La Tierra de los Tesoros Tristes: La historia de una pobre nación rica

Por Miguel Chavarro

Llega a las librerías La Tierra de los Tesoros Tristes, el último libro de Simón Posada, una historia que muestra cómo la coca, el oro y la codicia han marcado el rumbo de un triste país. Directo Bogotá entrevistó al autor a propósito del libro.

La Tierra de los Tesoros Triste, el nuevo libro de Simón Posada. Collage: Miguel Chavarro.

“¿Dónde estamos? -exclamó Cándido-. Se nota que educan muy bien a los hijos de los reyes de este país, pues les enseñan a menospreciar el oro y las piedras preciosas”. [Cándido en su visita al país de El Dorado]

Cándido o el optimismo. Voltaire.

Las grandes empresas tardan tiempo, o al menos esa suele ser la pauta. La expedición botánica en el Nuevo Reino de Granada duró treinta años. Simón Bolívar tardó veinte años en su gesta libertadora. Cristóbal Colón duró poco más de dos meses en llegar al Nuevo Mundo. Todas estas son historias de una obsesión con un factor en común: América. Lo mismo podríamos decir del nuevo libro de Simón Posada (1983), un periodista paisa que durante nueve años se obsesionó con un tema que fue perdición para otros hombres: la leyenda de El Dorado.

La Tierra de los Tesoros Tristes (Aguilar) es la búsqueda por entender nuestro pasado. Un libro en donde personajes histriónicos convergen con falsificadores, con codiciosos y con un destino tan cliché como cierto: somos un país rico lleno de pobreza. En este libro Simón recopila la información sobre uno de los objetos predilectos de la iconografía nacional: el Poporo Quimbaya. El libro es la reconstrucción de cómo el azar, la naturaleza y la condición humana dieron forma a la obsesión en torno al arte precolombino y las sociedades indígenas. Un libro que lleno de datos científicos, amablemente narrados para el público, que se convierte en un ensayo acerca de la coca, el oro y las particularidades de nuestra sociedad. Un libro con una intención que su mismo autor define de la siguiente manera: divulgar para hacer duelo.

***

Estudiaste cine y televisión en Cuba. Cuando leí el libro vi en mi cabeza un material lleno de mucha riqueza gráfica. ¿No contemplaste la posibilidad de llevar esta investigación a lo audiovisual?

Está la tentación. Yo creo que ya tendría que ser como algo documental, porque a mí me cuesta mucho inventarme las cosas como para transformarlo en ficción. Me parece que sería difícil, pero me gustaría mucho. Sin embargo, el proyecto siempre estuvo pensado como libro. Igual no lo descarto para nada. Ojalá ocurriera.

El libro está lleno de un montón de fuentes, no solo de la época, sino también de literatura que menciona la fiebre del oro. ¿Cuánto tiempo te llevó la escritura del libro con toda esta investigación? ¿Has hecho el recuento de cuántas fuentes llegaste a abarcar?

En estos días estaba contando y creo que para escribir este libro tuve que leer alrededor de 6000 páginas de bibliografía. Más o menos estaba haciendo yo ese cálculo. Yo empecé a escribir este libro hace nueve años, pero no me demoré nueve años escribiéndolo. Es decir, no estuve sentado todos los días durante nueve años dándole porque tuve muchas interrupciones. Cambié muchas veces de trabajo en estos nueve años, tuve un divorcio, cambié de ciudad tres veces o cuatro, entonces fue difícil, ¿no? Este libro ha sido tiempo que le he robado al trabajo, al descanso, a la familia.

“Este libro ha sido tiempo que le he robado al trabajo, al descanso, a la familia”

En esa cantidad de versiones que estuviste contemplando hubo una en donde el Poporo asumía una primera persona…

El libro empezó porque yo tenía un jefe en la editorial Planeta que había escrito un libro sobre sobre la historia real de Machu Picchu, porque siempre se ha dicho que fue Hiram Bingham el que lo descubrió, pero no era así. Entonces él hace un libro sobre la historia verdadera. Es decir, que había incluso una familia de Cusco que decía que eran los dueños de Machu Picchu. Entonces termina siendo una reflexión histórica sobre por qué las cosas de América tienen valor solo cuando alguien foráneo de otro continente las descubre.

Yo empecé a buscar un tema de ese tipo que se pudiera trasladar a Colombia. No para escribirlo yo sino para encargárselo a un autor. Yo era un editor de no ficción y mi trabajo era buscar temas para encargárselos a gente que los escribiera. Renuncié a Planeta, quedé con esa inquietud y me pareció que la historia del Poporo Quimbaya podía dar para eso. Ahí es que empiezo yo a pensar, a buscar y a indagar sobre la vida de Coriolano Amador, que fue el dueño del Poporo Quimbaya antes de que su hija se lo vendiera al Banco de la República. En la investigación me di cuenta de que se quedaba corto y que no había muchos datos sobre cómo él había adquirido el Poporo.

Entonces encuentro varios problemas en la escritura del libro porque no sé cómo seguir. Ahí es cuando empieza la búsqueda con todas las maneras en que pudiera contarlo. En una de ellas el Poporo hablaba en primera persona contando su historia y entonces decía: “estoy en una habitación tan oscura como la tumba en la que me desenterraron. Viene un montón de gente a mirarme, pero nadie pregunta de dónde vengo, ni qué soy, ni para qué sirvo…” (risas) Y avancé bastante en esa versión, pero me arrepentí a tiempo porque era un disparate absoluto.

La Tierra de los Tesoros Tristes (135 páginas), la vida de Coriolano Amador, uno de los hombres más ricos y exxcéntricos de Colombia en el siglo XIX.

Hay una gran cantidad de datos científicos, pero no son una bofetada, sino que realmente los transformaste en imágenes y escenas que logran no solo hilar la historia, sino que hace una labor pedagógica más allá de la narración del libro. ¿Hubo algún reto especial en traducir estos datos?

Sí, claro. Tratar de entender procesos tan técnicos como el de la cera perdida, el proceso por el cual fabricaron el Poporo Quimbaya y muchas de estas piezas del Museo del Oro para poder traducirlo y que al escribirlo no quede como una vaina técnica era súper complicado.

Yo escribía algo, lo abandonaba, un año después volvía y lo leía y yo decía “no, esto no se entiende nada”. Gracias a esa escritura tan accidentada durante nueve años pude tener esa distancia de llegar a criticarme con dureza y editarme.

Con este resultado, ¿hubo algo que quedó por fuera y te hubiera gustado ver en el producto final?

Escribir es horrible y con los libros tiende a ser más doloroso. Cuando el libro salió uno no lo quiere ni leer. Yo lo estaba leyendo y veo cosas que no me gustan y es muy harto. Me preguntaban que si hubiera podido tener más tiempo para escribirlo qué hubiera hecho y yo digo “tuve nueve años, tuve todo el tiempo que pude”. Entonces, ¿qué hubiera querido yo? Hubiera querido ser otro autor que lo hubiera hecho mucho mejor (risas). Eso es como lo que yo hubiera querido, porque siento que con este libro di todo lo que pude.

Citas a Roberto Lleras, un arqueólogo que dice una cosa muy interesante sobre cómo tenemos esa fascinación por enorgullecernos por el Poporo, pero a la vez esa vergüenza por los antepasados indígenas. ¿Cómo puede ayudar este libro a remediar esa distancia con ese pasado indígena?

Yo creo que el libro no termina resolviendo nada ni dando alguna receta como para que Colombia entienda su pasado. Con este libro no descubro nada, yo simplemente tuve unas lecturas e hice unos cruces de información desde mi posición privilegiada en este presente para mostrar cosas de la historia de una manera que creo que no se habían visto. Lo que sí hace este libro es hacer el duelo frente a nuestra historia. Por eso se llama ´La tierra de los tesoros tristes’, porque cuando uno se enfrenta a ellos tiene un montón de sentimientos encontrados. Lo que hago yo es plantear toda la contradicción del ser colombiano.

Uno de estos ejemplos lleno de contradicciones y sinsentidos que caracterizan a Colombia fue la de la familia que falsificó arte precolombino, me pareció asombrosa. Da la sensación de que terminan con un final feliz comparado con otros a los que les fue mucho peor. ¿Cómo fue la investigación respecto a esta familia de los Alzate?

Esto de los Alzate fue muy gracioso porque en unos días de desempleo en el 2016 tuve tiempo para ir a explorar las bibliotecas de Medellín y a ver qué encontraba yo para el libro. Al ir a la biblioteca de la Universidad de Antioquia me encuentro con que hay un museo y una colección de unas cerámicas muy raras fabricadas por una familia Alzate. Me pongo a leer y ahí dice que era una familia dedicada a la falsificación, que además los habían contratado como guaqueros, y yo: “juepucha, qué es este cuento tan gracioso”. Me voy a la biblioteca a unos cuantos pasos de ahí y me encuentro una tesis de grado en el que se entrevista a uno de los familiares de los Alzate y el tipo cuenta con pelos y señales todos los detalles de cómo fue la vaina. Esta gente es un libro, y lo que hago yo es recopilar todo ese montón de información, sin pensar en si puedo meter eso o no en lo del Poporo Quimbaya. Años después me doy cuenta de que los Alzate también han sido parte de este libro, entonces fue como una casualidad. Lo de los Alzate es un capítulo de esta historia que muestra toda la locura del saqueo que vivió este país.

El Poporo Quimbaya, uno de los objetos más destacados del arte precolombino, exhibido en el Museo del Oro. Foto: Creative Commons.

De todas las historias que se entretejen en torno a la coca, el oro y el Poporo, ¿hay alguna que te hubiera gustado explorar más?

Yo hice todo lo posible por saber todo lo que más podía. Leí los diarios de mucha gente en manuscrito, en bibliotecas, en Medellín, en la Universidad de Antioquia… Tuve la suerte de tener en mis manos el álbum fotográfico de la familia Amador y buscar con una lupa a ver si en alguna repisa estaba el Poporo. Estuve buscando mapas, estuve buscando árboles genealógicos de toda la familia. Encontré 2 descendientes de Coriolano con los que hablé y que me aportaron ciertas cosas. Ninguno de los dos sabía nada de su familiaridad con el Poporo.

La historia detrás del libro tiene un montón de intentos de tratar de saber más, pero lastimosamente no se pudo. Con la balsa muisca de Pasca, por ejemplo, me pasó que había gente que me decía “yo sé cosas, pero le cobro” y no me parecía ético pagar por eso. Esta es una historia llena de huecos en donde no se sabe muchas cosas. El reto fue poder unir todo esto sin tener todas las piezas del rompecabezas y contar un relato.

“Creo que esta tierra podría ser de tesoros más felices una vez podamos hacerle bien el duelo a todo lo que ha pasado”

El título del libro es la misma frase que cierra el libro. Me parece un cierre cíclico. Como que estamos metidos en esta historia de no acabar. ¿Qué tendríamos que hacer, al menos desde tu opinión, para que el título del libro fuera ´La tierra de los tesoros alegres’?

Yo creo que para eso hay que hacer el duelo. Hay que hacer el duelo y entender la historia. Hace falta mucha escritura y enseñanza sobre la historia de Colombia para que Colombia pueda entender su historia y leerla. Por ejemplo, yo me acerqué a muchísimos académicos tratando de conseguir información o guía para esto, y los académicos fueron absolutamente cerrados y celosos de la información.

Me encontré a dos personas que están haciendo trabajos en los que llevan varios años y no quieren hablar nada de lo que saben porque sienten que se los van a robar y no van a poder publicar para que les paguen más en el futuro.

Yo digo que este libro mío no descubre nada, simplemente es una traducción y un cruce de informaciones que no todo el mundo tiene el privilegio, el tiempo o el interés de llegar a verlos. Como yo, que muchas cosas no me interesaban y me las encontré por casualidad durante la escritura del libro y terminé diciendo “que datos tan maravillosos estos, traduzcámoslos a la gente para que se le prenda la curiosidad sobre estos temas”.

Entonces creo que esta tierra podría ser de tesoros más felices una vez podamos hacerle bien el duelo a todo lo que ha pasado. Y pues para eso se necesita la labor de periodistas y de divulgadores científicos, que es el punto desde el que estoy hablando.

DIRECTOBOGOTA.COM

Es un proyecto de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, dedicado al periodismo digital, la producción audiovisual y las narrativas interactivas y transmedia