Ilustraciones de una protesta
Por: María Paula Sánchez // Revista impresa
El país atraviesa una de las etapas más difíciles de su historia, y nos ha afectado a todos. Una ilustradora decidió llevar una suerte de diario ilustrado que refleja algunos de sus pensamientos más íntimos durante el Paro Nacional. Aquí, cuatro momentos del paro convertidos en dibujo.
Los días pasan lentamente. Me abruma esta cantidad de pensamientos, de situaciones. Las redes sociales son un mar alborotado en el que puedes percibir que todos, incluida tú, nos estamos hundiendo. La tristeza es omnipresente en el ahora; dormir es un privilegio, y parece que todo el país sufre de insomnio. Hay muchas preguntas con posibles respuestas que herirán mí corazón: ¿qué está pasando?, ¿en qué momento llegamos a este punto?, ¿siempre ha sido así?
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Los ojos nos ayudan a percibir lo que nos rodea, pero también hablan de lo que está adentro. Siempre he temido a la ceguera: a no saber qué está y qué no, a desconocer todo. Lo tomo como posibilidad lejana, más lejana incluso que la de morir. Sin embargo, la situación me recuerda lo frágiles que somos como seres, lo absurdo de nuestro pensar, de nuestro actuar. Y esas armas “no letales” convierten aquella posibilidad lejana en próxima.
El miedo invade mi cuerpo: no salir a marchar por miedo de perder un ojo o de morir. Para el 28 de mayo son 46 las víctimas de agresión ocular, según la ONG Temblores. Ahora leo algo que dice un manifestante y que me conmueve profundamente: “Yo me quedé sin ojo, pero ellos sin corazón”.
Nada está pasando
La vida no para tras la muerte, y esto siempre me ha dado escalofríos. Tendemos a avanzar sin importar qué suceda, caminando apurados hacia un lugar que desconocemos. El tiempo sigue pasando, y detenerse no es una posibilidad. Entonces, incluso cuando Colombia se está cayendo, es necesario seguir con la vida corriente: hacer mercado, saber cómo está la familia, seguir asistiendo a clases de la universidad y entregar trabajos.
Pero mi cabeza ya está rebozada de emociones, pensamientos, frustraciones, tristezas o preguntas; ya no le cabe nada más. Y concentrarse en una clase virtual mientras afuera escucho sirenas y estallidos es casi imposible.
Lucas
Hago esta pieza gráfica sin intención de encender más los ánimos. La hago porque Lucas era un estudiante como yo y porque Lucas danzaba para manifestar su inconformidad. A Lucas le dispararon ocho veces resultado de lo que muchos llaman un “frente común para recuperar el orden”, resultado de la violencia que algunos insisten en legitimar. No puede ser que uno no pueda salir a marchar por miedo a morir.