La condena de vivir tras las rejas

Ana Lucía Ñustes Granados

No hay médicos. No hay salud. No hay oportunidad. Las cárceles del país son verdaderos nidos de enfermedades mentales que no se tratan, solo se reproducen. Aquí, sobrevivir es un milagro.

Voz en Off: Sebastián Cote // Cifras DEFENSORÍA DEL PUEBLO

Si durante el proceso judicial, se logra establecer que el acusado se encontraba bajo la sintomatología de algún trastorno mental al momento de cometer el delito, esta persona es declarada inimputable y más tarde trasladada a una clínica psiquiátrica especializada. Aquí, los pacientes cumplen con sus condenas mientras son atendidos a diario por profesionales en psiquiatría, psicología, trabajo social y terapia ocupacional. La Clínica Nuestra Señora de la Paz en Bogotá, es la que tiene mayor capacidad para tratar inimputables.

Si quiere conocer más del tratamiento a inimputables vea el especial de SEMANA: Mentes Fugadas

Sin embargo, la inimputabilidad es una figura jurídica que rara vez se utiliza por los abogados. Cuando el acusado padece un trastorno mental, pero no se puede probar que incidió en el delito, ingresa a una penitenciaría. Aquí, la falta de privacidad, de autonomía, la distorsión del tiempo y el solo hecho de luchar por sobrevivir cada día, hacen de la cárcel el desencadenante perfecto de una sintomatología psiquiátrica severa.

De acuerdo con datos de la Defensoría del Pueblo en promedio, por cada establecimiento penitenciario y carcelario, hay 25 personas diagnosticadas con trastorno mental.

Tal como dice Germán Pabón, delegado de la Defensoría para la Política Criminal y Penitenciaria “la cárcel es el túnel de todos los fantasmas”.

¿Y quién está a cargo del servicio?

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