El postre neozelandés que conquista los paladares bogotanos

Por: Tatiana Reyes Silva // Periodismo cultural

Dos jóvenes estudiantes bogotanas se han apropiado de la receta de un postre extranjero y la han adaptado para los comensales locales. Su historia, con el dulce de los postres y del amor, es un ejemplo de aquellos negocios que prosperaron en los tiempos de la cuarentena.

FOTO: Pavlovas el postre neozelandés que es tendencia.

Nueva Zelanda sabe a merengue. Sí, suave por dentro y crujiente por fuera, con una capa de crema batida y fruta fresca por encima. En otras palabras, sabe a pavlova: un postre típico neozelandés que, reinventado en Colombia, empieza a convertirse en la sensación del momento. Las responsables de este deleite son Manuela Sarmiento y Laura Aya, quienes han montado un negocio de pavlovas más pequeñas y con sabores novedosos. Con él han demostrado que, si bien durante la cuarentena fueron muchas las pequeñas empresas que tuvieron que cerrar, también existen historias de éxito en tiempos de crisis.

Las dos emprendedoras son de Bogotá y son pareja desde hace ya tres años. Laura, de 23 años, es estudiante de Gastronomía en la Universidad Mariano Moreno; Manuela, de 22, estudia Psicología en la Universidad El Bosque. Ambas son unas apasionadas de los videojuegos, y lo que más aman hacer juntas es cocinar. También comparten tiempo con su perrita, hacen ejercicio, ven series y colorean. Ahora se han entregado a este proyecto que las ha llevado a convertirse en un referente de la repostería local.

Directo Bogotá [DB]: ¿En qué momento decidieron empezar su emprendimiento?

Manuela Sarmiento [M. S.]: Nosotras nos fuimos a vivir juntas en la casa de Lau durante la cuarentena, y un día escuchamos que una concuñada de Laura empezó una pastelería en Miami. En una llamada nos contó que el postre que más se vendía era la pavlova y quedamos muy perdidas. ¡No sabíamos qué era eso!, pero ella nos explicó. Entonces decidimos intentar hacer una para nosotras mismas y nos pareció genial. Al ver que en Bogotá muy pocos lugares vendían este postre, decidimos idear varios sabores y tamaños que pudieran llamar la atención de las personas. Comenzamos a probarlos, a tomarles fotos y a diseñar la página, y en cuestión de dos días empezamos.

DB: ¿Se imaginaban que llegarían a tener este emprendimiento?

Laura Aya [L. A.]: Hace rato teníamos pensado abrir juntas algo de postres, pero no teníamos claro cómo o de qué. Era un sueño que se veía muy lejano. Las ideas eran muy ambiguas y jamás lo imaginamos en medio de la pandemia. Podríamos decir que, como en todos los casos, en ese momento los ingresos de nuestras familias bajaron y queríamos poder hacer nuestros planes por nosotras mismas. Y la idea llegó como caída del cielo.

DB: ¿Cómo ha sido la recepción de los postres?

L. A: Ha sido mucho más grande de lo esperado. Sinceramente, no pensábamos crecer tan pronto. Si hablamos de aceptación, es importante mencionar que, en muy corto tiempo, no solo son más personas de lo que esperábamos, sino que a muchas les gusta repetir [el postre] muy seguido. Además, nos encanta interactuar con nuestros clientes y con quienes halagan nuestros postres.

DB: ¿Qué sentimientos les genera cocinar y ver la excelente aceptación que han tenido?

L. A.: Es un proceso muy divertido y al que le ponemos mucho amor. Cada una de las entregas es muy emocionante; desde la primera que vendimos a un conocido hasta la primera que le vendimos a alguien que llegó gracias a la publicidad. Ver que muchos clientes repiten muy seguido nuestros productos es satisfactorio. Son contados los productos que uno repite seguido por gusto, así que nos ha parecido muy lindo que haya tantos que se antojan cada cierto tiempo de lo que hacemos. Es emocionante, nos motiva mucho a seguir haciendo las cosas bien.

DB: ¿Cómo describirían una pavlova?

M. S: La pavlova es un postre de Oceanía hecho a base de merengue. Hablando en términos colombianos, es parecido a un merengón, pero con un merengue distinto, más crocante, y con más de una capa de merengue y crema. Nosotras decidimos inventar más sabores y agregárselos. Encontramos sobre todo una empresa que vendía pavlovas en Bogotá, pero eran muy diferentes, más para algún evento “elegante”, por decirlo así. No eran como para un antojo de tarde, que es lo que queremos provocar en las personas.

FOTO: Cortesía de Laura Aya y Manuela Sarmiento.

DB: ¿Quisieran compartir alguna anécdota graciosa de este rápido proceso que han llevado?

M. S.: Esto debería ser un secreto, pero se los vamos a contar. Cuando hicimos la primera pavlova, pusimos el horno como si fuéramos a hornear un ponqué, algo que no debe hacerse. Se nos tostó el merengue, pero pensamos que así era la pavlova; así que los primeros intentos y las primeras fotos quedaron con un merengue que no parecía merengue. En verdad se veía muy chistoso. Además, no éramos las más duras con la crema chantilly. Esa misma noche, creyendo que nuestro producto estaba bien, pasamos horas viendo videos sobre cómo conseguir el merengue perfecto e intentamos hacerlo. Al otro día nos dimos cuenta de que todo lo estábamos haciendo mal; afortunadamente, no habíamos salido al público.

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