Carol Salazar // [email protected]
Daniela, a sus 15 años, fue víctima de una violación sexual perpetrada por un joven de 19 años que conoció en redes sociales. Su madre desconocía cómo ayudarla adecuadamente y, hoy, un año después de la violación, su agresor sigue impune.
“Linda forma de conocernos, ¿no?”, fue lo que le preguntó a Daniela su agresor mientras le besaba el cuello después de haberla empujado a la cama. Ella sólo respondió que la dejara, pero él no quiso parar.
Como Daniela, otras 15 millones de muchachas de entre 15 y 19 años han sido víctimas de violencia sexual en el mundo según ONU Mujeres. En Argentina, de donde Daniela es oriunda, entre el 2016 y el 2018 se atendieron 2.842 denuncias por abuso sexual en el Programa Las Víctimas Contra las Violencias, de las cuales 2.094 fueron de niños, niñas y adolescentes.
En Colombia el panorama tampoco es alentador. Para noviembre de 2018 se presentaron 73 casos de violencia sexual por día. Debido a las alarmantes cifras, que van en aumento, el debate sobre la implementación de la cadena perpetua para violadores de niños está tomando fuerza en algunos países, como Colombia, así como el recurso de la castración química.
Ese día, la joven fue violada sexualmente por un muchacho que conoció en la red social Twitter y con el que había entablado una ‘amistad’. Él la invitó a su casa y ella accedió a ir porque “no le veía nada de malo a juntarse con un amigo”, dijo Daniela. Pero haber ido hasta allá fue lo que le hizo pensar, por mucho tiempo, que la agresión había sido culpa suya.
Luego de eso, regresó a su casa y le contó a su mamá que había tenido su ‘primera vez’, pero no mencionó que había sido sin su consentimiento. Al día siguiente, se despertó con un fuerte dolor pélvico que se extendía hasta la espalda, se orinó encima y se le empezó a nublar la vista. Los médicos dijeron que se trataba de una crisis de ausencia, es decir, un ataque de epilepsia leve, los cuales le ocurren cuando se entra en un estado de nerviosismo.
En el centro de salud le preguntaron si ya había iniciado su vida sexual, ella dijo que su primera relación había sido el día anterior y sin protección alguna. Sin embargo, no se le recomendó en ningún momento que se hiciera exámenes para detección de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS).
Fue hasta dos meses después de lo sucedido que Daniela le confesó a su mamá que había sido violada. Entonces, Blanca decidió contactarse con la psicóloga del barrio. La respuesta que recibió fue desalentadora “vení la semana que viene porque estoy sin turnos. Hablo primero con vos y la semana siguiente la atiendo a ella”. La psicóloga no le dio importancia al caso de Daniela; incluso ella llegó a pensar en el suicidio, aspecto que suele ser común en las personas víctimas de estas agresiones. Dos semanas después, el día de la cita, Daniela no quiso asistir por miedo a contar su historia y su madre no volvió a contactar a la psicóloga.
Según el Protocolo para la Atención Integral de Víctimas de Violencias Sexuales de Argentina, en algunos centros de salud hay una “auténtica revictimización. Esta práctica está definida en el Decreto Reglamentario de la Ley 26.485 como el someter a la víctima a demoras, derivaciones no referenciadas o consultas innecesarias, pedirle que vuelva a contar lo que sucedió…”, entre otras cosas. Blanca no supo, en primera medida, además de la psicóloga del barrio, a quién recurrir como madre de una víctima de violencia sexual.
Te puede interesar: Salud mental, un estado de bienestar https://directobogota.com/single-post/Salud-mental-un-estado-bienestar
Su madre no se percató de que la salud física de su hija también debía ser evaluada, “no había pensado en eso. Yo solo quería que ella saliera de su tristeza, pero nunca me puse a pensar desde la salud (…) es un sentimiento inexplicable; impotencia, dolor. Incluso ella sabe que tiene todo mi apoyo, siento que no supe ayudarla”, dijo Blanca. Esto es debido a la falta de información que hay sobre el tema; los padres en realidad no saben cómo actuar frente a una situación como esta, ni a quién dirigirse para recibir atención oportuna, adecuada y eficaz.
Según ONU Mujeres, de datos recogidos en 30 países en 2017, 9 millones de muchachas adolescentes fueron violentadas sexualmente y sólo el 1% buscó ayuda profesional. Por razones como el miedo a contar su historia, por pena o por temor a ser juzgadas y revictimizadas, además de la desinformación y la poca eficacia para atender estos casos. Es que la mayoría de víctimas no denuncia y tampoco busca ayuda profesional en materia de salud física y psicológica.
Y sí, Daniela nunca denunció a su agresor, pero decidió hacerse los exámenes pertinentes. Luego de un año de haber ocurrido los hechos “hasta el día de hoy tengo miedo (…) y si algo llega a dar positivo voy a denunciar al agresor, así sea que la justicia no me de bola”, afirmó Daniela.
***Los nombres reales fueron cambiados por protección de las fuentes
Más sobre este tema: Jineth Bedoya y el periodismo después de la violencia sexual https://directobogota.com/jbedoya