A propósito de la cuarentena por el Covid-19, los fotoperiodistas de Directo Bogotá han aprovechado este tiempo en casa para retratar los objetos de sus hogares y las historias detrás de ellos. En esta entrega, un cuadro.
Aida Hernández, la encargada de dejar plasmado para siempre en un cuadro el legado de uno de los seres más especiales en su vida: su padre.
Existen miedos de todo tipo: grandes, pequeños, únicos, compartidos, pero independientemente de la clase, todos los sufrimos. Lo peor viene cuando estos miedos se hacen realidad y toca enfrentarnos a ellos. Así le sucedió a Aida, una mujer que durante gran parte de su vida se dedicó a cuidar de su padre, Juvenal Hernández, y entregarle todo lo que estuviera a su alcance, hasta que, el 15 de abril de 2014, una insuficiencia respiratoria se lo arrebató.
La vida de Aida nunca volvió a ser la misma. La muerte de su padre fue un suceso que la marcó para siempre. Sin embargo, lo hizo su héroe y lo lleva impregnado por siempre en su mente y corazón. La figura amorosa, comprensiva y talentosa que él representó para ella, era algo que merecía más que perdurar en la memoria; debía quedar inmortalizado para siempre en un objeto material, un cuadro con un sinfín de su esencia.
Aida tomaba clases de pintura y conocía muy bien la técnica con el pincel, lo cual le facilitó plasmar en un lienzo una serie de objetos que representaban el legado de su padre: un rincón de la casa donde vivió toda su vida, la guitarra que lo acompañó durante años y con la cual pasaba el tiempo cantándole canciones, las gorras que por mucho tiempo lo caracterizaron junto con las sandalias que lo acompañaron en el paso de su vida, el bastón que lo sostuvo cuando llegó a la vejez y por supuesto, dos cuadros, uno que lo representaba con toda la seriedad que demostraba físicamente, aunque su personalidad fuera todo lo contrario, y otro, donde se podía apreciar el camino que estaba recorriendo ahora, un camino hacia la eternidad.
A partir de allí, ese vacío físico que dejó Juvenal cuando se marchó de este mundo, se transformó en una compañía de su esencia en un lienzo. Para Aida, contemplar el cuadro, se tornó en sus momentos favoritos de la vida. Es justamente ahí cuando puede olvidarse del mundo y regresar a todos aquellos instantes junto a su padre, madre y hermanos, y ser feliz.
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