Hugo Santiago Caro Jiménez
En tiempos donde los conciertos se reseñan en historias de Instagram y las reacciones a canciones llegan primero en Twitter, el periodista manizaleño ejerce el papel de crítico y comentarista musical en la Revista Arcadia.
Monsalve es Comunicador Social de la Javeriana, donde hizo su escuela musical en Javeriana Estéreo hasta el año 2010. Lleva 24 años ejerciendo la crítica musical en medios impresos. Ha pasado por las páginas del diario El Espectador, así como por las revistas Cambio, Soho y Cromos. Además, ha sido dos veces ganador del Premio Simón Bolívar en el 2011 y el 2018. Su primera colaboración para Arcadia fue publicada en 2010 (“En España han banalizado el flamenco”, entrevista con Antonio Carmona) y desde 2016, por pedido de Juan David Correa, hace parte del comité editorial de la revista y al tiempo funge como crítico musical con su sección “Las cinco de Jaime Andrés Monsalve”.
Directo Bogotá [DB]: ¿Cuáles son los retos que ha encontrado al hacer crítica musical en Colombia?
Jaime Andrés Monsalve [JAM]: Aquí el tema con la crítica musical es que, primero, no existe. La hubo dentro del terreno de la música clásica, pero en determinado momento se fue perdiendo y, segundo, los artistas colombianos, en especial los que están en el entorno de uno, no valoran la crítica, así sea positiva; muchos de ellos asumen la crítica como un afán destructivo por parte de alguien que no sabe de música o que no tendría por qué estar midiendo el rasero de ellos desde otra perspectiva. Básicamente, yo a veces siento que lo que hacemos, más que crítica, es comentario musical.
Otra de las razones por las cuales creo que se hace comentario musical es que cada vez hay menos el espacio en los impresos para poder escribir sobre música. Entonces, muchos de nosotros preferimos basarnos en lo que encontramos positivo para reseñar, es decir, recomendarles a las personas en lugar de estar acabando con una producción en particular. Sentimos que el camino de generar gustos es ser un tastemaker, así ayudamos a generar los gustos de la gente, a tratar de orientarlos por el lado de los trabajos discográficos, de los artistas, de las tendencias, que tengan una posibilidad de ser una alternativa que sea diferente a lo que se escucha en el día a día, lo que no tenga cabida en los medios mainstream (medios principales o masivos) y que represente lo que seguramente puede representar para nosotros en determinado momento, que es una forma de comunicación, un puente, una forma de entenderse un poco a sí mismo.
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DB: ¿Cuál es el criterio que tiene para ejercer su crítica en Arcadia?
JAM: Trato de meter entre dos y tres producciones colombianas independientes en la sección de cada mes. Trato de mantener un equilibrio entre géneros, aunque suelo incluir algo de jazz. Hay un par de sellos por los que debo confesar que tengo una debilidad, los sigo y recibo esas novedades, y cuando siento que vale la pena reseñarse, lo hago. Es el caso del sello alemán ECM records, Edition of Contemporary Music (edición de música contemporánea), que tiene un catálogo muy nutrido donde lanzan producciones constantemente y muchas apelan muy bien al público amante del Jazz.
Usualmente, intento reseñar producciones de rock alternativo, de rock latinoamericano, del mainstream latinoamericano, pero producciones que están todavía en ese limbo de lo independiente y lo que no lo es. Lila Downs (México), lo que ha dejado Chavela Vargas (acaban de lanzar el trabajo de los cien años de su natalicio), Cuarteto de Nos, Fito Páez, digamos que esos productos que, sin dejar de ser mainstream, de todas maneras, vale la pena hablar de ellos porque en algún momento nacieron de lo independiente, crecieron y siguen siendo del gusto de una gran parte del público. Intento que los productos que reseño tengan como máximo seis meses de editados, la idea es que realmente sean novedades, lo que es a veces difícil, sobre todo en las primeras ediciones del año. Siempre hay que remitirse a lo último que salió el año anterior. Siempre reseño un 40 o 60% de producción colombiana combinado con unas alternativas interesantes de rock, jazz, música latinoamericana y muy de vez en cuando música clásica.
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DB: Dentro de ese porcentaje de producción colombiana ¿qué papel juegan las regiones?
JAM: A diferencia de mi oficio como jefe musical en Radio Nacional, donde me toca velar porque haya un equilibrio participativo de la música de todas las regiones del país, en Arcadia trato de hacer una distinción menor entre regiones. Cuando decido reseñar el trabajo discográfico de una banda colombiana, aspiro a que, primero, pueda percibir que realmente están llevando un proceso serio, que son bandas que van a tener una continuidad y que no son grupos que arman amigos y que de repente se enemistan o una banda hecha por novios y que se acaba cuando se pelean. Eso no….
#ElAtardecer En la categoría de Mejor Crítica de Radio, Jaime Andrés Monsalve, jefe Musical de Radio Nacional de Colombia, se encuentra nominado por su trabajo ‘La cucharita: un relato policial’ ⬇https://t.co/0cDYmhhyUt
— Radio Nacional CO (@RadNalCo) November 15, 2018
Yo busco procesos, busco experiencia y en ese sentido suelo reseñar lo que se consigue en discotiendas en físico, sumado a unas características mínimas; cuando digo mínimas me refiero a que debe tener una muy buena calidad de sonido, una distribución importante en el mercado, cierto nivel de reconocimiento —no es necesario que sea muy reconocida—, pero, sobre todo, la promesa de que lo que yo estoy reseñando va a ser un verdadero eslabón tanto para la banda, como para el desarrollo de la nueva música colombiana. Por decir algo, si sale un trabajo nuevo de Bomba Estéreo, ChocQuibTown, de La 33 o de Monsieur Periné y lo reseño, lo hago porque creo que se cae de su peso, pues son bandas que han tenido unos procesos serios que los han llevado donde hoy están.
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Suelo confiar un poco en mi olfato, a uno le dicen normalmente que no juzgue un libro por la portada pero sí, al disco hay que juzgarlo por la portada, hay que saber si realmente hay una seriedad, eso remite a si de verdad se está haciendo un buen trabajo. Un caso de esos: a principios del año reseñé un libro-disco producido en Pereira por un intérprete de blues que se llama Carlos Elliot Jr, que se juntó en el disco con un intérprete de música parrandera paisa (Rubiel Pinillo), como la de Octavio Mesa o Gildardo Montoya, e hicieron una cosa que se llama el blues de la parranda, que van a presentar en vivo en Colombia al Parque. Ese libro me inspiró muy buena espina desde un principio, está muy bien editado, etc. Cuando las cosas llegan bien editadas, cuando hay un esfuerzo económico, se nota que hay amor puesto en el asunto y que no es netamente promocional, llenan las características que yo antepongo a las regiones.
La Florida, Pereira, está de fiesta pues dos de sus artistas más representativos Carlos Elliot Jr y Rubiel Pinillo han creado el proyecto musical El blues de la parranda. ¿Cómo suena? Aquí lo pueden descubrir → https://t.co/FEvlkpp5f7 pic.twitter.com/Ic3O797qet
— Radiónica (@radionica) May 15, 2018
A mí no me llegan trabajos con esas condiciones desde las islas y difícil de otras zonas que no sean el Caribe, el Pacífico, la música andina colombiana o los Llanos. En Pasto están pasando muy buenas cosas, pero no recibo material de calidad a primera vista, por lo menos de la Amazonia, de la Orinoquía más allá de lo más mainstream que ocurre con la música llanera. Por eso, muchas veces prefiero no remitirme directamente a las regiones, eso lo hago en Radio Nacional.
DB: Teniendo en cuenta esos criterios, hablemos acerca de cómo está la escena musical en Colombia.
El #BOmm2019 🔥 es un espacio de networking ¡increíble! en donde encuentras propuestas musicales que no sabías que existían. #cuandotodosealinea pic.twitter.com/XfQecSBKdA
— BOGOTÁ MUSIC MARKET (@BOmm_Bogota) August 26, 2019
JAM: Se están dando muy buenos pasos en torno a la consolidación de un mercado independiente como una alternativa en muchos lugares del mundo. Hay bandas que se quejan de que tiene más audiencia en otros lados que aquí mismo, pero eso también es parte del proceso. Desde hace unos seis o siete años hay esfuerzos muy importantes, por ejemplo, del sector público, en torno a la posibilidad de catapultar al mercado independiente colombiano de calidad hacia los mercados extranjeros, a los grandes festivales, también acudiendo a la circulación vía redes sociales o plataformas digitales. Hay presencia de marca y de productos sonoros en grandes mercados como el Womex (World Music Expo), el Fimpro (Feria Internacional de la Música para Profesionales) en Guadalajara, sumado a los distintos mercados musicales que hay aquí en el país que son muchos: Bomm (Bogotá Music Market) en Bogotá, Circulart en Medellín, el Mercado Cultural del Pacífico en Cali, el Mercado Cultural del Caribe en Cartagena y el Mercado Insular de Expresiones Culturales (MINEC).
Se notan esfuerzos importantes por mantener vigente una escena independiente, algo que no pasaba antes. Esta escena además está unida, eso da gusto, sea cual sea la faceta que estén trabajando. Y, sobre todo, creo que para los programadores internacionales resulta atractivo que muchos de esos grupos no han podido —o no han querido— dejar un sabor local que es parte de lo que el colombiano tiene para ofrecer. Compases tan extraños y enrevesados del bambuco, de la misma cumbia, cosas que aparentemente personas de otras latitudes no lograrían comprender. Eso es parte de lo que la música colombiana está llevando a todos estos territorios.
DB: Los lectores de Arcadia son de nicho. Musicalmente ¿cuál cree que es el aporte que se ha hecho desde la revista?
JAM: Enseñarle a ese nicho que hay alternativas. Tratar de desglosar los fenómenos más interesantes o raros que existen en el mercado musical tanto nacional como internacional. Contarle que existen productos que están siendo mirados por fuera o al contrario, darle a conocer material internacional al que de otra manera no hubiera tenido acceso y que por fortuna está todo fácilmente ubicable en las plataformas digitales de Arcadia. Por ahora se está haciendo un trabajo que no deja de pertenecer a un nicho y peor aún, después de la decisión de ponerle candado a los contenidos, reservado para los suscriptores. A mí francamente me parece un error, pero esto no deja de ser un negocio de todas maneras.
Yo quiero pensar que con lo poco o mucho que se alcance por medio de Arcadia, si de repente estoy mostrando a alguien que no conocía o ahondando en algo que de pronto sí conocía, pero de lo cual no había leído mucho o no se había familiarizado bastante, espero que así sea. En especial esperaría que muchos colegas se interesaran por lo que está ahí escrito para llevarlo a unos niveles mayores de público en sus medios de comunicación, en sus redes sociales, etc. Soy muy incisivo en Twitter para que la gente esté pendiente de leer esos trabajos. Cuando salen las recomendaciones por parte de la revista, yo ahí mismo retuiteo, que con los muchos o pocos seguidores que tengo, haya una bola que se corra.
Hace poco tuve un feedback en torno a un artículo que escribí unos meses atrás sobre un ritmo que está tratando de volverse famoso ahorita en Barranquilla y ya lo está logrando: se llama Guarapo. No mucha gente conocía ese fenómeno, que comenzó como un reducto underground y pasó a convertirse en una suerte de compás que están ya empleando en el mainstream artistas como Kevin Flórez y todos estos artistas de la nueva champeta. En este artículo cuento la historia de cómo surgió y de la resistencia frente al Guarapo por parte de los Picoteros tradicionales. Todo esto generó una inusitada interacción por parte de gente que no conocía del asunto y después se remitió a redes para conocer más y decir está chévere o qué vaina tan fea, pero que supieron de la existencia del Guarapo gracias a Arcadia.
DB: ¿Para dónde va Arcadia?
JAM: Tengo temores, que no son infundados por una crisis en general en los medios impresos, que en los últimos tiempos ha tenido como consecuencia el despido de muchos colegas —incluido el Grupo Semana, incluida Arcadia— y me da un poco de temor que la revista salte del papel al internet. De todas maneras, hay que vivir de eso y la gente tiene que pagar por unos contenidos que a diferencia del papel son un poco más efímeros. En el seno de la revista existe el temor siempre fundado de que en algún momento se pueda prescindir del impreso o de más personal. Ojalá que no. La revista sigue siendo una alternativa muy importante en el medio.
Me gusta el viraje que le dio Camilo (Jiménez Santofimio) a una revista cultural como alternativa a los temas de paz, que como manifestación cultural pueda ayudar a rehacer tejido social, a sanar heridas. Es un viraje encomiable que ha permitido que la revista este ganándose un respeto mayor y que deje de ser vista como un producto cultural sostenido por otros productos exitosos del Grupo Semana.
Creo que hay un punto de equilibrio. Alguna vez Andrés Hoyos, del Malpensante, me habló del eslogan del escudo de París. París está sitiada por el río Sena y ahí está quieta. El eslogan del escudo de París dice «Navega, sin ser nunca sumergido». Yo creo que también es el caso de Arcadia.
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