Natalia Latorre – [email protected]
De la serie ‘La Generación de la Polarización’, estas columnas ofrecen una perspectiva ampliada y renovada sobre lo que significa la política colombiana para los jóvenes. ¿Qué ha significado para usted (nuestros catorce columnistas están entre los 20 y los 25 años) crecer en este ambiente de polarización?. Estas son las respuestas de futuros periodistas, que apuestan por mostrar la realidad de estar divididos desde la opinión. Los retratos que acompañan estas columnas fueron tomados por Juliana Abdala de la clase de Fotoperiodismo.
La polarización se ha extendido por décadas, va más allá de mi generación, la generación de los noventa. Recorre la historia desde el siglo XIX, donde hubo más de 70 guerras civiles por el enfrentamiento entre el partido liberal y conversador, al parecer diferencias irreconciliables.
La polarización, ha movido este territorio hasta llegar al Bogotazo, donde los odios y las pasiones se comenzaron a derramar en las calles con el asesinato de Gaitán. La división no nos educó a solo los nacidos en el 90, ha educado al país entero desde mucho antes. Porque la polarización política se mueve por la hostilidad de las clases sociales, por las desigualdades que al igual que la pasión no abandona. La división de ideas se alimenta de las necesidades, de las brechas salariales y la falta de oportunidades convirtiéndolas en odio hacia el otro, hacia el diferente, e impulsados por la esperanza de cambiar su realidad y su condición.
La violencia se siguió extendiendo hasta el frente Nacional, lo que ocasionó propagar el repudio hacia una idea diferente valida, porque sólo lo que pienso es lo que funciona. La intolerancia trasciende y nos ha trascendido más allá de cada individuo, convirtiéndose en un problema de masas.
Considero que somos hijos de la intolerancia, Colombia lo refleja no solo en el ámbito político sino en cada una de las conductas que generamos. No se puede hablar de temas polémicos porque una opinión que no combine con mis creencias no es válida. La polarización se vive desde que uno se sienta en una mesa a hablar de las elecciones con la familia hasta tomándose unos tragos con los amigos mientras se habla de feminismo.
Lo correcto es pensar distinto, tener alternativas, compartir y debatir, pero el problema en Colombia debe ser más antropológico, más sobre quiénes somos y nos comportamos en comunidad, sobre la intolerancia y las cultura de la que hemos estado empapados; porque si no es rojo es azul, si no es santos es Uribe, si no es Petro. A nadie le importa escuchar, le importa evangelizar cada idea que tienen tratando de convertir a cada individuo en una masa homogénea, pero eso no es posible. Lo que sí es posible es pensar como un pueblo el cual es “una reunión de personas unidas por la común aspiración a los que aman” (S.Agustín).
Entender algo tan sencillo como esto y ponerlo por encima del interés individual no solo nos llevara a no criar más hijos de la polarización, sino que nos ayudara a crear un pueblo que entienda y respeto al otro. Construyamos más hijos del entendimiento y menos de la polarización.