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El arte como “psicólogo natural” contra la violencia

Por Juliana Galvis Betancourth // Periodismo cultural


En la recién terminada Feria Internacional del Libro de Bogotá, se debatió sobre cómo la cultura y la creación artística pueden contribuir a mitigar el dolor de la violencia y solucionar el conflicto armado en Colombia. Entre los encuentros sobre libros, hubo un espacio para la sanación a través de otras expresiones artísticas.

La cultura y el arte son el “psicólogo natural” de las comunidades afectadas por el conflicto. Foto tomada de Freepik, por Rawpixel.com

El arte es la mejor forma de tejer heridas y construir nuevas narrativas en situaciones de violencia o conflictos armados, como el de Colombia. Al producir arte, las personas se vuelven más creativas, positivas y alegres, lo que contribuye sobremanera al proceso de sanación personal. A través de formas de expresión como música, teatro, danza, literatura, escultura, tejidos, cerámicas, pinturas, retratos, artesanías, cine y costurerías, la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) corroboró lo anterior en su reciente edición digital, acaecida del 6 al 22 de agosto.


Esta mirada transversal de la FILBo sobre las artes y la cultura posibilitó que el martes 10 de agosto, a las 4:00 p. m., ocurriera el encuentro El arte y la cultura en el camino de transformación hacia la paz. En este evento participaron María Elisa Pinto, Carolina Uribe y Claudia Victoria Ortiz, quienes hablaron desde su experiencia con comunidades víctimas del conflicto armado colombiano. A lo largo de la conversación, se abordó el papel del arte y las expresiones culturales como elemento fundamental para la transformación social, con el propósito de generar reflexiones, nuevas narrativas e imaginarios colectivos que aportan a la reconciliación y a la paz.


El arte y la cultura son un medio que usan las comunidades para mitigar el dolor y dotar de sentido a todo lo que viven. Y la música es una de las expresiones artísticas que más se ha utilizado en el proceso de reconstrucción social en Colombia; existen más de 100 canciones sobre la masacre de Bojayá y 100 que describen la masacre del Salado y la de Trujillo. “Componer canciones es una manera natural que usan las personas para hablar sobre lo sucedido a otros que no conocen los hechos, para expresar lo que piensan, hacer memoria y procesar el duelo”, dijo Uribe. Otro de los propósitos de componer sobre este tipo de eventos es regresarle la parte humana a la noticia, que suele ser removida al momento de ser publicada.

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La cultura y el arte son el “psicólogo natural” de las comunidades afectadas por el conflicto, concluyeron los invitados. Durante la charla se habló también del kintsugi, “una práctica del Japón que consiste en reparar las piezas de cerámica rotas resaltando las grietas con oro y plata”, explicó Pinto, quien usa este método en su fundación. El pegamento dorado logra reconstruir desde la dificultad; el kintsugi se convierte en una filosofía de vida frente a las adversidades de la vida: hay que saber recuperarse y sobrellevar las cicatrices.


Ortiz afirmó que “existen tres niveles de reconciliación: el individual, el interpersonal y el comunitario”, y, según ella, la construcción de paz solo puede darse si estos tres niveles son satisfechos. El objetivo de esa reconciliación es recordar con la intención de sanar; aunque recordar sea un proceso doloroso, es necesario para resignificar aquello que rodea una comunidad. Abrazar las verdades, por dolorosas que sean, es importante: ayuda a buscar nuevas alternativas a través de un tejido, una canción, un baile, etc. El conversatorio cerró con la recomendación del libro La imaginación moral, de John Paul Lederach. En él se invita a las personas interesadas en la transformación social y la construcción de paz a ser artistas e imaginar nuevas realidades desde sus profesiones.


Fue en esta línea del arte como aliado de la paz y la sanación que también se llevó a cabo el conversatorio alrededor de Músicas para salvar el mundo, un programa de 24 minutos que se transmite semanalmente por Señal Colombia, los viernes a las 5:30 p. m. En el evento participaron grandes figuras como Iván García, Daniel Mora y Mauricio Tamayo, entre otros invitados especiales. “El nombre del programa se da porque creemos fielmente que no hay un solo tipo de música y sabemos que con la música se puede salvar el mundo”, aseguró García. El objetivo del programa es ofrecer un espacio de participación para grupos autóctonos, músicos independientes y bandas emergentes locales.


Músicas para salvar el mundo ha tenido dos temporadas: la primera contó con la participación de 70 músicos que presentaron 120 canciones originales, con el propósito de brindar un escenario virtual a los artistas que se vieron afectados por la pandemia; la segunda buscó darles prioridad a artistas con ritmos caribeños, debido al huracán que afectó gravemente a San Andrés y Providencia. El encuentro resaltó la importancia de la música en momentos de crisis: “La música cura el alma y lleva un mensaje de paz y esperanza para el mundo”, coincidieron los invitados.


A destacar fue la afirmación de la artista colombiana Lucy Tupon, quien participó de ambas temporadas: “El mundo está lleno de gente que vive en automático, de gente que le hace falta estar presente y de gente a la que le hace falta amor. Vivimos dormidos y sin cuestionarnos la mayoría de cosas que hacemos y cómo las hacemos; sin darnos cuenta de que la mayoría somos niños en cuerpos de adultos repitiendo la vida como nos la enseñaron. Salva tu mundo y salvarás el mundo de los demás”. El conversatorio finalizó recordando la importancia de apoyar el talento independiente colombiano; como concluyeron, el arte hace parte del duelo de las personas, cuenta la realidad de la sociedad y es un pegamento que sensibiliza y une.

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