El arte por el arte

Lucas Herrán – lucas.herran@javeriana.edu.co

El arte, y en este caso el literario, ha sido mal interpretado muchas veces. Al final, pareciese que los versos, la prosa son los victimarios. Por qué. Porque la gente juzga el texto por cómo es el autor en su vida personal y no por la obra en sí misma.

Ilustración: Natalia Latorre

El 16 de abril, el escritor Junot Díaz ganador del Pulitzer de ficción en 2008, oriundo de República Dominicana, y nacionalizado estadounidense, escribió en una columna de The New Yorker, titulada El silencio: el legado de un trauma infantil, que fue violado cuando era un niño y que por eso, entre otras cosas, sus obras tienen un alto contenido de violencia sexual.

Pocos días después de su declaración, Junot Díaz fue acusado por Zinzi Clemmons, otra escritora, que aseguró que él intentó besarla sin su consentimiento en un taller sobre literatura. En seguida se formó un gran alboroto en las redes sociales y las personas reaccionaron manifestando que nadie debería leer sus novelas porque es un maltratador y misógino. No se ha probado que besó a Clemmons.

Otras mujeres se sumaron a las acusaciones, como la escritora Carmen María Machado que aseguró que Díaz le habló ‘agresivamente’. “Levantó la voz, insinuó que yo era una mojigata que no sabía leer ni sacar conclusiones razonables del texto”. Esta acusación por mucho demuestra que Junot Díaz es agresivo pero no necesariamente misógino.

Así que en una semana Díaz pasó de ser un escritor aclamado a estar en el ojo del huracán. Machado dijo: “Junot Díaz puede hablar tanto como quiera sobre la escritura de libros que cuestionan la masculinidad, pero eso es todo: hablar. Sus libros son basura misógina y la gente no la ve ni la reconoce (lo cual me molesta por diferentes razones). Él es un misógino ampliamente alabado y amado. Sus libros son regresivos y sexistas. Él ha tratado a las mujeres horriblemente, de todas las maneras posibles”.

Pero Machado está muy equivocada. José Vicente Guzmán, escritor de Arcadia, dijo en una columna de la revista: “la escritora -María Machado- cae en dos falacias serias: 1) La literatura tiene una función social; debe ser políticamente correcto (debe servir como un ejemplo moral), y la calidad literaria depende de ello. 2) El trabajo de un escritor es el reflejo de sí mismo”.

El primer punto es serio porque el arte no tiene ningún propósito, el arte es arte en sí mismo. Es una visión de mundo. Pero, dice Guzmán, “si tuviéramos que decir que el arte tiene un propósito es precisamente molestar, romper con el statu quo, mantener su independencia, conservar su capacidad crítica e incluso su incorrección, contra el conservadurismo y opinión homogeneizada.” La humanidad pierde el arte al juzgar los conflictos personales del artista.

Ilustración: Natalia Latorre

Y el segundo punto es un gran error que incluso hoy en día algunas personas defienden: que la obra literaria debe ser leída por la vida del escritor o viceversa. No tienes que matar a alguien para escribir sobre una historia criminal; no tienes que estar enamorado para escribir sobre el amor. El arte está más allá de la vida personal del autor. William Faulkner, Premio Nobel de literatura para 1949, dijo en una entrevista: “El artista no tiene importancia. Solo lo que él crea es importante”.

El arte es una cosa y la vida personal del autor es otra. Por ejemplo, si un escritor se considera racista a sí mismo, deberíamos estar en contra de esa postura, pero si sus novelas hablan de los ancianos en el posmodernismo, no debemos condenar la obra.

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Es un proyecto de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, dedicado al periodismo digital, la producción audiovisual y las narrativas interactivas y transmedia