Por Ana María Cañon
La reconocida cineasta marcó la industria cinematográfica del país a sus 41 años, cautivada por el arte y empeñada en explorar su propia relación con el entorno a través de la gran pantalla. “El cine son miradas y miradas hay muchas”, afirma.
Laura Mora reconoce que su trabajo cinematográfico tiene “todo que ver” con el hecho de nacer y vivir en un país como Colombia. Foto: Juan Cristóbal Cobo.
La creadora audiovisual Laura Mora Ortega es amante de las conversaciones, el teatro y la escritura. Además, es profundamente sensible y crítica frente al dolor y la belleza que hace parte de este mundo. Ortega fue la primera mujer colombiana en ganar una Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián con su película Los reyes del mundo (2022), misma producción que fue postulada por La Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas para representar a Colombia en los Premios Oscar 2023. Dentro de su filmografía se encuentra el largometraje Matar a Jesús (2017), por el cual, ganó la mención especial en la sección de ‘Nuevos directores’, y cuenta además con series como Frontera Verde (4 capítulos 2019) y El robo del siglo (3 capítulos 2020).
La destacada directora nació en 1981 en Medellín, Colombia, donde reside actualmente. No solo es paisa por su marcado acento, sino por la identidad que atraviesa su origen y representa en sus obras. Ortega, graduada en Dirección de cine de la Universidad RMIT, de Melbourne (Australia), habló con Directo Bogotá de sus experiencias con el séptimo arte, su proceso creativo, su formación, sus preocupaciones y su interés por retratar aquello que ama y le duele. Dijo que está comprometida con construir un cine poético, contemplativo, honesto y humano, razón por la cual se describe a sí misma como disciplinada y auténtica.
¿En qué momento de su vida empezó a sentir interés por el cine?
Fue desde muy joven. Vengo de una familia y de un entorno que ha sido muy afín a las artes y a las humanidades. No exactamente al cine, pero sí donde se leía mucho y donde había un interés muy grande por las artes escénicas. Claramente, lo mío no iban a ser las ingenierías, sino las humanidades. Tenía una gran curiosidad por todas las formas de expresión artística, desde la pintura, el teatro y la escritura. Cuando empecé a ver cine no sólo me impresionó mucho lo que me producía, sino que me di cuenta que en él convergen todas las otras artes. Yo creo que por ahí desde los 14 o 15 años fue que me di cuenta que quería hacer cine.
¿Cómo describiría su proceso creativo al momento de escribir y dirigir?
Son procesos muy largos, que se nutren mucho de la conversación porque es una herramienta central del proceso creativo y parte de una curiosidad por querer saber acerca de algo. A mí me genera mucha curiosidad la condición humana y el mundo que me rodea. Después vienen momentos de mucha soledad, donde leo mucho, veo mucho (…) Trato de que sea un contenido que me exija tiempo, contemplación, preguntas, pensar y leer. El proceso creativo es un proceso de tiempo y de nutrirse espiritualmente de cosas valiosas y bellas que puedan aportar a la construcción de una idea que termina siendo auténtica. Yo no creo que exista la originalidad, sino la autenticidad.
¿Se considera a sí misma auténtica?
Yo sí creo. Yo creo que el cine son miradas y miradas hay muchas. Sobresalen aquellas personas que tengan una mirada auténtica, profunda, comprometida, ética y, en ese sentido, yo creo que estaré siempre en pro de la construcción de mi mirada honesta y, por ende, auténtica.
Estudió Dirección de Cine en la Universidad RMIT, de Melbourne (Australia) ¿Cómo cree que esa educación en el extranjero marcó su manera de hacer cine?
Yo no fui a una gran universidad, era una universidad muy técnica. Lo que sí creo es que me ha servido más una formación mía, a partir de esa curiosidad que yo he tenido y que me ha hecho estudiar por mi misma. Tal como es mi proceso creativo, es como ha sido mi proceso de formación. La universidad lo que me permitió fue acercarme a gente que tenía mi mismo deseo y las mismas ganas de hacer cine. Pero, yo no puedo decir que la universidad tuvo un gran impacto en mi formación. Creo que vivir afuera sí tiene un impacto en la mirada de uno. Sentirse foráneo, sentirse extranjero, hacerse preguntas de qué es lo que nos une más allá de las fronteras geográficas, encontrar dolores similares. Todas esas cosas sí marcan la mirada y marcan el cine que hago, porque ha sido una posibilidad de conocer el mundo más allá de mi esfera local.
A diferencia de su formación académica, gran parte de su trayectoria profesional ha sido construida aquí, en Colombia. ¿Por qué le interesa retratar realidades propias de este país?
Yo creo profundamente en que cada ser humano está marcado por su origen y por el lugar del que viene. Crecer y nacer en un lugar como Colombia y, específicamente, en una ciudad como Medellín tiene todo que ver con mi relación con el mundo, qué me duele, qué no me duele, qué me genera alegría, qué me conmueve. Eso está profundamente ligado con el lugar en el que nací y eso sí influencia el cine que me gusta. La construcción con las imágenes tiene todo que ver con eso. Para mí hay una necesidad en entender Colombia, entender por qué hemos sido tan bárbaros y, al mismo tiempo, tan generosos. Es desde donde me he querido contar.
Este año su película Los reyes del mundo ganó el reconocido premio de la Concha de Oro en el festival de cine de San Sebastián ¿Qué se siente ser la primera mujer colombiana en recibir este premio tan importante para la industria?
Es muy conmovedor. (…) Eso es un reconocimiento al trabajo de un montón de gente. Lo recibo con mucha humildad y gratitud. Luego uno entiende la magnitud del premio, en un país donde la historia del cine es muy joven y pequeña. De repente te das cuenta de que hemos sido pioneros de algo que nunca fue nuestro objetivo principal. (…) No soy la primera mujer, somos las primeras mujeres, porque esta película está llena de mujeres en las cabezas de equipo. Es un reconocimiento a eso.
Usted utiliza el cine como una herramienta para dar voz a minorías y también para denunciar muchas injusticias…
No… Yo estoy muy en desacuerdo con esta idea de que le damos voz a quienes no tienen voz, porque todo el mundo tiene voz. Mi lugar en el cine es el lugar de quien habla de algo que le duele sobre el mundo, de algo que le preocupa sobre el mundo y que me pone en lugares cercanos a cosas que a mí me interesan y que me causan profundo amor y profundo dolor y en eso existe la posibilidad de la denuncia.
En ese orden de ideas, ¿qué le preocupa?
Me preocupa la tremenda injusticia del mundo; me preocupa la exclusión; me preocupa que nacer en ciertos lugares parezca una condena; me preocupa el exceso de fronteras; me preocupan las derechas, el fascismo, los fanatismos, la rectitud política. Me preocupa un mundo que no abraza la contradicción. Me preocupan los fanatismos religiosos, la violencia, la falta de ética en nuestras relaciones y el exceso de banalidad. Esas cosas que me preocupan terminan siendo el insumo de mi trabajo. En eso que me duele encuentro muchísima belleza y por eso me rehúso a ese concepto de darle voz a quienes no tienen voz. No creo que tenga la capacidad de cambiar el mundo ni de hablar por nadie, hablo por mí.
¿Cuál sería el mensaje que le dejaría a todas las mujeres de la industria que se han sentido subestimadas, invisibilizadas u obstaculizadas al momento de realizar sus proyectos?
Les diría que esa también es nuestra fuerza. Siempre donde hay subestimación hay la posibilidad de la sublevación. Que nadie nos diga que no podemos hacerlo, ni qué es lo que tenemos que decir, ni cómo tenemos que decirlo, porque a la mujer no solo se le pone en un lugar de no ser capaz de hacer algo, sino que se le pide que tiene que filmar de cierta manera o contar historias femeninas. Yo creo que la mayor libertad de la mirada de la mujer es esa sublevación, es decir “yo puedo hacerlo”.Pero, además, yo voy a hacerlo desde el lugar que a mí me dé la gana hacerlo.