Las noticias falsas no son fenómeno nuevo. Con la llegada del Covid-19 a Colombia se han viralizado aún más. Juan Sebastián Jiménez hace una reflexión sobre los diversos tipos de emociones que generan las distintas fake news y la importancia de informarse de forma correcta.
Fake news y pánico van bien de la mano: en Colombia ya lo sabíamos, pero lo confirmamos el 22 de noviembre de 2019, cuando el Gobierno decretó por primera vez en 42 años el toque de queda. La última vez había sido en septiembre de 1977, tras el paro cívico de ese mismo año.
Ese 22 de noviembre, la razón de tal decisión fue la alerta de que a Bogotá se la había tomado la anarquía, representada por desconocidos, supuestamente venezolanos, que se estaban metiendo a los departamentos a robar. El miedo, no obstante, había empezado en Cali.
En Cali, sin embargo, la alerta había sido la misma: se estaban metiendo a las casas. El pánico se volvió generalizado y, entonces, el turno le llegó a Bogotá.
Un saqueo, real, a un supermercado en la capital hizo que se asumiera, sin mayores reflexiones que se había acabado el mundo; que la ciudad estaba a merced del desorden; que había que proteger las dos posesiones más importantes para un colombiano: la familia y la propiedad privada.
Cientos de bogotanos salieron con sus armas -casi siempre palos de escoba-, motivados por un paramilitar interno que les decía que el miedo iba a llegar a sus casas, que había muchos videos, “¿no vio los vídeos?”. Pero los vándalos no aparecieron. Los anarquistas internacionales, como dijo el senador Uribe, no llegaron.
La gente, ya a las 3 de la mañana, se dio cuenta de que los habían engañado. En otros lugares a lo que no le creyeron fue al toque de queda: en las calles había cientos de personas irrespetando la medida.
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Ahora, esto no significa que no haya habido desmanes; los hubo, pero no en la dimensión que se le presentó a la ciudadanía. La noticia falsa no se trata solo de dar una noticia falsa, también se incurre en ella cuando no se le da a una noticia la dimensión más ajustada a la realidad.
La realidad era que casi la totalidad de los reportes que le habían llegado a la Policía fueron falsa alarma. Lo dijo el mismo exalcalde Enrique Peñalosa: “en la ciudad hubo una campaña para causar terror”. Si no me creen, les recomiendo este artículo de La Silla Vacía que da detalles juiciosos de lo ocurrido.
Finalmente, podemos concluir que la reacción de todos ante lo ocurrido el 22 de noviembre fue exagerada por parte de todos y todas. Pero lo que queda claro es que, como lo dije al inicio, las noticias falsas y el pánico van bien de la mano. ¿Por qué? Porque el miedo no nos deja pensar. Es básico.
Por ejemplo: quizás ustedes han visto esas bromas en las que un actor disfrazado de tiranosaurio asusta personas en Japón. Normalmente esas personas se demoran en discernir que el tiranosaurio es un actor disfrazado, pese a que es un hecho contraevidente que los dinosaurios no existen. Esto se debe, sobre todo, al shock que les ha causado lo que ven.
Otro ejemplo lo dieron en Juegos Mentales. Los concursantes tenían que elegir entre tres puertas para salir de un castillo: no recuerdo el resto de opciones, pero recuerdo que una de ellas era una puerta tras la cual había un león que llevaba seis meses sin comer.
Ninguna persona elegía esta puerta porque el miedo y decidir bajo presión hizo que no se dieran cuenta de que un león que llevara seis meses sin comer era, seguramente, un león muerto, por lo que salir por esa puerta sería lo más seguro.
Alguien podría decir que la decisión se debe también a la ignorancia: en general la gente no sabe cuánto puede durar un león sin comer y asume cosas que no son ciertas. Eso también pasa con las noticias falsas: muchas de ellas son verosímiles, podrían ser creíbles.
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El problema es que esto, sumado al pánico, nos dificulta discernir entre realidad y mentira. Y no evaluamos hasta qué punto era posible que una persona se metiera a los conjuntos residenciales a robar, sabiendo lo riesgoso que sería: se exponía a que lo golpeara una turba y, en general, a quedar encerrado.
Era mucho más fácil robar comercios en zonas lejos de los barrios residenciales. Pero nadie pensó en eso; era comprensible. A los colombianos les estaban diciendo que las dos cosas más importantes para ellos -la familia y la propiedad privada- estaban en riesgo. Fuimos como el niño que lo asustan con que El Coco está debajo de su cama, su posesión más preciada; bueno, los Cocos cambian, pero las personas no tanto.
Lo mismo está ocurriendo hoy con el Coronavirus: hay una proliferación de noticias falsas, a tal punto que al Gobierno le ha tocado salir a desmentirlas.
Ha habido de todo: desde noticias sobre una guerra biológica desatada por Estados Unidos contra China, algo que no ha sido comprobado, hasta una inusitada xenofobia contra los chinos, en primer caso, y luego contra los venezolanos. Siempre los venezolanos.
Las noticias falsas llegaron a tal punto que en Tenjo, Cundinamarca, que bloquearon el acceso al pueblo porque un cadena que decía que estaban trasladando enfermos de Bogotá hacia allá. Algo descabellado ¿Posible? Quizás. Pero, de nuevo, descabellado.
Y, sin embargo, mucha gente creyó la noticia falsa, a tal punto que al gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, le tocó salir a explicar que la cadena era falsa. En la tarde, la vía ya estaba habilitada.
Noticias falsas como esta juegan fácilmente con la indignación. “¿Cómo nos van a mandar enfermos para acá?” Pero alguna vez alguien me dijo que para identificar una noticia falsa uno tiene que ver cuánta indignación le generó leerla; si fue mucha, si usted casi se emputa, dude: puede que sea que lo están engañando. La realidad, a veces, no supera a la ficción.
Hay varios portales que le enseñan a uno a identificar noticias falsas. Les comparto un artículo de la BBC al respecto.
Las fake news son la otra gran pandemia del 2020. No es un virus de la misma cepa del Coronavirus, pero también es un virus. Literalmente: muchas de estas noticias falsas se vuelven virales y son menos los que se enteran de su falsedad.
Curiosamente, es un virus que entre más nos aislamos, más se fortalece, porque es cuando tenemos más miedo. Algo distinto a lo que ocurre con el Coronavirus, que sí nos obliga al aislamiento. La medida parece ser: aislamiento físico, conexión virtual. O quizás la desconexión también sirve: si uno no se conecta, no le llegan noticias falsas.
Yo que no puedo evitar desconectarme, he decidido hacer mi aporte con una clasificación de las noticias falsas que he leído, para que sepan identificarlas si las ven.
Aprovecho, además, para recordar que para que una noticia sea una fake news tiene que tener, por lo menos, una intención: la de confundir. No basta con que sea, esencialmente, falsa sino que tiene que tener un fin.
Con esto en cuenta he dividido las noticias falsas en relación con emociones distintas, siguiendo, de alguna forma, el ejemplo de Nussbaum.
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Miedo
Las noticias falsas que le apuntan al miedo nos hablan, casi siempre, de hechos atemorizantes para las personas comunes y corrientes: que los robos se dispararon, que el Covid-19 se salió de control, que va a haber desabastecimiento.
Eso puede explicarnos, por ejemplo, tantas filas para comprar papel higiénico: el papel sirve, literalmente, para cuando nos cagamos del susto como sociedad.
Esas mismas emociones las hemos podido ver cuando se descubre un caso nuevo en un municipio pequeño. A una mujer en La Dorada, Caldas, la amenazaron cuando se supo que era el primer positivo en ese municipio del convulso Magdalena Medio. Ella estaba resguardada, pero su solo existencia causa el miedo.
Es de esta forma que el miedo hace que algo real vaya perdiendo veracidad, porque va restándole dimensión al hecho. Por supuesto que un caso es preocupante, pero ¿como para amenazar de muerte a alguien?
En Neiva hasta dijeron que habían cogido a piedra la casa de un caso positivo. Aunque al parecer fue: una noticia falsa.
Orgullo
El segundo tipo de noticias falsas es lo que llamo noticias ideológicas y están relacionadas con las creencias propias y, sobre todo, con nuestro orgullo idiosincrático.
Todos en Colombia hemos sido, así sea una vez, expertos en fútbol, en política y, ahora, en medicina. En Colombia nos encanta hablar sin saber; hablar por hablar, parafraseando a un programa radial que se llamaba así. Eso se debe a que sentimos que opinar nos hace ver más inteligentes, conocedores de un tema y eso, por supuesto, nos alimenta nuestra alicaído orgullo como país fallido.
En Colombia nos encanta opinar si James debería ser titular; si Laura Moreno y Jessy Quintero mataron a Colmenares; si las Farc finalmente se tomaron el poder. Ahora opinamos sobre cuánto va a durar esta pandemia y su origen.
Las noticias ideológicas falsas nos permiten validar cualquier teoría conspirativa que refuerce nuestras posiciones políticas. Es decir: En algunos casos, hablamos de una guerra biológica contra China; en otros, hablamos de que Cuba va a salvar al mundo; en otros decimos, por supuesto, que todo es culpa de Estados Unidos.
Nada de lo anterior ha sido comprobado del todo y puede que nunca sea esclarecido.
Es cierto, hay que decirlo, que Cuba tiene un medicamento que ha mostrado, junto con otros medicamentos, algunos resultados ante los síntomas del Coronavirus: el Interferón Alfa 2b, que se produce en la isla desde los años 80. Pero sirve de forma terapéutica; no es una vacuna.
El problema, de nuevo, es cuando a una noticia real le quitamos su verdadera dimensión para que se adapte a nuestras creencias, la terminamos convirtiendo en una noticia falsa.
Otro ejemplo: la canciller alemana, Ángela Merkel, ojo que ella pareciera una fuente sincera, denunció que Trump estaba tratando de quitarle a su país una posible vacuna contra el Coronavirus.
Se trata, por supuesto, de una noticia que reaviva todas nuestras pasiones geopolíticas. Pero, hasta ahora, el laboratorio que desarrolla la vacuna, CureVac, ha desmentido a la canciller, negando cualquier ofrecimiento por parte del presidente estadounidense, aunque reconocieron haber visitado, junto con otros laboratorios, la Casa Blanca, en enero. Se trata, de nuevo, de una noticia real, pero inflada.
Donde respirar es un peligro
Las noticias ideológicas falsas son, entonces, aquellas que alimentan nuestras pasiones políticas, nuestra visión sobre el mundo, y nuestro placer por pelear en redes sociales con desconocidos.
Eso lo saben los mismos políticos y, por ello, han recurrido a ellas durante esta pandemia. Ojo, para que no me juzguen de sesgado, es un pecado en el que ha incurrido la izquierda: México, Irán, Venezuela y, por supuesto, la derecha.
Valga ver el cinismo del presidente brasileño Jair Bolsonaro en estos días. O, por qué no, hablar de Boris Johnson que después de tanto burlarse, se contagió. No digo que no se estén dando peleas geopolíticas gigantescas; solo digo que esas luchas han recurrido impunemente a la desinformación -bien lo saben en el mismo Estados Unidos que se aprieta para nuevas elecciones- y que nosotros no podemos terminar convertidos en soldados de ejércitos virtuales que se van a la guerra sin pensar. Eso es lo que quiere el establecimiento. Valga la pena recomendarles el documental de Cambridge Analytica.
No se trata, tampoco, del camino facilista, de decir que todo es un invento, como lo han hecho filósofos como Giorgio Agamben.
Decir que el Coronavirus es una invención puede parecer atrevido ante la cifra de muertos en Italia por el Covid-19: más de 14 mil hasta ahora, 3 de abril.
Aunque el país parece recuperarse y hay reconocerle al filósofo italiano que ha habido un sobredimensionamiento de lo ocurrido con la pandemia por cuenta de los medios de comunicación y las redes sociales. También hay que reconocerle que esta cuarentena ha fortalecido al Estado y revive la discusión sobre la biopolítica.
Es decir: no podemos decir que no haya razones para el debate. Lo que no hay es razones para verdades absolutas. Hay, en cambio, descubrimientos que se están haciendo, avances, pero no es una carrera rápida ni tan sencilla de explicar, como tampoco es de verdades absolutas.
Esta guerra que se vive, informativamente hablando, es una guerra por la esperanza y el orgullo: ver qué país va a solucionar primero todo, ver qué bloque se va a imponer, ver qué va a pasar con la economía.
Se trata de una guerra larga, o mejor, lenta, en la que el mejor bando que podemos tener es del análisis, con conocimiento y calma, de los datos existentes. Se trata de una guerra de esperar y esperar. Pero hay que reconocer que la ansiedad a la que nos tiene habituada la sociedad nos hace impacientes y, a la vez, perezosos. Porque las respuesta fáciles requieren menos esfuerzo para comprenderlas.
Pereza
Esto se vincula con el tercer tipo de noticias falsas identificadas y que relaciono con la pereza. Se trata de esas noticias que nos quieren hacer creer que todo va a acabar pronto. Estas noticias buscan que nos pongamos contentos, que veamos una luz al final del camino, y hagamos como que la cuarentena va a terminar el 13 de abril.
No, no va a pasar, como tampoco se van a volver más laxas las excepciones. Las mentiras falsas también nos ayudan a justificarnos, a ser flojos y no tomar cuidados.
Como aquel que se lava el pene con agua caliente después de haber tenido sexo sin condón porque cree que el agua caliente mata las Enfermedades de Transmisión Sexual. Pues no. No ocurre así.
Lo mismo hemos querido hacer con el Coronavirus: buscamos noticias falsas que nos digan que no hay problema salir a la calle, en medio de la cuarentena. Son puros pañitos de agua tibia o pajazos mentales, aunque ni el agua tibia ni la paja curen el Coronavirus. Ya quisieran.
La verdad es que, hasta ahora, no hay una nada concluyente e infalible sobre cómo acabar con el Coronavirus. Lo que sí es cierto, lo que sí se puede decir sin temor a mentir es que esto va a ser más largo de lo que la gente cree. Y no lo digo porque lo diga Claudia López. Cito al respecto el siguiente informe: A call to honesty in pandemic modeling.
Ahora ¿qué hacer en este momento con tantas noticias falsas para miedosos, orgullosos y perezosos? Como no soy médico, no podría dar una respuesta científica, sin embargo, como periodista puedo decir que podríamos empezar por no ser miedosos, orgullosos y perezosos: informarnos bien, cruzar y chequear las fuentes y, como le recomiendan a uno: no tragar entero.
Para hacerlo bien, les recomiendo, seguir portales científicos y portales de periodismo científico o que hagan fact checking, como ColombiaCheck.
Y aprovecho también para una cuña: échenle ojo a la maestría en Periodismo Científico. Este es, precisamente, el mejor momento para que periodismo y ciencia salgan de la cuarentena juntos.
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