Paula Tavera – [email protected] // Ana
El II Festival Javeriano de Teatro trae una propuesta innovadora a la Universidad y sus puestas en escena retuercen hasta al más insensible. El pasado 25 de septiembre tuve la maravillosa oportunidad de envolverme en la trama de “Historias para ser contadas” dirigida por Leonardo Petro.
Expuesta en el auditorio Luis Carlos Galán, la obra de teatro desempolva historias perdidas en el viejo Buenos Aires en forma del “teatro breve”, manera en la que el dramaturgo Osvaldo Dragún presentó su obra original hacia los años 70. Cuenta Petro que este tipo de teatro fue fundamental para la creación de una obra desgarradora sobre las injusticias sociales en un mundo post-moderno, ya que estas obras eran espontáneas y tenían un método de liberación en las condiciones políticas de carácter severo de la época. Por esta razón, decidió adaptarla al teatro actual y presentarla ante la comunidad javeriana.
En un inicio crudo y seco se presenta el final de una historia fatídica que pareciera ya condenar a su protagonista al olvido total dentro del entorno en que se encuentra. Las actuaciones de la muchedumbre confunden al espectador en un sentido sugestivo, puesto que le enfrenta a la dualidad obviada de la vida misma; su humor negro y su perpetua tragedia.
Se presenta entonces el camino de un hombre promedio con necesidades económicas y doblegado ante la desigualdad de la sociedad misma, sin embargo, es abrumadora la cercanía que genera con el público que acaba de conocer, quizás más de uno se vio reflejado en su estado. La necesidad, como dicen por ahí, tiene cara de perro y de uno más bien feo en este caso. Si bien el protagonista pareciera salir de la situación a la que se enfrenta, cada vez son más los obstáculos que le detienen de alcanzar ese sueño que no es una meta sino un requisito para sobrevivir.
Entre las cosas más alucinantes que hacen de la obra un must-see, es el juego y la carencia del diámetro temporal y espacial, las dos historias son contadas en un escenario sin contexto de ningún tipo. Esto soporta la idea que propone Petro, cuando dice que “(…) esta situación es universal, incluso hoy está vigente todo el tema de lo laboral y como la gente se aprovecha de la vulnerabilidad y la necesidad de la gente”. El vestuario negro de todos los personajes denota la neutralidad y afinidad temporal infinita que propone el autor, por mi parte, considero que la obra tuvo lugar en Bogotá, en este instante y con la gente que la habita a diario.