Por: Angie Valentina Suárez Moreno // Periodismo Digital
Latidante, Provocaciones y Boroló son tres compañías de teatro independientes que pasaron de las tablas a las pantallas. Ellos nos cuentan cómo afrontaron la pandemia de la covid-19 y cómo se preparan para volver a los escenarios próximamente.
Desde finales de marzo, las luces de los escenarios han estado apagadas. Las tradicionales sillas rojas de los teatros y los rectángulos cementados de la Media Torta permanecen vacíos. Las risas no se escuchan; los planes de teatro de viernes en la noche no surgen, y los grupos de teatro independiente no se encuentran.
La pandemia de la covid-19 afectó directamente a varios sectores económicos debido a las estrictas medidas de aislamiento decretadas por el Gobierno Nacional, como evitar el contacto con la mayor cantidad de personas y permanecer en casa. Los colegios y universidades debieron adaptarse a las clases virtuales y los grupos de teatro independientes también.
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Catalina Suárez, directora del grupo de danza y teatro Latidante, formado por jóvenes de la localidad de Kennedy, le contó a Directo Bogotá cómo fue el repentino cambio de las tablas a las pantallas. “Fue muy difícil porque apenas nos enviaron a cuarentena tuvimos una reunión y tomamos la decisión de encontrarnos virtualmente, pero ha habido algunos problemas de conexión y eso es muy complicado porque absorbe tiempo”, manifestó Catalina.
Por otro lado, para Juan Pablo Berrío, uno de los seis miembros de Boroló Impro, un grupo de improvisación teatral bogotano, los ensayos virtuales fueron una oportunidad. “Lo que empezamos a hacer fue a mirar cómo las cámaras nos daban varias posibilidades. Jugábamos con ellas, con los ángulos, con las velocidades, con los colores”, contó Berrío. Diego Lagos, su compañero, insistió en el hecho de no negar que estaban frente a la cámara y por eso buscaron hacer escenas que la involucraran, como una entrevista de trabajo virtual. Diego y Juan Pablo son los fundadores de Boroló y llevan cinco años enseñando y haciendo impro.
César Díaz, director de Provocaciones Teatro, esperaba que la cuarentena duraría pocos días. Por eso tomó la decisión de suspender los ensayos por quince días, pero esto se prolongó muchos meses. “Nosotros veníamos trabajando y teníamos un proceso para montaje. Paramos quince días y, al ver que esto se alargó, tomé la decisión de generar monólogos virtuales porque teníamos algo preparado para Semana Santa”, recuenta Díaz.
Nathalia Rojas, actriz de la compañía, se comenzó a preguntar por el contacto con el otro, uno de los pilares de la actuación. Pero, a pesar de los obstáculos que conlleva hacer teatro sin contacto, asegura que las redes sociales fueron una ventaja en medio de la crisis: “Fue un choque durísimo el no tener contacto, pero nos lanzamos a crecer en redes sociales para que nos conocieran y para que cuando volvamos podamos tener un número más grande de espectadores”.
El teatro sin público
“Teatro sin público no es teatro”, bien decía San Fran en el periódico español Levante, pues los espectadores son parte fundamental de la creación de las piezas artísticas de los actores. El público se convierte en la razón principal de sus actuaciones, porque los aplausos, las risas y las reacciones son el indicador del gusto de la obra por parte de la audiencia. “El público es como un todo, es como una unidad”, dice Juan Pablom y aún más cuando de improvisación se trata. La relación entre el público y los artistas es recíproca, y debe haber una retroalimentación, algo que, según él, no ocurre en los encuentros virtuales.
Para Catalina, como directora, también ha sido muy difícil que el espectador se adapte a esta dinámica, porque todo hace parte de una experiencia teatral que emana lo presencial. El espacio presencial queda fragmentado con las presentaciones virtuales, porque, según ella, “el inconsciente de la persona sabe que está en su casa, y esto genera una cuarta pared (la pantalla) y no hay una reacción recíproca”.
Nathalia manifestó su preocupación por lo corporal en relación con su preparación y, por supuesto, con el público. “Uno se descuida corporalmente, porque tú entrenas tu cuerpo, entrenas tu voz y ya no los tienes. Aunque estés reunido a través de plataformas, no es posible tener el tiempo para entrenar, hace falta tener al otro presente”, manifestó.
El teatro y sus implicaciones sociales
La labor social de varias compañías de teatro independientes también se vio afectada. Latidante, por un lado, trabaja la parte emocional de sus integrantes, y, como lo manifestó Catalina, esto ha sido perjudicial para muchos. No estaban acostumbrados a estar encerrados; por lo tanto, esto generó una crisis emocional en varios integrantes, que terminó en episodios de depresión. Por otro lado, Boroló también cumple una labor social a través de la pedagogía. Según Diego, su objetivo va más allá del mero entretenimiento y por ello pudieron trabajar en una cárcel en Tunja y en varios escenarios comunitarios. “La improvisación puede llegar a través de una pantalla y tiene la posibilidad de salvarle la vida emocional a mucha gente que está del otro lado”, afirmó.
Lo anterior lo confirman, por ejemplo, las psicólogas españolas Cristina Bellavista y Marisol Mora, quienes abordan el teatro como terapia contra los trastornos mentales. Estas encontraron también en una investigación las bondades del teatro para la prevención de desórdenes de conducta alimentaria y abuso de sustancias. Además, indagaron acerca del uso del trabajo corporal en grupos de teatro como tratamiento para varios problemas de salud mental, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la depresión, entre otros.
De ahí que para nadie sea un secreto que muchos necesitan del teatro. Esto lo comprobaron los aportes económicos del público a las compañías de teatro, que dejaron de percibir ingresos después de la declaración de la emergencia sanitaria. César confirma que esto los afectó económicamente, porque, como las demás entidades culturales, no recibían dinero. Provocaciones sí tenía ingresos antes de la pandemia, pues sus obras eran presentadas en el Centro Cultural San Francisco de Asís, y el precio de la entrada oscilaba entre los $10.000 y $20.000.
No obstante, según César, “nosotros decidimos hacer una temporada de monólogos, con aporte voluntario, aunque no recibimos. Sin embargo, fue muy gratificante ver el proceso de los actores, y la acogida del público fue grande”.
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Proyectos a futuro
La cuarentena nacional detuvo los encuentros presenciales, pero no las ganas de hacer teatro que todos ellos comparten. Los tres grupos tienen proyectos a futuro, aunque muy diferentes. Latidante transmitió una presentación virtual el pasado 17 de octubre por la página de la casa de la juventud de Kennedy: “Una lectura dramática de Toque de queda, una obra de Luis Enrique Osorio”, contó Catalina.
Sin embargo, Latidante aún se encuentra a la expectativa de los encuentros presenciales, porque no quieren correr el riesgo, ya que muchos familiares de sus integrantes son vulnerables y propensos a contagiarse de coronavirus.
El grupo Boroló, por su lado, tiene en mente hacer un campamento de improvisación. La idea le surgió a Juan Pablo, quien supo de una experiencia similar, pero con bandas musicales. Según Diego, se trata de que no logre diferenciarse aquello que es real de lo que es impro. “Lo pensamos con un grupo pequeño de personas, para que vayan más allá de los ensayos de dos horas y se comprometan con un personaje” comenta. Además, quieren expandir su labor pedagógica en colegios y universidades, al igual que sus contactos internacionales: “La idea es tener un espacio presencial con algunas personas que hemos conocido en el escenario virtual en otros países”.
Y la idea de Provocaciones va más allá de lo teatral: su objetivo es hacer un corto con base en las obras que ya tienen. Esto, según César, puede ayudarles a incursionar en otros escenarios y a darse a conocer: “Hemos estado hablando con unos chicos que son unos duros en el tema audiovisual para grabar nuestras obras, porque nos han preguntado por ese material y nosotros no tenemos nada”. Sin duda los proyectos de estos grupos serán un éxito, porque su talento puede adaptarse incluso a las pantallas.
Ahora les dejamos estos fragmentos improvisados de los actores y actrices entrevistados:
El proceso de adaptación del teatro a los tiempos de pandemia ha sido uno de los retos más grandes a nivel artístico, no solo por la falta de contacto, sino también por el déficit económico y emocional que dejó en algunos grupos teatrales y sus integrantes. Sin embargo, para otros, este cambio repentino ha sido una oportunidad de mejorar las habilidades narrativas y fomentar el discurso más allá del trabajo corporal. Si bien desde marzo todo cambió para millones de colombianos, e incluso muchos artistas perdieron su trabajo, Latidante, Boroló y Provocaciones siguieron haciendo del teatro una terapia para la cuarentena.
Para saber más sobre estas compañías teatrales conozca el recorrido virtual por sus lugares de encuentro y la recopilación de los videos de sus ensayos, antes y después del inicio de la cuarentena.
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