Viaje al centro de los libros

Isabella Vásquez Carvajal

Célico Gómez es el fundador de la casa librería Merlín en pleno Centro Cultural del Libro, lugar que cuenta con más de doscientos cincuenta mil ejemplares de libros usados, de distintos géneros y para todos los gustos.

Quería tener un mundo a sus pies. Decidió abrir una librería.

Célico Gómez parece ser casi tan misterioso como su librería. Siempre está ocupado porque todo el que entra tiene una pregunta sobre los libros que están buscando. Incluyéndolo, son apenas tres personas las que atienden la librería y más o menos, alrededor de cien potenciales clientes que entran a diario al laberinto que se sube tres pisos hacia arriba.

FOTO: Estanterías de la librería Merlín

A medida que voy caminando por la entrada angosta que conduce hacia el primer salón de un edificio de los 60, Esoterismo, Homeopatía, Brujería, Satanismo, Yoga, Relajación, Meditación, Baloncesto, son los primeros nombres que alcanzo a leer de los avisos escritos con marcador negro. No sé hacia dónde mirar. Hay libros en el piso, en estanterías de nueve cajones de altura y en las escaleras. Se escucha una suerte de bolero que suena desde un antiguo tocadiscos

Por el callejón de los libreros y en diagonal al Centro Cultural del Libro, se lee “M E R L Í N” en letras verde oscuro sobre una fachada gris con una entrada angosta. Es el pasaje a un lugar que desde hace 18 años se asemeja a un mundo mágico. Tal como un mago, todos los que quieren buscar un libro que no han podido encontrar van donde Célico, el hombre de gafas cuadradas, pelo rizado y despelucado, fundador de esta casa librería.

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Las personas lo rodean mientras él está sentado en el único computador que hay en todo el establecimiento. Revisa los libros que la gente se está llevando y simultáneamente responde a las preguntas por títulos específicos. “Adelante”, le dice a los que entran buscando sabiduría o a los que lo hacen por pura curiosidad mientras su librero custodia el espacio. Merlín se fundó en el año 2000 y sigue vigente porque según su dueño “cada día se compran libros”.

Un septuagenario de casi 1.80 metros de altura, de pelo y barba blanca, vestido con un abrigo de paño, le cuenta a Célico lo que le recuerda estar dentro de la librería.

Iba allá con mis hermanos a cambiar novelas de vaqueros y detectives, y a comprar lectura barata.
¿Y cómo llamaba el señor? —le pregunta Célico —Yo he escuchado de
Un tal don Guillermo –lo interrumpe el señor —cuando yo tenía por ahí 13 o 14 años ese era un hombre de 60 con una capacidad de lectura…

FOTO: Colección de libros de bolsillo

FOTO: Frase de Gabo

Antes de que termine su relato entra una señora de pelo negro de más de 50 años. Se siente imponente por su peso y su blusa roja resalta en el ambiente.

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Necesito que me asesore, ¿tendrá una cosita de inglés, de los libros anteriores que estaban a veces con casettes o cds para que los niños chiquitos aprendan?
Sí, —responde Célico sin dejar de revisar los libros que se va a llevar el anciano de barba blanca.
Bueno, ¿qué tiene?
Las primeras lecciones del de Hamilton.
Sí…Bueno y otra cosa que le quiero preguntar es que quiero un libro que es así (señala un grosor mediano con el dedo gordo y el dedo índice) que hace mucho tiempo usted me lo mostró y yo me llevé otro.
El hombre levanta su mirada —¿El de la mujer?… ¿El del guardián?
No…el de lectura del Chin yo no sé qué, que no es como el Tarot.
¿El Chin?
No sé. Lo que pasa es que tenía mucha filosofía en el medio entonces no me gustó mucho.
Ese es I Ching.

(Luego me daría cuenta de que se refería al libro chino de los cambios)

Felipe… — le dice a un joven de los que le ayudan en la librería. Tiene un piercing de expansión en la oreja y lleva una cachucha negra volteada hacia atrás. Tiene chaqueta camuflada con tenis y sudadera también negra. Está trepado en una de las escaleras de las estantería —Me hace el favor y le pasa un I Ching a la señora. Si no hay ahí, entonces allá hay uno rojo.
—¿Un qué? (nadie excepto él parece entender lo que busca la señora).
I Ching…
Viejo…Sin pedir rebaja ni nada. —Le dice en tono más bajo el señor.
Ahí ya estaba la rebaja, le rebajé 100.
Eso le suma…
200

FOTO: Colección de periódicos de la librería Merlín

Riiing. Suena el teléfono.

—Buenas tardes, Librería Merlín. Sí, con mucho gusto diga….sí sí hay. Aaah… habría que verificar. (Mientras tanto otras cinco personas esperan pacientemente a que Célico termine la llamada.) Ya, ya le averiguo bien. ¿Crítica de la razón pura ya se completó? —Pregunta al aire esperando que alguno de los jóvenes responda. Vuelve a los libros que está pagando el cliente.
— 1, 2 , 3, 4, 5, 6, 7, 8 libros. Serían 200 — le recuerda.
—Entonces me toca dejar dos libros, le tiene que rebajar porque no tengo sino 150.
—Se queda callado un segundo. —No, no deje nada.

No solo conoce los libros como si tuviera una enciclopedia por cabeza, sino además es quien se encarga de toda la plata que se maneja en el lugar. La guarda y da las vueltas del bolsillo de su camiseta. Al día llegan más de 200 ejemplares que provienen en su mayoría de bibliotecas de personas difuntas o lectores que venden sus libros. Un gremio que pocos se imaginan que se mueve tanto, pero que de acuerdo con la Encuesta que hace la Cámara Colombiana del Libro, hubo un incremento en su facturación del 7,7% en 2018, entre las empresas del sector para observar el comportamiento de la producción y el comercio editorial en el país.

Aquí terminan los que ya han sido abiertos. Los precios de todos los libros están marcados con lápiz en la primera página, pero pueden ser negociados dependiendo de la cantidad de libros que se lleven. Igualmente, también se usa la figura de trueque, como me indica Bryan, uno de los jóvenes ayudantes. Le pregunto si es posible canjear libros porque muchos de los que cogí tenían escrito dedicatorias a personas o apuntes en sus páginas.

—Pues depende de qué tipo de libros porque si es un libro del que tenemos bastantes, no sería fácil el cambio. Si es un libro que nos sirve pues sí, de una. Tampoco manejamos temas escolares o universitarios y libros técnicos, porque de los libros técnicos la gente busca las últimas versiones, es decir, las más actualizadas, pero a nosotros se nos quedan. La verdad, filosofía y literatura son nuestros dos grandes pilares.

Buenas, ¿Tiene Mala Onda de Fuguet? –pregunta una joven que parece redondear los 25 años.
¿De Fuguet? — Escucho mientras me decido a subir para dejar atrás el grupo que espera la atención del dueño.

“¿Será que yo soy la única que viene aquí sin un libro especÍfico en su mente?”, pienso mientras sigo mirando a mi alrededor como un borrego perdido y dejado atrás por su manada. Efectivamente, mi hermano ya está rebuscando sus libros de arquitectura. “Puedo comprar dos y hasta tres libros con lo que normalmente me cuesta uno grande”. Y me dijo, cuando me convenció de acompañarlo a lo que creí era una simple librería en el centro.

11 escaleras hacia arriba me encuentro de frente un aviso “Por favor no ingrese con maletas ni deje objetos de valor, no se permite tomar fotografías”. Lo leo mientras pienso que es un gran lugar para tomar fotos. Tal vez eso lo haga aún más misterioso. Las personas deben dejar sus maletas en el primer piso. Un escalón más y ya siento como si hubiera viajado por todo el mundo. Venecia, México, Berlín, Atenas Budapest, Jerusalén son algunos de los títulos de los libros ubicados en el piso, como si se tratara de un mapamundi completo. Otros 18 escalones hacia el segundo piso y ya no se se escuchan del todo las inquietudes que salen a flote en el primer salón.

En ese segundo piso está la sección grande de literatura universal, que se encuentra organizada por países y alfabéticamente. Reconozco autores como Jorge Isaacs, Félix Restrepo y Jorge Zalamea. Hay una sala dedicada solo a libros de Colombia y va por temas. El piso y las estanterías son de madera. Cada paso suena por encima de la música clásica que emite un viejo radio. Veo un aviso de “Historia de Colombia” hacia el lado derecho, así como colecciones enteras de libros, mientras que el aire parece volverse más escaso y el olor a libro guardado se hace más intenso. En una esquina del salón hay una estantería con cronistas de Indias, el principio de la narración y de la memoria histórica. Caminar por esta librería es como es sumergirse por el mundo de lo desconocido. Con espejos, restos de una cocina, de los cuartos donde habitaban personas ahora están reemplazadas por montañas de libros; muñecos, plantas y una que otra silla.

FOTO: Estantería de crónicas de viajes

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FOTO: Máquina de escribir en el segundo piso de la librería

Entro a un salón donde hay una colección de libros de bolsillo y al azar saco uno con la imagen de Winston Churchill que contrasta con uno que dice Historias y leyendas de Cartagena. En el salón continuo hay periódicos viejos y ejemplares de El Tiempo con una portada del 9 de abril de 1948, fecha mejor conocida como el Bogotazo.

El precio del periódico era de $1,200 en ese entonces. También hay dos montañas de revistas Cromos y Semana de los años 50 y 60, y también una edición del Quijote de la Mancha gigante que venden por $400.000.

Hay que subir otras 18 escaleras en forma de espiral para llegar al tercer y último piso, pero está restringido su paso. Hay 20 cajas marcadas de libros que al parecer todavía no han sido acomodados. Los títulos van en los mismos carteles blancos con letra negra y dicen Sociología, Imprenta, Toros, Tránsito marítimo, Tránsito terrestre, Carpintería y Muebles. Están en un salón decorado con una televisión antigua al lado de dos sillas de madera.

FOTO: Libros en diferentes idiomas

Al fondo hay otro cuarto con solo revistas. Resaltan: Life en español, Vanidades, Contra las cuerdas, Pensamiento crítico, revistas de arquitectura y Arcadia de todos los años. Sin embargo, cuando creí que no había títulos más raros, en el último salón encontré literatura en idiomas extranjeros. Pensé que era lo más raro que alguien podría venir a comprar, pero Felipe, uno de los vendedores, me contó que hace poco una pareja llegó a preguntar por la Biblia Satánica de Svandor Lavey. Querían 10 copias porque iban a armar una congregación.

Eso sonó súper sospechoso— se rió.— Severo culto el que iban a armar. Ahí toca decirles que suerte porque eso no se encuentra; es difícil por tratarse de tema muy tabú. Le pregunté que qué tan posible era que tuvieran 10 copias de un mismo libro. Sí pasa. Digamos de Las olas de Virginia Woolf sobran copias. De Conversaciones en la catedral de Mario Vargas Llosa hay muchas.

— De Gabriel García Márquez hay muchas copias y siempre están en circulación. Así como existen muchos libros que son muy difíciles de conseguir. También aquí al lado tenemos arte. Es una galería de arte, pero ya es con Célico porque hay pinturas valiosas, y él tiene su certificado.

En ese instante entró un hombre de estatura baja y gafas redondas.

¿Viaje al centro de la tierra?
¿Jefe?—Le pregunta Felipe a Célico.
No, ese no nos ha vuelto a llegar.

Paradójico. Entre todas esas rarezas, no tienen el primer libro que conozco con facilidad de todos los que han preguntado hoy. Parece ser que el sabio Merlín siempre deja con expectativas para después.

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