sortear la noticia de unas posibles amenazas contra la vida de su esposa por parte, aparentemente, de los mismos con los que debe sentarse a negociar.

El dilema que enfrenta no es otro que la dolorosa dualidad entre su vida personal y su vida profesional. Pero él, pragmático hasta la médula, reivindica su lugar. “María Fernanda es una persona que tiene seguridad en lo que hace y en lo que dice, y yo creo que ya después de tantos años nos conocemos lo suficiente para saber dónde tiene que estar ella y dónde tengo que estar yo”, afirmó con vehemencia en una entrevista con la periodista Eva Rey.

“¿Va para donde el doctor o la doctora?”, me pregunta uno de los seis o siete escoltas que custodian la entrada del edificio donde viven José Félix Lafaurie y María Fernanda Cabal. “Para donde el doctor”, le respondo. Luego de algunos segundos me permiten el ingreso y subo al ascensor. Cuando las puertas se abren nuevamente, me recibe un retrato casi a tamaño real de la senadora . Doy unos pasos al frente y me dejo guiar por el sonido de una voz de evidente acento costeño. Lafaurie se encuentra sentado en la mitad de una mesa con cuatro personas en lo que parece ser una reunión por Teams. Con señas me indica que me siente en la silla de la cabecera.

Está casado con la senadora María Fernanda Cabal y tienen cuatro hijos. Foto: Paola Morales.

Samario de nacimiento, Lafaurie comenzó su vida política a los 22 años, cuando fue elegido diputado en el Cesar. Nació en una familia de la élite de Santa Marta. Su padre, un ingeniero agrónomo, fue pionero en la siembra de algodón en la región, gobernador y senador de la República por La Guajira. José Félix llegó a Bogotá para estudiar ingeniería civil y luego hizo una maestría en economía en la Universidad Javeriana. Ahora tiene 65 años y una larga carrera en la que ha alternado los sectores público y privado.

Se ha desempeñado como viceministro de Agricultura en el gobierno de Gaviria, vicecontralor de la República, coordinador político del Movimiento de Salvación Nacional, del conservador Álvaro Gómez Hurtado, y fue superintendente de Notariado y Registro en el gobierno de Álvaro Uribe, entre otros. En el 2004 pasó a ser presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegan), cargo que aún ejerce. Es un hombre versátil y polifacético, que además es padre de cuatro hijos y abuelo de una nieta.

Acabada la reunión por Teams y me dice que subamos a su residencia, ubicada pisos más arriba en el mismo edificio. Su verdadero domicilio está atestado de fotografías familiares y viejos retratos de todos los tamaños. Resaltan un piano, un armario antiguo inmenso y una escalera de barandales de herrería y baldosas de mosaicos azules. A lo lejos escucho una voz que lo saluda con tranquilidad. Es María Fernanda Cabal y le cuenta cómo le fue en su visita a la Fiscalía esa misma mañana. En su casa le dicen “Pepe”, a veces “Pepito”. Es cauteloso, muy equilibrado, pero su temperamento es fuerte.

“¿José Félix Lafaurie se volvió petrista?”, se lee entre algunos titulares de noticias sobre su participación en las negociaciones con el ELN. A la mesa de negociación llegó el año pasado, cuando fue invitado por el presidente Gustavo Petro. Y lo hizo, en parte, siguiendo el consejo del expresidente Álvaro Uribe: “Es mejor estar que no estar”, como lo cuenta en una de sus columnas de opinión.

José Félix Lafaurie tiene una larga carrera profesional en la que ha alternado los sectores público y privado. Foto: Paola Morales.

Su participación supone un suceso sin precedentes. Como líder del gremio de los ganaderos, percibido por muchos como un gremio de derecha, y crítico del proceso de paz con las FARC, Lafaurie desempeña un papel clave en la legitimidad del proceso y en el avance de temas como la reforma agraria. Comparte mesa con Otty Patiño, cofundador del M-19, y con los senadores Iván Cepeda y María José Pizarro, entre otros.

Realista como es, reconoce la complejidad de su rol en las negociaciones, y en su hogar. “Si acepté no es para poner el palo en la rueda”, ha expresado en múltiples ocasiones, pero “nunca, nunca dejaré de opinar en aquellas cosas que creo que pueden ser equivocadas para Colombia”.

Directo Bogotá (DB): ¿Cómo ha sido integrar una mesa de negociación tan diversa?

José Félix Lafaurie (JFL): Mucho más fácil de lo que se podría haber esperado, por una razón elemental: cuando hay respeto, cuando se tramitan las diferencias, incluso las conceptuales, con respeto a la opinión ajena, no hay ningún problema. Por lo pronto, me he sentido cómodo. He dicho lo que he querido, claramente en función también de unas responsabilidades que tengo como miembro de la delegación de un gobierno.

DB: ¿Cuáles son los retos de negociar con una guerrilla como el ELN?

JFL: Bueno, es una guerrilla que ha tenido, con este, varios intentos de negociación con siete gobiernos. No es nada sencillo, como cualquier negociación. Pero, como todas las cosas, cuando hay rigor y ritmo en el trabajo, lentamente se puede avanzar. Además, hicimos algo que era apenas entendible y es no iniciar con una agenda absolutamente nueva, sino retomamos la agenda que venía de Quito y eso hizo mucho más fácil las cosas. Pero el reto está. A los procesos de paz en Colombia les pasa lo que al pastorcillo mentiroso: de tanto resultar fallidos, el país dejó de creerles y, tristemente, se acostumbró a la violencia.

DB: Se cumplen algunas semanas desde que se inició el cese al fuego, ¿cuál es su balance hasta el momento?

JFL: Hubo una serie de hechos que, necesariamente, tendrán que ser evaluados por el mecanismo que convinimos. Por consiguiente, solo hasta que Naciones Unidas, que es la vocera del mecanismo, haya hecho las evaluaciones correspondientes y le cuente al país si los incidentes que se han presentado tienen o no algún tipo de impacto, me parece que quienes estamos en la mesa tendremos que guardar mucha prudencia.

Es presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos desde hace casi veinte años. Foto: Paola Morales.

DB: En otros gobiernos hubo varios intentos fallidos de negociar con el ELN y este es el primero en el cual se logra firmar un acuerdo de cese al fuego. ¿Qué lecciones le han dejado estos meses de negociación?

JFL: Hemos logrado once acuerdos y nueve protocolos. Cada uno se logró tramitando con mucha paciencia las diferencias, pero al mismo tiempo tratando de tener siempre el foco en el objetivo final, que es hacer posible la participación de la sociedad con el cese al fuego y con el cese de hostilidades.

DB: ¿Cuáles son las expectativas de este cuarto ciclo de negociaciones que comenzó? ¿Qué temas van a tratar?

JFL: El cuarto ciclo debe tener básicamente dos propósitos. Primero, hacer los ajustes que haya que hacer a propósito de los dos acuerdos más importantes: el cese al fuego y la participación de las comunidades. Se deben hacer los ajustes a los temas que ambos acuerdos obligan, pues están directamente vinculados con lo que esté pasando en los territorios. Y ahí viene el segundo tema, que es el de las comunidades. No se entiende el cese al fuego ni mucho menos la participación si las comunidades tienen las hostilidades que se están viendo hoy en día. Por consiguiente, como bien se dijo en la instalación del cuarto ciclo, este tiene que ser el ciclo de la gente, la que sufre en el territorio.

DB: Pasemos a otro asunto: ¿en qué va la reforma agraria?

JFL: Pues, mire, va más o menos. Me gustaría que fuera más… más rápido. No, no hay tal. Siempre se han demorado en la compra de tierras, Fedegán ha ofertado más de 550.000 hectáreas… Pero, bueno. En principio tendrán las tierras, pero lo verdaderamente importante no es solamente que se compren, sino que haya proyectos productivos para las asociaciones de los campesinos que la reciben, de tal manera que mejoren su ingreso y, por supuesto, sus condiciones de vida.

Las delegaciones de paz del gobierno colombiano y del ELN abren en Caracas su cuarto ciclo de negociaciones. Foto: Alto Comisionado para la Paz. Foto: Paola Morales.

DB: Hay quienes dicen que ha sido muy difícil comprarles tierras a terratenientes ¿Dónde cree que nace esa dificultad?

JFL: Absolutamente falso. Es una narrativa que no tiene ningún sentido. Si lo que tienen es tierra: desde Fedegán se han ofrecido 550.000 hectáreas. Hay es que comprarlas. La dificultad es que cuando se quiere sacar adelante cualquier cosa en la vida es necesario dedicarse de manera sistemática, en este caso, para lograr avanzar en el procedimiento que la ley señala para poder comprar tierra. Eso no es ninguna cosa del otro mundo, pero hay que hacerlo.

DB: ¿Cómo ve usted el papel de la oposición? ¿Qué piensa de las críticas que le hacen al proceso y a la negociación?

JFL: Que la democracia se funda en el disenso. Si hay disenso, hay democracia. Si no hay, quiere decir que en eso no hay democracia. Por consiguiente, el papel de la oposición es ese y tiene que ser ese.

DB: ¿A qué cree que se debe la sorpresa de la opinión pública sobre su papel como negociador?

JFL: Bueno, por una razón elemental: aquellos que creemos en el Estado de derecho, que creemos en la ley como fundamento básico del Estado de derecho para que esas reglas de juego permitan la convivencia pacífica de sus ciudadanos, siempre hemos creído que premiar el crimen no es una buena alternativa. Sigo creyendo en ello, claro está. Ahora bien, se trata de acordar unas reglas de juego con quienes desde fuera del Estado de derecho colombiano pretenden ahora incorporarse. Vamos a ver si lo logramos.

Lafaurie celebró cuando la Corte Constitucional permitió la reelección de Uribe en el 2006 y también apoyó su reelección en el 2010. Foto: Paola Morales.

DB: Para terminar, ¿qué es la paz para José Félix Lafaurie?JFL: ¿La paz qué es…? Muy sencillo. La paz es cuando realmente todos aquellos que vivimos bajo el imperio de la ley somos capaces de cumplirla. Cuando ese día llegue, la democracia tendrá los canales para poder hacer los ajustes a cualquier tipo de desajuste o desarreglo. Lo que no puede ser posible es que aquí haya una inmensa mayoría, casi que la totalidad de los colombianos, que cumplen la ley mientras hay unos cuantos que creen que el mejor camino es el del crimen y la criminalidad. La paz no es solo algo que se firma o se negocia. Es el silencio de las armas. Y es una construcción permanente y colectiva.

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