La cascada más famosa de Colombia conserva su belleza de siempre; sin embargo, su entorno es uno de los ríos más contaminados del mundo. Las historias que al Salto, una columna viva de agua de 156 metros, lo convierten en una parada obligada a la orilla de la carretera.
Por Natalia Rico Medina
El Salto del Tequendama se encuentra a 30 kilómetros al suroeste de Bogotá. Según la Corporación Autónoma Regional, este patrimonio ambiental se ha visto afectado en los últimos años por “la tala de árboles, las captaciones de agua ilegales, el depósito de residuos domésticos e industriales que llegan al Río Bogotá, la disposición de basuras, residuos industriales con metales pesados, y la falta de interés por manejar eficiente y responsablemente las aguas del río”.
Si hablamos de su entorno, parece estar en muy mal estado… No obstante, fuera del panorama ambiental, las personas lo han intentado transformar. Por un lado, está la (reciente) Casa Museo del Tequendama.
De 1.470 metros cuadrados, este museo era conocido como el ‘Castillo de Bochica’. Cinco pisos, diez habitaciones, más de dos salas enormes llenas de espejos, grandes ventanales y una vista inigualable. Después de ser una estación de tren, se convirtió en un hotel de lujo. Personas de la élite lo visitaban como centro de convenciones y hacer allí sus grandes fiestas.
Todo empezó a cambiar cuando el lugar dejó de ser un hotel. Quedó en el abandono a partir de ese momento y, en consecuencia, las personas vieron el Salto del Tequendama como un destino ya no turístico, sino para morir. Los suicidas llegaban hasta aquí por su silencio, por su caída a una muerte fija, por su lejanía… y soledad. Tanto así, que por un tiempo empezaron a llamarlo el ‘Lago de los muertos’.
Aunque esa ha sido su historia, las personas que lo rodean han intentado recuperarlo como un
lugar turístico. El 20 de septiembre del 2018 el Ministerio de Cultura lo declaró como “bien
de Interés Cultural del ámbito Nacional”.
Ahora hay una gran variedad de cosas por hacer allí: desde caminatas…
Hasta el poder ver desde dos distintos miradores…
El ingreso a la Casa Museo…
El poder comer a sus alrededores…
O llegar después de una larga jornada de ciclovia a disfrutar de la vista y algunas fotografías.
Pero, aún así, no deja de ser un misterio todas las historias que allí se han vivido. Desde
apariciones de un señor desnudo a la madrugada hasta cruces en el camino que hacen que se
volquen los carros…
Quizás siga por eso siendo entonces un misterio. Un lugar enigmático que se mantiene entre
lo turístico y lo paranormal…