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Los jóvenes ciclistas de la cuarentena: un nuevo comienzo
Por: Santiago Muñoz Rey // Periodismo Digital
Esta es la historia de algunos jóvenes que han incursionado en el mundo del ciclismo a causa de la pandemia. Aprovechando que las vías aún están relativamente vacías y que los planes que se hacían antes de la pandemia no están del todo permitidos, muchos han encontrado en su bicicleta la motivación para enfrentar la nueva normalidad.
La covid-19 no solo ha obligado a las personas a buscar nuevas formas de entretenerse, sino también excusas para salir de sus casas y reunirse con más personas. Este cambio es impresionante sobre todo en los jóvenes, pues han adoptado dietas, han invertido en equipos de última tecnología y se han preparado de forma ejemplar para cambiar su estilo de vida. Respecto a esto último, muchos decidieron incursionar en uno de los deportes más exigentes que hay en la actualidad: el ciclismo de ruta.
A Nicolás Segura, estudiante de Comunicación Social en la Pontificia Universidad Javeriana, siempre le han interesado los deportes. Antes de la pandemia, su hobby era el fútbol. Con el cierre de las canchas de fútbol 5 y la imposibilidad de disputar los partidos del torneo que jugaba todos los domingos, decidió preguntar a su familia, también deportistas, acerca de la posibilidad de armar un “parche” para montar en bicicleta y subir a Patios.
Al parecer, algunos de sus familiares se habían equipado y preparado desde antes de la pandemia para montar en bicicleta y dejar a un lado el sedentarismo. Nicolás decidió unírseles y empezar a vivir la vida en dos ruedas. Al principio, salía a montar a las cinco de la mañana en una bicicleta que, luego de 10 años, ya no era tan buena; por eso notaba que sus primos subían con mayor facilidad en otras más actualizadas. De ahí que ahorrara para equiparse mejor y así lograr superar sus tiempos e incluso los de sus familiares.
Fue entonces que encontró el emprendimiento colombiano Tribu Bikes, especialistas en la fabricación de bicicletas personalizadas, uniformes, cascos y otros elementos. “Cuando yo me meto en una cosa a la que le quiero meter todo mi empeño y energía, me gusta hacerlo bien y no a medias”, afirma con vehemencia.
Allí se topó con Óscar Duarte, antiguo preparador del exciclista colombiano Lucho Herrera. Tras conocerlo, le contó sus planes con la bicicleta y los objetivos que se estaba trazando: uno de ellos era subir páramos y altos aledaños a Bogotá. Todo un experto, Duarte le recomendó algunos elementos que debía considerar para no sufrir lesiones o fatigas innecesarias y así cumplir con todo lo que se había trazado. También le sugirió horarios de salida y caminos para tener en cuenta a la hora de volverse un ciclista de ruta.
Entonces Patios ya se había vuelto un simple entrenamiento para Nicolás, que decidió irse adentrando en retos más complicados a medida que entrenaba y cambiaba de dietas y horarios. Su segunda parada fue el Alto de las Arepas, un paraje predilecto para los ciclistas aficionados de cerca a La Calera. “El Alto de las Arepas fue un reto personal lleno de subidas duras. Incluso, la primera vez que lo intenté subir, me mareé y, por recomendación de un grupo de ciclistas que nos seguía el paso, comí bocadillo, un tesoro para quienes nos gusta el deporte”. Este alimento se ha vuelto parte esencial de su dieta, y come antes de ejercitarse y durante su ejercicio: “Es una inyección de energía [que] desconocía”.
Al ver sus cambios físicos y mentales, producto de la exigencia y los cuidados que exige el deporte, sus amigos trataron de seguirle el paso. Algunos, como Antonio Becerra Estrada, vieron los progresos y decidieron “meterse” en el tema con mayor dedicación que él. La vocación de Becerra por el deporte siempre ha sido digna de admirar. Fue él uno de los muchos jóvenes promesas del fútbol que probó suerte en Argentina, jugando en categorías inferiores de equipos como Argentinos Juniors y Belgrano, y en Colombia, donde despertó el interés de equipos como Independiente Santa Fe y Atlético Nacional.
Luego de una carrera de crecimiento en este deporte —que involucró lesiones, el colegio, los estudios universitarios y su emprendimiento—, dejó el fútbol. A pesar de esto, siempre se ejercitó en deportes de rendimiento superior. La llegada de la cuarentena y la imposibilidad de realizar deportes grupales lo llevaron al mundo del ciclismo, que se convirtió rápidamente en su nueva pasión y en una de las únicas formas como ha logrado sobrellevar su “desespero por hacer deporte y no quedarse en su casa”.
La influencia de Segura llevó a Becerra a hacer las cosas bien: a prepararse física y mentalmente para superarlo y superarse a sí mismo en este nuevo mundo. Él solo tiene agradecimiento para su amigo y para ese nuevo ámbito que lo acogió. Entonces, para prepararse para las subidas, se fue a su finca en Tenjo, un lugar lleno de terrenos montañosos y carreteras destapadas, algo esencial para el comienzo. Sobre esta experiencia relata lo siguiente:
“Al comienzo de la cuarentena, cogí la bicicleta de mi papá un sábado y aproveché la madrugada para irme a mi finca. Fue la primera vez que me dispuse a coger carretera en bici. No sabía rutas ni caminos para llegar más rápido; entonces seguí la ruta que normalmente cogía en carro. Al llegar, sentí una satisfacción muy grande pues llevaba un buen tiempo sin hacer deporte. Lo primero que hice fue llamar a mi primo y decirle que viniera, que en su carro amarrara la bicicleta porque íbamos a empezar con esto. También se sumó Alejandro Mutis, un amigo de la infancia, y comenzamos con un entrenamiento en trochas y caminos complicados para así acostumbrar al cuerpo a las exigencias. Tras unos meses de montar en carreteras destapadas, decidimos que íbamos a subir páramos y altos cercanos a Bogotá y Tenjo. Uno de los primeros retos fue subir al Tablazo, en Subachoque, uno de los trayectos recomendados por aquellos que llevaban años realizando este deporte”.
Para realizar este ejercicio de buena manera, volvieron a Bogotá y, con la ayuda de algunos expertos y aficionados del tema, se equiparon de la mejor manera posible para rutas más complicadas y exigentes. Una de ellas, la ruta más importante para los ciclistas, era el Alto del Verjón. “Quien quiera montar en bicicleta y no suba al Verjón, realmente no se puede autodenominar ciclista”, admite. Este paradero supone un reto enorme para aficionados como estos dos jóvenes, sobre todo porque en este punto fue donde se desarrolló la etapa final de la vuelta a Colombia del año pasado. En este evento el país se posicionó como uno de los principales destinos para el ciclismo de ruta a nivel mundial, compitiendo contra algunos de los premios más importantes del ciclismo mundial.