Por Sofía Avendaño Torres
Matilde de los Milagros Londoño Jaramillo es periodista y literata de la Universidad Javeriana, también es cofundadora de la colectiva feminista Las Viejas Verdes, fundadora del club de escritura Las Escribidoras y editora general de la revista Volcánicas, un medio feminista que ha hecho importantes denuncias sobre acoso sexual. Hablamos con ella sobre el feminismo y el papel que este desempeña dentro del periodismo.
Usa un enterizo morado de mangas largas y unas babuchas cafés con felpa, la vestimenta adecuada para protegerse del viento bogotano que sacude los árboles que se ven por la ventana de su apartamento sobre la avenida Circunvalar cuando está a punto de oscurecer. Se disculpa por el desorden: hay un pendón que tiene impreso el logo de la revista Volcánicas detrás de una de las sillas de madera de su comedor. Encima de la mesa tiene su computador, un aro de luz y su celular en un trípode.
Dice que es su set para grabar el video de La Caldera, el formato audiovisual de Volcánicas en el que semanalmente publican noticias cortas. El apartamento que comparte con su esposo, Martín, y sus dos gatos, Quijote y Kafka, refleja el perfeccionismo del que Matilde es consciente que padece, pues el área de grabación es lo único que parece fuera de lugar.
Todo lo demás parece estar en orden con rigor milimétrico: los cojines están encima del sofá alineados a la perfección y el piso de madera brilla de tal modo que produce culpa pisarlo.
Matilde escoge sentarse en un sofá de dos puestos y pone sus pies encima de la mesa de centro. Deja sus antebrazos sobre su regazo y empieza a hablar sobre la carrera de periodismo en la Universidad Javeriana.
Mientras sus ojos pasan con rapidez de un lado a otro, confiesa que no le gustaron sus profesores de periodismo. Habla sobre las cargas del oficio y que con el tiempo entendió por qué sus profesores se veían tan cansados. Dice, con su voz suave y gruesa a la vez, que el periodismo es emocionalmente desgastante, además de mal remunerado. Luego deja caer las palabras como golpes, aunque no alza el tono, en el momento en que empieza a hablar sobre lo que la apasiona: el feminismo. Sus labios cada tanto se curvan en una pequeña sonrisa. Se expresa con seguridad, mantiene el contacto visual y se distrae cuando escucha las uñas del gato enterrarse en el cojín de las sillas.
Directo Bogotá (DB): ¿Por qué escoger una agenda feminista?
Matilde de los Milagros (MM): Creo que la agenda feminista es la que más responde en este momento a la defensa de los derechos humanos, las mujeres y las diversidades. Pienso que el propósito del periodismo es informar a los ciudadanos para que tomen decisiones conscientes en una democracia, para cuidar la vida y que se respeten los derechos. Es la agenda feminista la que más se preocupa por que eso se cumpla.
DB: ¿Qué diferencia hay entre un medio que incluye el enfoque de género y un medio que se reconoce feminista?
MM: La diferencia es que cuando dicen “enfoque de género” no sienten que están comprometiéndose con una postura política. El feminismo sí significa una postura filosófica y política de la cual los medios se alejan y salen muertos del pánico, porque nos han dicho tradicionalmente que el periodismo no debería tener posturas, mucho menos políticas. A mí eso me parece una locura. El compromiso de los periodistas sí debería ser político a favor de los derechos de las personas. Entonces, creo que cuando dicen “enfoque de género” es una manera menos políticamente comprometida de hablar de mujeres o de otros grupos humanos.
DB: ¿El feminismo podría arriesgar la rigurosidad informativa en un medio?
MM: Todo el que dice que el periodismo feminista puede ser poco riguroso está hablando desde el patriarcado. Cuando alguien dice “vamos a hacer periodismo investigativo sobre corrupción, periodismo investigativo antropológico, periodismo político”, nadie le responde “está siendo poco riguroso”. En cambio, cuando uno dice que hace periodismo feminista se quejan de que por ser mujeres vamos a teñir el periodismo con nuestras emociones y a dejar de lado la base del periodismo, que son los hechos. Esa es una mentira contada por quienes han tenido la hegemonía de los medios y de las narraciones: los señores periodistas. Hombres que están acostumbrados a hablar de sus realidades sin tener que entender cómo afectan a las mujeres, siendo absolutamente condescendientes y desconociendo una realidad: la violencia de género existe y está documentada.
El periodismo feminista, así como el activismo, se basa en datos y en cifras. Los feminicidios, la violencia de género, la violencia doméstica, todo eso está documentado y tiene un montón de cifras en las que nosotras nos basamos. No salimos al mundo a pelear y a hablar sobre historias inventadas.
DB: Entonces, se cuestiona el periodismo feminista porque además es producido por mujeres jóvenes.
MM: Claro, cuando los periodistas hacen una denuncia sobre corrupción no salen a decirles: “¡Ay!, es que debería presumirse la inocencia de todos antes del juicio”. No, les dicen que son unos héroes y los felicitan por echar al agua a la gente corrupta. En cambio, cuando uno echa al agua a un abusador sexual, dicen que estamos haciendo de juezas. No, qué pena, nosotras somos reporteras e investigadoras.
DB: ¿Por qué hablar sobre feminismo por medio del periodismo específicamente?
MM: Creo que el periodismo es un oficio y una técnica muy útil para narrar realidades, aunque limita un poquito ciertas libertades narrativas o experimentales de la palabra. Permite que sean las personas con sus propias voces quienes cuenten sus historias. Algo que a nosotras nos gusta hacer desde Volcánicas es acompañar los testimonios y las narraciones de análisis basándonos en teoría, en datos y en cifras que ayuden a mostrar las realidades complejas y estructurales que reflejan esos relatos. Para denunciar es el formato que a mí me parece que más funciona.
“El periodismo permite que sean las personas con sus propias voces quienes cuenten sus historias”
DB: ¿Cómo evitar convertirse en juezas que determinan quién es víctima y quién es victimario, especialmente en casos que aún no han sido resueltos?
MM: En este momento hay una inevitable consecuencia de hacer periodismo sobre violencia sexual: la persecución judicial. La manera en que los presuntos acosadores y violadores sexuales se defienden de las denuncias hechas por medio del periodismo es demandado por todas partes. Nosotras lo hemos vivido en carne propia en Volcánicas, porque Ciro Guerra [el director de cine sobre quien publicaron en el 2020 un reportaje que incluía varias denuncias de acoso sexual], que fue el protagonista de nuestro primer reportaje, nos ha montado una persecución judicial en todos los lugares que pudo. Una tutela, demanda civil y una demanda penal por un millón y medio de dólares. Entonces la persecución judicial es una realidad muy grave, sobre todo porque tiene la intención de censurar al periodista. Por ejemplo, Ciro Guerra lo que más quería era que nosotras nos comprometiéramos a no volver a hablar de él. Eso se llama censura previa, o sea, lo que quieren los violadores es que nosotros no hablemos de ellos, nos quieren callar. Nosotras no publicamos información que no hayamos corroborado o de la que no tengamos fuentes primarias.
Es muy frecuente que los señores muy angustiados de que se les pueda poner en tela de juicio su bondad y su respeto, se mueran del pánico porque unas periodistas los denuncian. Nosotras, desde el periodismo, no hacemos lo que hace el escrache, hacemos una investigación rigurosa.
Entonces, a mí me parece que esa preocupación es un poquito absurda porque si no hiciste nada, no tendríamos cómo reportarlo.
DB: ¿Cómo incluir a la audiencia masculina?
MM: Nosotras en Volcánicas sorprendentemente tenemos mucha audiencia masculina. Está ‘enclosetada’, no nos comentan, pero nos leen y eso nos ha parecido un indicador superinteresante, porque lo que quiere decir es que los hombres sí quieren leer lo que se está diciendo de ellos. Y claro, como el periodismo feminista hace referencia a los hombres todo el tiempo, porque en pocas palabras son ellos los mayores perpetradores de violencia en general, no solamente de género, entonces a mí sí me parece importante que nos lean. Creo que hay recelo de muchos hombres a los que no les gusta sentirse “atacados”, les parece que cualquier texto de periodismo feminista es una ofensa. Pero yo creo que si realmente quieren ser aliados y que no haya más violencia de género, tienen que empezar a leer textos en los que se explique qué es, para que puedan identificarla en sus propias acciones y empezar a hacer cambios que repercutan en la realidad.
“Lo que quieren los violadores es que nosotros no hablemos de ellos, nos quieren callar”
DB: ¿Qué beneficios y qué obstáculos aparecen al hacer periodismo feminista en plataformas digitales?
MM: A nosotras nos han favorecido mucho las narrativas digitales. Les hemos sacado mucho provecho. Somos nativas digitales, sería mentiroso de mi parte decirte que ese es un limitante. Ha sido una oportunidad que nos ha dado un mundo de libertades. Por ejemplo, no tenemos restricciones de extensión de textos, no tenemos la preocupación de la cantidad de palabras.
Somos un grupo de mujeres, entonces tampoco tenemos la angustia de que a nuestro editor hombre no le guste la pieza, nos la edite y nos la machetee. Hemos podido hacer periodismo bajo nuestras reglas y siento que nuestro periodismo es muy audaz y revolucionario, porque no le hemos pedido permiso a nadie. No hemos volteado a mirar a las eminencias periodísticas y a los señores que van a festivales importantes, que eran quienes enseñaban en la universidad. Nosotras estamos haciendo nuestras propias reglas con una guía ética supremamente estricta.
Gracias a las redes sociales, hemos podido experimentar en todos los formatos. Aunque el formato periodístico más respetado y como con más renombre es el escrito, hay muchas otras formas de dar la misma información. Tenemos que ser innovadoras con la manera de informar si le queremos llegar a la audiencia más joven. Queremos que nuestro contenido y nuestra información se pueda digerir desde diferentes formatos. A todos nuestros contenidos le ponemos la misma intención, porque sabemos que todas las formas de consumir información son válidas.
DB: ¿Cómo educar en feminismo por medio del periodismo?
MM: Nosotras lo hacemos todo el tiempo a través del lenguaje pop. No nos avergüenza decir que somos feminismo pop, porque el lenguaje de la cultura popular es el más accesible para comunicarnos con una audiencia que no necesariamente ha pasado por la academia o no ha leído los libros clásicos del feminismo. Entonces nosotras utilizamos el lenguaje más sencillo y popular posible, tratando de usar referencias de la música, el cine, la televisión, cosas que las personas ven cotidianamente, que les sean familiares, porque creemos que es importante hacer pedagogía. Como la estructura patriarcal es a la que estamos habituadas, si no nos explican que hay otra realidad posible, es muy difícil que la veamos por nosotras mismas.
Algunas mujeres llegan a conclusiones feministas por sí solas y, claro, eso es maravilloso, pero hay otras que necesitan que les ayudemos a darse cuenta de que hay un sistema que nos pone en una categoría inferior a la de los hombres y que eso significa un mundo de violencia, así que nos deja en desventaja.