La cumbia del Sargento Remolacha y el reto de los lugares comunes

Hugo Caro (@Faisanizate)

Puerto Candelaria obtuvo el Grammy Latino con su álbum: Yo me llamo cumbia. Un disco a través de cinco clásicos del folclor colombiano

FOTO: El Sargento Remolacha (alter ego de Juancho Valencia) en tarima de Salsa al Parque 2019 junto con la Ciencia de Juancho Valencia / Foto: Santiago Hernández – Estamos en Salsa

Álbum: Yo me llamo Cumbia

Artista: Puerto Candelaria

Año: 2019

Sello: Merlín Producciones

En medio de la literatura musical colombiana, hay artistas que más que pegar éxitos se han dedicado a hacer homenajes (reciclar) a lo que ya hicieron o compusieron otros. Podríamos nombrar a Alberto Barros, quien a pesar de tener cierto bagaje con artistas como el Joe Arroyo (colaboró como invitado en el álbum “En acción” de 1989), ha desarrollado la mayoría de su carrera rindiendo tributos a la música colombiana (véase Tributos a la Salsa 1 y 2 y Tributo a la Cumbia). En 2012, Barros tuvo un conflicto legal con el genio detrás del Grupo Niche, Jairo Varela por los ya nombrados tributos. Varela tildó a Barros de “Mercenario e Impostor” (opinión concertada por muchos, entre ellos este servidor).

Pero, así como Barros ha permanecido en el lugar común de retomar éxitos de la salsa colombiana, existen artistas como Juan Carlos Coronel que, si bien se dio a conocer con su Patacón pisao’, ha sabido sacar provecho de los homenajes para dejar un sello personal y dejar su talento en ellos. Coronel ha sabido cantar desde canciones de Lucho Bermúdez y Pacho Galán, hasta dedicar álbumes de estudio enteros a homenajear otros artistas: Tesoros, dedicado a José Barros (con el cual ganó el Grammy Latino en 2011), De un Coronel a un Príncipe, dedicado al mexicano José José en 2012 y Lenguaje Universal, de 2017, donde recoge éxitos universales traídos al castellano como Come Fly With Me, New York New York y Unforgettable.

Sí, más allá de la calidad vocal de Coronel y los arreglos novedosos, no deja de ser un lugar común. Pero, ahí es donde reside el reto de los lugares comunes. Los covers son un fenómeno que se extiende más allá de los caracteres de este texto. Sin embargo, así como hay covers ‘clichesudos’ y efímeros, hay otros que innovan e instan la curiosidad del escucha. Por ejemplo, la delegación de músicos y orquestas cubanas que rindieron homenaje a Joan Manuel Serrat interpretando piezas de su autoría (Cuba le canta a Serrat volúmenes 1 y 2).

Si el reto de Coronel fue grande en Lenguaje Universal, porque se metió con canciones de Sinatra y Nat King Cole, el paisa Juancho Valencia, alias Sargento Remolacha, se enfrentó a un reto de igual o mayor cuantía cuando se propuso, junto a Puerto Candelaria, tomar cinco de los clásicos mas sonados del folclor, y la cumbia colombiana, y hacerlos a su manera.

FOTO: Portada del albúm “Yo me llamo cumbia”

Para tener una idea de la dimensión del reto; el tema Yo me llamo Cumbia (canción que dio nombre al álbum) tuvo su auge cuando la cantaron Totó la Momposina y Leonor González Mina. A su vez, la canción Momposina se internacionalizó cuando Nelson Pinedo la cantó con la Sonora Matancera e incluso está en el álbum que le dedica Coronel a Barros (el bueno). Y, por ejemplo, la canción Pepe -que no es que no apriete, sino que sabe apretar- fue grabada por artistas como Lucho Bermúdez o las Chicas del Can (en merengue). El Pescador también pasó por las manos de Totó la Momposina y los Warahuaco, y, para terminar este pequeño estado del arte, la Vaca Vieja es un clásico de Rufo Garrido y su Orquesta, que además pasó por la mano de Billo Frometa y la Billos (otros especialistas en hacer covers).

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Retomando el álbum, como lo dije anteriormente, la gracia está en innovar o dejar un sello personal. Esta última es la comba del palo a la que le dio Juancho y Puerto Candelaria. Valencia declaró en su momento al diario El Tiempo que “Puerto Candelaria y Juancho Valencia no se inventaron absolutamente nada, es una continuación de esas sonoridades (…) y se siente mucho cómo esta música se hace realidad de nuevo en el siglo XXI”. Básicamente, esta declaración puede resumir lo que vengo tratando de sustentar.

Una particularidad de Juancho Valencia, de sus múltiples proyectos y maromas, es el sello que como un letrero dice “el Sargento Remolacha pasó por aquí”. Se pudo ver cuando vino a Bogotá con La Ciencia de Juancho Valencia (en donde se viste de químico, monta un laboratorio y hace salsa) y es esa calidad de arreglos y ese estilo que pudo plantar en canciones como Nochecita, que pegó la holandesa Maite Hontelé con Herencia de Timbiquí, y que también tiene en Puerto Candelaria.

Los colombianos vienen dominando la categoría de mejor álbum cumbia /vallenato en los Grammy Latino por trece años consecutivos (incluido Coronel en 2011), pero que lo ganara Valencia, que el premio fuera para Puerto Candelaria, es un golpazo de respaldo a la escena independiente nacional y el reconocimiento a un álbum que nos deja oír cómo sonarían estas canciones con la producción que existe hoy en día y se las enseña a un público con un paladar diferente (si se quiere, joven).

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