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Por los senderos de Humboldt: 430 kilómetros de esplendor hasta Puerto Carreño
Texto y fotos por: José Miguel Gómez // Fotoperiodismo
La aventura comienza navegando por las entrañas del río Inírida, con su reflejo de figuras ancestrales, donde se ve a lo lejos levantarse, como de un sueño, unas inmensas rocas de granito que aparecen en una película nominada al Óscar (El abrazo de la serpiente). Se trata de 430 kilómetros de senderos hídricos y terrestres que nos llevarán hasta el oriente colombiano, a Puerto Carreño (Vichada).
En la región existen tres cerros hermanos: Mavicure, Mono y Pajarito. Cuenta la leyenda que la princesa Inírida llora la maldad de la humanidad cuando allí llueve. Un indio se enamoró de la princesa, y, como ella lo rechazó, le dio un bebedizo esperando que se enamorara de él. Pero a ella solo le dieron ganas de correr y correr; corrió tanto que subió a los cerros y de allí nunca más pudo regresar.
En nuestra travesía recordamos al sabio Alexander Von Humboldt, quien siguió la ruta del Orinoco entre Colombia y Venezuela para ofrecer un testimonio del descubrimiento del Nuevo Mundo. Evocamos su mirada inquieta al encontrar una avasallante geografía y paisajes deslumbrantes, indígenas a lo largo de las orillas, una flora exuberante —y ni hablar de la fauna— y gran diversidad de climas. Esta ruta significa mucho para quienes aman y recorren estos lejanos parajes del territorio colombiano, frontera con Venezuela.
Para este trayecto hay que vestirse de aventurero y llevar una cámara fotográfica o teléfono celular de buena resolución para capturar las imágenes secretas de estos lugares. A lo largo de diez días podrán enfrentarse los miedos de manera personal y oculta, pero no hay que temer: el único riesgo será desear regresar. Comienza el viaje, aunque antes hay que llegar a Puerto Inírida en avión y recorrer por un par de horas el río Guaviare y el mismo Inírida. Esto nos conducirá a un lugar donde los atardeceres enamoran hasta al más perplejo y huidizo corazón: la capital de Guainía.
Cerca de allí está la frontera con Venezuela, donde confluyen los ríos Inírida, Guaviare y Atabapo para alimentar no solo al gran río Orinoco, sino, a su vez, a la estrella fluvial del Guainía. Desde San Fernando de Atabapo se ve la frontera con el hermano país, y allí aparece el río Orinoco, nacido en Brasil y Venezuela, con sus aguas azules. Recorrer sus afluentes es apercibirse de algunas horas de paisaje monótonamente hermoso; también puede escucharse el ruido del motor de la embarcación en el silencio. Posteriormente se llega a la isla de Pedro Camejo, para hacer un campamento.
Muy cerca de este lugar está el Parque Nacional Natural Tuparro, que, para muchos, es el más completo del país por toda la variedad de su geografía, flora y fauna. Allí emerge el interesante y enigmático raudal de Maipures; Humboldt lo catalogó como la octava maravilla del mundo por su extensión, por los rápidos del río y las piedras que sobresalen del curso del Orinoco. Allí también está el famoso “Balancín”, que es una enorme roca redonda que hace equilibrio sin caerse; quizás se detuvo en un tiempo en que las rocas caminaban o navegaban.