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[Revista impresa] La lucha de la independencia
Por: Laura Duarte // Revista impresa
Los medios y las salas redacción parecen enfrentar una de sus crisis más profundas. Se habla de un juego de intereses que censura y amenaza a quienes siguen sirviendo a la verdad. El equipo de periodistas conformado por Julián Martínez, Diana López Zuleta y Gonzalo Guillén decidió desmarcarse de los grandes medios y apostarle a la independencia para liderar algunas de las investigaciones periodísticas que han sacudido recientemente al país.
Antes de sentarse a revisar el expediente, el periodista Julián Martínez mira una última vez por la ventana para asegurarse de que nadie lo vigila. Hace una hora se reunió con su colega Gonzalo Guillén para conversar sobre la información que recibió el senador Gustavo Bolívar, en la que dice que las Águilas Negras tienen la orden de asesinar a los tres periodistas que publicaron la investigación de la “ñeñepolítica”. A través del vidrio, ve un automóvil estacionado frente al edificio en el que reside y anota las placas. Se sienta en una pequeña esquina de su apartamento frente a su gran computador y continúa revisando el documento.
Justo detrás del escritorio sobresale una pared atestada de recortes de prensa, fotos de políticos y notas adhesivas de colores, al estilo de una investigación hollywoodense.
Son casi las diez de la noche en Bogotá, y el Volkswagen Jetta color negro sigue aparcado frente a su torre de apartamentos, lleva ahí más de veinte minutos. “Están haciendo espionaje, estos manes me están interceptando las comunicaciones”, supone. Julián toma un par de fotos del auto como evidencia, acaricia el lanudo pelaje blanco de su perro y sigue con su trabajo. Está revisando una información sobre el Cartel de la Toga —un escándalo de corrupción que inició en 2017 cuando funcionarios de la Corte Suprema de Justicia fueron acusados de manipular procesos penales a cambio de grandes sumas de dinero—. Se dedica a esta investigación desde hace varios años y espera poder publicar un libro con varias ‘chivas’ y el contexto del escándalo.
Pocas semanas antes, La Nueva Prensa, un medio independiente creado por Gonzalo Guillén, había destapado la “ñeñepolítica”, una investigación realizada por el equipo conformado por Julián Martínez, Diana López Zuleta y el mismo Guillén. Se trató del estudio de 25.000 pruebas de audio, en las que descubrieron una conversación entre María Claudia ‘Cayita’ Daza, antigua asesora del expresidente Álvaro Uribe Vélez, y el ganadero José ‘Ñeñe’ Hernández, investigado por testaferrato, narcotráfico y nexos con Marcos ‘Marquitos’ Figueroa, exparamilitar de La Guajira. Los audios revelaban la supuesta compra de votos del ‘Ñeñe’ Hernández para la segunda vuelta electoral de Iván Duque, y en ellos se escuchan conversaciones como esta:
—Me mandó Iván y Uribe para Manaure, Uribia, Riohacha y Maicao. Tenemos que ganar en La Guajira —afirma Daza.
[…]
—Yo ayer le decía a Priscila que nos teníamos que poner las pilas. Hay que buscar una plata para pasar bajo la mesa para pasarla en los departamentos —dice el Ñeñe.
Una fuente había entregado las pruebas de audio a Guillén. Estas eran una serie de interceptaciones telefónicas legales al Ñeñe Hernández —asesinado en Brasil— ordenadas por la Fiscalía General de la Nación, debido a sus implicaciones en el homicidio del hijo de Carlos Rodríguez Gómez, un empresario y prestamista barranquillero.
A pesar de que estos audios ya estaban en manos de la Fiscalía, no fue esta entidad la que destapó el escándalo, sino tres periodistas que empezaron a investigar el caso. Para Julián, el periodismo debe actuar de esta forma: “Uno tiene que ser un periodista contrapoder. Nosotros somos fiscales a nombre de la ciudadanía. Aunque no acusamos como periodistas, sí investigamos”, manifiesta.
Actualmente, Julián es periodista independiente. Sin embargo, trabajó nueve años en Noticias Uno, donde se dedicaba a cubrir los temas judiciales, de los que se enamoró, y por los que decidió dedicarse a la investigación. Para él, el único periodismo que existe es el investigativo, pues, según dice, “los periodistas que no investigan simplemente están reproduciendo el mensaje de una fuente, lo que no constituye una actividad periodística”. Por esto mismo, asegura que actualmente en Colombia el periodismo se está haciendo mal o, más bien, no se está haciendo.
Detesta el periodismo mal hecho. Agita sus brazos con ira y crítica a muchos de sus colegas, asegurando que son buenas personas, pero pésimos periodistas.
Gonzalo, Julián y Diana terminaron trabajando juntos por casualidad: Julián empezó a investigar al Ñeñe antes de conocer las pruebas de audio, pues al revisar la cuenta de Instagram del ganadero encontró fotos con el presidente Iván Duque, Álvaro Uribe, Francisco Santos, Elsa Noguera —hoy gobernadora del Atlántico— y Alejandro Char; mejor dicho, con toda la crema y nata de la política colombiana, lo que no le pareció una casualidad. Publicó esa investigación en Revelados, una propuesta de periodismo independiente que funcionaba a través de un canal de YouTube que tuvo que cerrarse por falta de recursos.
El periodista —en concepto de Julián— tiene que hacer un trabajo de investigación al estilo de la serie estadounidense CSI: “Justo así como sale en televisión, que se ponen los guantes y empiezan a investigar milimétricamente todo, eso es lo que se tiene que hacer. Y, por supuesto, incomodar”.
De acuerdo con Julián, este periodismo no se hace en Colombia y no se está enseñando en las facultades. Renunció como profesor de periodismo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano porque se dio cuenta de que sus estudiantes pagaban millones, pero no tenían las bases investigativas para ser buenos periodistas. “A mí me sorprende que existan graduados que se mueren por ser periodistas, pero que no lean ni se informen. Por ejemplo, es muy importante que un periodista conozca algo tan básico como la Constitución Política de Colombia, pues le permite entender cómo funciona el Estado y cómo funcionan las ramas del poder público. Al conocer esto, uno va a saber dónde están las fuentes y la información”, manifiesta con enojo.
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Para él, este era el periodismo que se hacía en Colombia hacia los años ochenta, el de Guillermo Cano, y le parece lamentable que muy pocos siguieran su ejemplo. “Conocer sus denuncias al Estatuto de Seguridad de Julio César Turbay, al Cartel de Medellín y muchas otras, me pareció absolutamente interesante. Ya casi nadie tiene la valentía y la calidad intelectual que tenía Guillermo Cano”, señala Julián, quien recuerda que precisamente esa labor terminó el 17 de diciembre de 1986, cuando dos sicarios en una motocicleta asesinaron al periodista por orden de Pablo Escobar. Dos días antes de su asesinato, Cano dio su última entrevista, en la que afirmó: “Yo salgo del periódico por las noches y no sé qué va a pasar”.
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Hacía mucho que Diana no se sentía acechada. No recibía amenazas de muerte desde que fue llamada a declarar en el juicio al exgobernador de La Guajira Juan Francisco ‘Kiko’ Gómez, capturado y condenado a 55 años de prisión por homicidio y tráfico de armas. En 2015, tuvo que rendir testimonio ante el juzgado, pues el exgobernador había sido judicializado por el asesinato de dos campesinos y el de Luis López Peralta, el padre de Diana. Ella se había convertido en parte penal del proceso, pues, como periodista, había entregado evidencia e información a la Fiscalía. Los homicidios habían sido cometidos en complicidad con la banda criminal de ‘Marquitos’ Figueroa y con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Tres días después de que fuera publicado el escándalo, Diana esperaba frente a su residencia al escolta y la Mitsubishi blindada proporcionada por el esquema de seguridad del Estado. Cuando abordó el vehículo vio a través del vidrio polarizado a un hombre moreno vestido de civil, con un pantalón de sudadera y una chaqueta de cuero café, que le tomaba fotos a ella y a la camioneta. Hacía un día la había llamado una fuente para contarle que había un plan para asesinarla, y esto parecía confirmarlo todo.
Diana decidió ser periodista porque quería investigar la muerte de su padre, que fue asesinado cuando ella tenía diez años. En cuanto tomó la decisión, se lo comentó a su profesora de español en Valledupar, quien le sugirió que se dedicara a otra cosa, pues según ella, era “muy peligroso”. La hermana de su profesora fue periodista y la asesinaron por su trabajo a finales de la década de los noventa. Finalmente, en 2013, Diana se graduó de comunicación social y periodismo y años después, gracias a sus investigaciones y a una denuncia hecha por Gonzalo Guillén sobre ‘Kiko’ Gómez, lograron llevar a juicio al exgobernador. Actualmente se desempeña como periodista independiente y acaba de publicar un libro contando el caso de su padre: "Lo que no borró el desierto.
Investigando esto, Diana descubrió toda la criminalidad en La Guajira y la costa Caribe, ligada a la organización de ‘Marquitos’ Figueroa y ´Kiko’ Gómez. Hacia el 2007, Gonzalo Guillén se dedicaba a la misma investigación, ya que trabajando como corresponsal para el Nuevo Herald, de Miami, comenzó a averiguar sobre el procurador de esa época, Edgardo Maya Villazón.
Según la investigación de Guillén, publicada en el libro La caída del imperio Maya, el exprocurador y su familia estaban vinculados con grupos criminales en esta región del país. “Es la primera banda que me dediqué a investigar, pero a medida que pasaba el tiempo me daba cuenta de que era una cosa muchísimo más grande, más corrupta, más criminal, más rica y más poderosa. Tanto así, que recientemente colocaron un presidente”, asegura Guillén.
Julián y Diana ven a Gonzalo Guillén como un modelo, un ejemplo del buen periodismo. Guillén inició su carrera en 1975 en el diario El Tiempo, luego fundó la agencia Colprensa y fue editor general del diario El Universo, en Ecuador, y de El País de Cali. Ha sido amenazado en más de una ocasión y por esto mismo ha tenido que exiliarse cuatro veces. Trabajó once años en el Nuevo Herald y hoy está pensionado por su actividad como periodista. Con los ingresos de su jubilación fundó el portal La Nueva Prensa, en el que publica sus investigaciones y las de periodistas independientes que trabajan junto a él.
Gonzalo Guillén ve un panorama muy desalentador en el periodismo. Según él, no escucha la radio, no ve la televisión y no lee los periódicos nacionales, pues él mismo puede mantenerse actualizado a través de sus fuentes. “Para qué voy a ponerme a oír o a leer las mentiras que publican en otras partes, si yo puedo investigar y saber lo que está pasando”, asegura. A pesar de que le gustaría ver un panorama distinto, ya no se preocupa por eso. “En Colombia, el periodismo está totalmente envilecido y corrompido, pero en realidad lo que pasa con los medios de comunicación y con el periodismo es un asunto que a mí ya no me interesa. Que si hay periodistas comprometidos o no los hay, eso no me desvela desde hace mucho tiempo”, afirma.
Para Julián, Diana y Gonzalo, el periodismo existe, en esencia, para cuestionar a los poderosos, para “desnudar al rey”. Según Diana, “no debe congraciarse con el poder, no se trata de ir a cócteles o de hacerse amigos de los funcionarios públicos”. No obstante, no es fácil ejercer este tipo de periodismo en Colombia.
Desde que apareció el primer periódico en Colombia, hace ya más de dos siglos, en muchas ocasiones el periodismo ha sido censurado. Para esa época la mayoría de las imprentas eran del Gobierno o de la Iglesia, por lo que la prensa era usada para transmitir ideas políticas y morales. Con el tiempo y con el recrudecimiento del conflicto armado, la censura ya no se hacía monopolizando la impresión, sino asesinando periodistas. Hoy en día, los periodistas son estigmatizados, despedidos de los medios de comunicación y muchos se autocensuran para proteger sus trabajos y su vida. Por esto mismo, para Julián en Colombia “solo prospera el periodismo lambón, oficialista y uniformado”.
Según Diana, lo que la impulsa a seguir ejerciendo el periodismo es un compromiso social y la pasión que siente por su trabajo. Asimismo, para Julián, el periodismo es una actividad mal paga y mal valorada: “Este no es un oficio que genere recursos; al contrario, a veces por ser buen periodista los mismos empresarios o políticos llaman a los dueños de los medios para que no te contraten. Conozco buenos periodistas que se dedicaron a reproducir mensajes del Gobierno, pues temen perder su trabajo”.
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Hoy a Julián todo le parece sospechoso, desconfía de todo el mundo. Hacía unos días, un automóvil negro se había estacionado durante varios minutos frente a su casa. Ahora, a través de su ventana, ve un objeto negro suspendido en el aire, parece un dron, piensa que lo están espiando. Entrecierra los ojos para distinguir algo, un auto o una persona con actitudes inusuales. A lo lejos, ve lo que parecen ser dos hombres. “Esos manes están manejando el dron”, supone. Les toma una foto y llama a la Policía, que finalmente nunca llega. Mientras tanto, Diana piensa en su madre, quien le insistía que cubriera otros temas desde que Diana empezó a investigar a ‘Kiko’ Gómez. Ella cree que su trabajo también pone en riesgo al resto de su familia.
Les han ofrecido dinero, pero se han negado. A pesar del riesgo que corren, continúan investigando y piensan seguir publicando más información sobre la “ñeñepolítica”, pues, según Gonzalo Guillén, solo han publicado la mitad de la información. “Lo que pasa es que toca ir con cuidado, examinando bien lo que tenemos y lo que recibimos. Avanzar en la investigación es cosa de contrastar datos para verificarlos y de tener buen criterio, lo que llamaba Ernest Hemingway, “un buen detector de mierda”, eso es lo que debe tener un periodista”, asegura.
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