Juan Moreno // Fotoperiodismo
El 19 de agosto de 2011, Diego Felipe Becerra, estudiante y grafitero bogotano, fue asesinado por una “equivocación” de Wilmar Alarcón, patrullero de la Policía. Hoy, ocho años después, el caso sigue impune. Directo Bogotá hizo un recorrido fotográfico por algunos de sus grafitis y los murales que se han pintado en su honor.
Eran cerca de las 11 de la noche del 19 de agosto de 2011, cuando el joven Diego Felipe Becerra, junto a unos amigos, recorría la Avenida Boyacá. Habían salido de la calle 145 y estaban por llegar al puente de la 116, cuando Diego decidió darle un poco de color a la noche y sacó una lata de pintura con la cual comenzó a hacer trazos por las paredes. Iba firmando con su pseudónimo ‘Tripido’ con el cual era conocido entre los grafiteros. Mientras la fría noche soplaba en la soledad de las calles, Diego decidió pintar en el puente una de sus caricaturas favorita, el gato Félix, por lo cual comenzó a dibujar sin prisa alguna, pero a los pocos minutos aparecieron dos oficiales de policía.
Al ser sorprendido pintando, Diego solo se detuvo. Con su corazón latiendo cada vez más rápido, se separó de la pared. Al instante los dos oficiales le pidieron a todos una requisa. Al escuchar estas palabras y con el miedo de ser llevados a un CAI, él y sus amigos no dijeron nada. Luego de un corto silencio arrancaron a correr, cruzaron la Avenida Boyacá y de inmediato se adentraron en el barrio. Diego estaba cerca de ser alcanzando por el patrullero Wilmar Alarcón y se detuvo para no empeorar las cosas. El policía, al ver esto, sin entender nada, y en medio de los nervios de la persecución, disparó su arma, e impactó al grafitero, que en pocos segundos se desplomó al suelo.
Después de que Wilmar vio que había dado en el blanco, solo se acercó y al ver la sangre en la espalda del artista, lo primero que hizo fue llamar a su oficial al mando, a quien le dijo “cometí un error, yo pensé que el man tenía un arma y disparé”. Ni cortos ni perezosos, los policías y el oficial que sabía del disparo, montaron en unos pocos minutos una escena totalmente distinta. Decían que Diego Felipe y sus amigos estaban robando un bus y que estaban armados, por lo cual, en defensa propia, habían disparado.
Wilmar Alarcón montó todo el cuento, pero no contaba con las incongruencias que se darían entre lo dicho por el conductor y los testigos de la noche, los amigos de Tripido, quienes dijeron la verdad. Luego de esto, y gracias a los medios de comunicación, un nuevo falso positivo salió a la luz en el país; esta vez uno que sucedió tan solo por la pintada de un gato Félix, por darle color a la noche.
Lo que indigna a sus amigos, familia y miles de artistas, es que ocho años después, el caso sigue abierto; no se ha dado una respuesta válida y no se ha llegado a un acuerdo entre la institución y los padres de Diego. No es el único caso que se ha presentado, por lo cual parece que el ser un artista urbano, en muchas ocasiones, es condenado peor que cualquier delito.
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